“¿Quién se atrevería a escribir sobre la estupidez?”preguntó Pierre Coubert, actor francés durante los años 30 del pasado siglo. En la comprensión de tal tema son esenciales la economía y la política; o también los caprichos de un gobernante o su vanidad, su engreimiento, los cuales son siempre hermanos de la estupidez.
Las guerras todas son frutos de la estupidez; los altos mandos militares alemanes parecieron no entender nada de nada durante las dos guerras del pasado siglo. Estupidez –Dummheit– era su destino y millones de estúpidos les seguían. Victimas y victimarios unidos en estupidez.
Entonces, cabe la pregunta: ¿debe ser considerada la estupidez como un motor de la historia? Sí, imprescindible e irremplazable.
Al estúpido generalmente no le falta inteligencia, no suele ser tonto. Su estupidez se alimenta de otras fuentes, porque no se trata de simple ausencia de información, tampoco de un defecto genético.
El estúpido vive muy confiado en si mismo, no le invaden dudas. Tiene razón y eso basta. Además, le asiste el enfado; el estúpido se enfada pronto, emocionalmente es inestable y está siempre dispuesto a proclamar violentos actos aunque no los cometa personalmente. El habla fuerte y alto y el grito “¡Raus!-¡Fuera!” le suena a liberación y alivio. El estúpido en general es un resentido, se siente menospreciado en los ambientes que le toca vivir: en el trabajo o en momentos de ocio y descanso. En realidad, nunca logra descansar plenamente, a cada momento encuentra algo que le irrita. Vive creyendo que le están quitando lo que por derecho le corresponde. Por eso es precavido, prudente y vigilante. Su mirada es similar a la de un policía aficionado. Así las cosas, la ‘Seguridad’ constituye uno de sus grandes deseos y sabe que esa necesidad vital la comparte con muchos otros. Todos ellos juntos forman lo que llama “wir, unser”, “nosotros”. El estúpido huye de la soledad, está obsesionado por su “Heimat”,su patria, la de los suyos que les acoge, les protege y así deciden acomodarse bajo la sombra de este árbol común que son incapaces de compartir con extraños.
El estúpido también es viajero y turista; los ambientes extraños le atraen, no para aprender algo nuevo, sino para regresar triunfante diciendo “nada hay mejor que lo mío”.Y ese suyo lo llama “das Volk” el pueblo. Existe una multitud de palabras nacidas de ese término que Bert Brecht denominara una falacia. Brecht propuso frecuentemente reemplazar la peligrosa palabra por el término “Bevölkerung”– población.
Cada una de las naciones europeas está compuesta de poblaciones de diferente composición. “die Völker” – plural de “das Volk”- no existen, son creaciones ideológicas… la realidad multiétnica es diferente. Tal multiplicidad es fascinante precisamente porque ha variado muchísimas veces en el curso de la historia. Al estúpido no le interesa eso, su mentalidad sólo acepta el singular no el plural: ‘Alemanes’ han de ser los que componen ‘das Volk’.
Y con ese juicio que ignora y niega la realidad, ya nos encontramos en la antesala Nazi. Todavía retumba en mi oído:”¡Ein Volk, Ein Reich, Ein Führer!”
¡Que quede claro! No reprocho al estúpido de ser un nazi. Sólo afirmo que mentalmente se encuentra ya en su antesala, esperando. ¿Y qué espera? Pues que se asome el líder estúpido de turno, para apoyarlo, obedecerle, seguirle y gritar
“Wir sind das Volk”.
¡Que quede claro! Yo no soy de este pueblo, ni mi patria es esa.
Me harté de los estúpidos del pasado y me alejo de los actuales.
friedrichmanfred y anavictoria sept. 2019
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