domingo, 8 de septiembre de 2019

El Cielo bajó a la Tierra



“El Cielo nos otorgue una noche tranquila, tanto a nosotros como a las ‘bestias’ salvajes de la selva.”

Así habló un fraile franciscano, enfermo de fiebre, que vive con fe y resignación en esa zona tropical hostil, peligrosa y detestable para la mente de un europeo intruso como él. Viaja por el río Apure y es citado textualmente por quien era su compañero en ese momento de 1799, Alexander von Humboldt.

 El río Apure transcurre por Venezuela y es la primera etapa del viaje explorador de Humboldt. El ilustrado científico mostrará una infinita admiración por esa selva tropical llena de vida que durante años cautivaría su incansable misión de recopilar lo observado. Tal lo documenta en su diario en el que cautelosamente diseña impresiones y escribe reflexiones. Durante este viaje nada le afectó, ningún síntoma de gripa, ningún mosquito se acercaba al entusiasta ‘descubridor de América” como le llamara Simón Bolívar. Humboldt parecía invulnerable, parte de la selva... ninguna enfermedad tropical se atrevió con él; sólo una mala noticia: un jaguar devoró a su perro.
En ella, en la selva dejó el corazón.
En Humboldt explorador y etnógrafo se nota presente la figura de Goethe, poeta escritor; es como si una segunda persona contemplase esa naturaleza y la cantase, no como un ‘infierno verde’, -denominación corriente entre conquistadores-, sino al contrario, como un himno a la belleza, a la majestuosa magia de la naturaleza. Humboldt le dará palabras, imágenes y reflexión porque se encuentra en un templo que exige concentrada admiración: saber, conocer como un acto de fe. Una experiencia reveladora.
Más de treinta tomos llenará esa recopilación de datos que publicará después de su regreso a Europa. Gastó toda la fortuna heredada en ello. Y murió pobre.
Pero su legado es para toda la humanidad y más precisamente para América. Es único y sin igual. Humboldt no vino a saquear, vino para quedarse y los espíritus locales –eso parece - le protegieron. Vestido con la etiqueta del aristócrata prusiano era jacobino de vocación con un alma de indio curandero. Aquí encontró “el Cielo bajó a la Tierra”, de eso estaba convencido Humboldt:

       
 

                                 
“El escenario natural sobre el que escribo se abre y se repite infinitamente frente a nosotros, contrastando maravillosamente con el silencio en las horas más calientes del mediodía. (…) Ni el más leve airecillo mueve el fino polvo del suelo. El sol en el cenit vertía haces de luz sobre el río y este las reflejaba en la superficie del agua, en los suaves movimientos producidos por estelas superficiales. Se percibía una neblina rojiza, envolviendo  la invisible lejanía. Encima de las rocas y masas de piedras se posaban numerosas y grandes iguanas de escamas gruesas, lagartos y salamanquejas de colores. Todos esos seres inmóviles… con sus cabezas levantadas, las bocas abiertas ampliamente como si quisieran tragarse el aire caliente con gusto. 
En la profundidad de la selva habitan los animales más grandes, los pájaros debajo de las hojas de los árboles y entre los tajos de las rocas. Pero atendiendo los sonidos más sutiles que nos llegan al oído se percibe un rezumbar sordo, casi inaudible, proveniente del susurro de los insectos, cercanos al suelo en las zonas bajas de la atmósfera. 
Todo anuncia un mundo repleto de fuerzas orgánicas. Debajo de cada arbusto, en la corteza de cada árbol y dentro de la tierra ahuecada por ‘himenópteros’ se escucha cómo vibra la vida. Es otra de las tantas voces de la naturaleza audible sólo para los espíritus más sensibles humanas.”
(Alexander von Humboldt, Ansichten der Natur, ed. Reclam 2948, p. 65)

La mente sensible de Humboldt le capacita para transmitir lo que observa. Se trata de un bien que América Latina en la actualidad debería compartir. 
Sin embargo:
La selva tropical arde, se quema, es incendiada y consumida por un fuego intencionado. Un ecosistema único está en peligro de colapsar. No es necesario repetir las noticias del día. Todos sabemos, conocemos riesgos y consecuencias; nuestros dirigentes prometen, proponen vigilar sin hacer nada en concreto; actúan de acuerdo a intereses fugaces. Dirían: Humboldt, un intelectual romántico alemán, sirve para decorar seminarios filosóficos. 
El duro manejo de los negocios y sus ganancias exige otro tipo de operación, tanto mental como práctico. Y esto mantiene las mechas prendidas. Manejar los recursos disponibles y activar la economía menguante, es la demanda del día, es realista y paga en efectivo. 
No es el fin de este ensayo invocar las alternativas para evitar una simple y destructiva explotación como una segunda conquista de saqueos. Tengo la impresión que Humboldt no alcanzaría la mediocre imbecilidad de gobernantes cuyo fin único es el beneficio sonante. ¿Es entonces Humboldt antiguado e inútil?
Cuando Humboldt diseñó esa imagen de la selva tropical, paradigma de la vida, su diseño se dirigía contra la ignorancia, contra la melancólica resignación, contra una crisis de valores caducados. 
El reto actual es el avance imparable del progreso que pone en olvido que el hombre ha de compartir su vida con la naturaleza o perecerá con ella. 
En la mitología germánica se encuentra la imagen del “Weltenbrand” – Vóluspa- la quema del mundo en un apocalipsis en llamas. ¿Ya ha comenzado en la zona tropical del planeta?    ¿Se extenderá?

friedrichmanfred y anavictoria  sept. 2019

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