domingo, 22 de septiembre de 2019

Lieb´ Vaterland



Llegando a Alemania una sensación controvertida sorprende a quien fuera un emigrante obligado. Sucede que hoy después de 14 años pude volver por vez primera al país de mi amor, de mi sufrir, de mis años juveniles. Y al país de mi lengua, el idioma alemán. Y estos imbéciles en la frontera quisieron negarme esa pertenencia.
No quiero lamentarme de nada. ¿Pero qué puede uno sentir después de todo lo que pasó?
No soy un enemigo resentido – por cierto que no lo soy -, soy un compañero profundamente emocionado.
Conmocionado pero también desconfiado. (Tengo que descubrir la verdad, verificarla y observarlo todo, y comunicarlo.)
Entonces: desconfiado, pero suavemente…..No: mejor dicho: más suavemente que desconfiado ….Y a pesar de todo – más bien desconfiado.
Esa es mi situación.
Finalmente me gana ese término muy alemán y romántico “Deutschland”. No es posible eliminarlo, tanto que me he reído de ello, tanto como lo he querido.
Y encima de todo, está amaneciendo la esperanza querida hacia este país, actualmente tan infeliz.”


(Alfred Kerr (Alfred Kempner), nació en 1867 en Breslau y murió en el año 1948 en Hamburgo; Kerr fue el crítico de teatro más importante de Berlín. Durante la era nazi tuvo que salir del país; él logró escapar.)

                         

                   

¿Qué siente un hombre expulsado de Alemania por los nazis cuando vuelve a pisar tierra alemana después de la caída del nazismo?
Esa noticia en su diario así lo revela. La simbiosis vivida por generaciones de intelectuales de origen judío con Alemania, siempre fue frágil y en peligro de colapsar. La masa popular ha estado dispuesta a creer las leyendas antijudías en todo momento. La desconfianza y la envidia habían alimentado durante generaciones esa modalidad antijudía que el racismo nazi usó para definir un antisemitismo demencial.
 Sin embargo, Kerr y tantos más lograron marcar profundamente la vida cultural alemana con la cual se sintieron plenamente integrados. ¿Se equivocaron?
Kerr no responde claramente a esa pregunta. Por un lado le llena de felicidad poder volver a ver los escenarios de su vida anterior al régimen totalitario nazi. Por el otro, le invade la inmensa inquietud ante el reto de querer saber cómo pasó y quién era responsable, quién colaboraba. Finalmente domina la emoción sobre esa misión del observador con derecho y obligación de aclarar y de denunciar. 

En la actualidad es discutida con fervor esa cuestión: ¿Quién es alemán? O más bien, ¿quién tiene derecho de serlo? Un nuevo extremismo invade el país, pronosticado por unos pocos y defendido por un crecido número de personas nostálgicas e intransigentes. En medio de esta incongruente actualidad puede servir la cita inicial tomada del diario de una víctima de la locura nazi. 

“Vaterland” se absorbe desde la primera infancia. Puede ser profanado, pero no reemplazado por otro. Muchos lugares geográficos se prestaron para recibir a los miles de emigrantes que así lograron salvar sus vidas. Un número mayor se quedó atrapado sin salida siendo asesinados. Todo eso es desconcertante y difícil de absorber para quienes sobrevivieron.
Una noticia como la de Kerr probablemente ayuda, ayuda a comprender que la historia alemana no es como la de otras naciones – más afortunadas - . Este estado excepcional, particular ha de obligar actualmente a los habitantes a tomar los problemas y las preguntas sin agitación y con la mayor tolerancia y generosidad posibles.

friedrichmanfred  y anavictoria   sept. 2019




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