lunes, 10 de febrero de 2020

Confieso...

                                      

…que la estupidez siempre me acompañó durante mis  largos años de vida. Es tan fácil confundirla con ‘progreso’, con  afán de esperanza, con ideales insólitos. 

Ya Erasmo de Rotterdam le puso el sello de aprobación a la ‘stultitia’, a la estupidez, a la “Dummheit”. “Sin ella no existiríamos”, escribió. 
Y es que para vivir la necesitamos como el pan de cada día. Sin ella nos invadiría el aburrimiento; a ella debemos en gran parte el éxito en nuestra vida profesional. 
Su sabio consejo nos recomienda dejar atrás tanta reflexión, descartar las dudas y decidirnos por lo que mejor resultado promete. “No seas tonto!” te ordena su saber práctico, cuando la otra, la mente ilustrada se ha retirado a un rincón escondido. A veces se me ve pensionado, porque la pensión es el premio fundamental otorgada por la estupidez.
Ahh…y cuando te saludan y te aplaudan con entusiasmo, está tú seguro: ¡algo hiciste mal! El elogio que recibes te lo envía la estupidez.




Hubo casos en los que premios importantes como el Nobel de Paz o de Literatura han sido rechazados por los premiados. Sabían que quien se lo entregaba era la  estupidez. El premio más ilustre actualmente, el Oscar de Hollywood para las labores fílmicos, es la viva documentación del gobierno de la estupidez. Pero cuidado, ¿no será la envidia la que me lleva a criticar lo que llena el corazón de millones?
Sólo el estúpido puede ser feliz, no le perturban las dudas ni le molestan escrúpulos o la reflexión inútil. 
En todas las lenguas abundan títulos como Majestad, Eminencia, Magnificencia, Su Merced, etc. El individuo estúpido lo toma por verdad y se llena de gloria cuando puede decorar su superioridad con el elegante ‘Nosotros’; “nosotros” mayestático en vez del “Yo” eleva la autoestima a un estrato mayor. Lo confieso porque lo he sentido.
Sé que existe una estupidez ‘sincera’, todos los grandes ideales han cruzada por ella. Nunca les faltan la inteligencia ni la buena voluntad. Kant detectó la falta de valor y de autonomía y los declaró ‘responsables’ del encadenamiento de las mentes a la estupidez. Vivir el desequilibrio entre el saber y el no – hacer, es la fuente inagotable de éxitos en la vida moderna.
Por eso, casi diariamente el noticiero nos da lecciones de ello: Los políticos que nos manejan o manipulan son ‘demócratas’, dicen ellos y sus discursos brillan de viva estupidez. ¿Qué dicen las encuestas? preguntarán a sus consejeros. El Primer Ministro Zapatero de España tuvo seiscientos consejeros en nómina. Para todo un consejero: para la sonrisa o el llanto oportuno. Es la estupidez que corona a los ‘reyes del oportunismo’. Al final sabemos que no podemos vivir sin ella porque ella, la estupidez, es la ‘sabiduría’ del día de hoy, por eso triunfa.

friedrichmanfred  febrero 2020
   ed. anavictoria

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