El
gatopardo ( significado real: El leopardo jaspeado y
se refiere específicamente al llamado en italiano gattopardo africano ), es
una novela escrita por Giuseppe
Tomasi di Lampedusa, en la medianía de los 50 del
pasado siglo.
"Si queremos que todo siga como está, es
necesario que todo cambie".
"¿Y ahora qué sucederá? ¡Bah! tiroteos
inocuos, y, después, todo será igual pese a que todo habrá cambiado" (...)
"…una de
esas batallas que se libran para que todo siga como está"
“Cambio de todo,
para que nada cambie” , este concepto del Príncipe de Salinas, (el Gatopardo,
que tuvo a Burt Lancaster por protagonista en la película del mismo nombre) es
la frase que ha motivado las ciencias políticas a crear un nuevo término para caracterizar
un comportamiento sociopolítico, el gatopardismo. Gatopardista es quien -ante
el reto de cualquier cambio social y político- opta por el continuismo sin que
lo parezca, solapadamente y a conciencia defiende la continuación de lo mismo que
él conoce pero aceptando nuevos
portadores del poder y nuevas élites.
¿Por qué justo
en Sicilia se produce el inicio oficial de este moderno pero muy antiguo “arte”
de supervivencia política?
Pues, pensemos:
Sicilia es un escenario histórico singular y favorable para que se desarrolle
el gatopardismo como un comportamiento generalizado de masas. La situación más
actual (rebuscando en la historia de la isla) la constituye Garibaldi quien
invadió Sicilia con sus seguidores nacionalistas italianos en el año 1860. El
Príncipe de Salinas no tenía más remedio que hacer las paces con los nuevos
representantes del poder, con la burguesía local y con personas que en el fondo
detestaba. Sabía que el estilo de vida y los privilegios sociales de los Salinas
se mantendrían bajo otros signos y nombres. El brillo aristócrata que había
sido envidiado durante tanto tiempo por los que ahora pretendían combatirlo no
desaparecería; los invasores querrían compartirlo. Entre lo que se dice y lo
que se desea hay una distancia enorme y el deseo siempre se impondrá. Los
enemigos revolucionarios deseaban ser iguales a la aristocracia que combatieron,
su odio era un pretexto transitorio. Un abrazo oportuno sellaría lo que de
fondo no cambiará.
Igual
comportamiento se repetía en territorio siciliano desde antes y después de
Garibaldi muchísimas veces: en la Antigüedad habían llegado como invasores:
fenicios cartagineses, romanos y griegos; durante el medievo fueron normandos, sarracenos
y una dinastía alemana. Más tarde llegaron españoles y finalmente italianos,
nacionalistas que reclamaban la isla por ser italiana. Los sicilianos
habitantes habituales de terremotos naturales,
no se inquietaban por casi nada, mucho menos de tales visitantes.
Todos acabarían
siendo sicilianos y nada cambiaría, sobre todo porque los “conquistadores” se casarían
con mujeres sicilianas que son las más
bellas del mundo debido a tanto cruce de razas, los hijos, hijos de la NONA, la madre o la
abuela siciliana que es quien realmente manda, finalmente serán sicilianos. Lo
fue el emperador germánico Federico II y sus descendientes Conrado y Manfredo.
Por eso todos los invasores fueron siempre recibidos con el aplauso popular.
Las tropas
invasoras americanas han sido los últimos invasores que llegaron a Sicilia,
abriendo desde allí un frente contra el Tercer Reich alemán en su momento de declive.
Y con los americanos y vestidos con uniformes americanos volvieron de regreso a
su tierra de origen los representantes de la Mafia que en Sicilia lleva
el nombre de Cosa Nostra. Desde lo alto de un campero americano iba
saludando Lucky Luciano. Vino de Nueva York vestido de soldado americano y el
júbilo popular fue inmenso. Los americanos, siempre tan “ingenuos” creían que los
aplausos obedecían al hecho de liberar a Sicilia del fascismo. Todo había
cambiado, pero nada cambió.
Posteriormente
el estado italiano moderno mantuvo una lucha a muerte con miles de asesinatos
para liberarse de Lucky Luciano, lo que nunca fue posible. Cosa Nostra está ahí
hoy y así será mañana y pasado mañana.
El ejemplo de
Sicilia podría enseñarnos a todos: parece una ley de “física” que toda sociedad
precisa un polo de organización, fuerza de gravedad política y social. En el
fondo, el llamado caos social no existe o solamente se trata de fases breves y
transitorias. Rápidamente se adueñarán de los vacíos grupos organizando el
poder; élites generalmente limitadas y exclusivistas, “familias” unidas por la
ley de la sangre o por intereses en comunes.
Cuando el
“Estado” -por X razón- no está presente con una organización coherente y el
estado de Derecho en la guarda del bien común no es una institución real, habrá
repetidamente tiempos de caos original, distancias y extensión territorial,
situación postcolonial, la jungla urbana de la vida moderna, etc.
Tal es el espacio
en el que nacen y se alimentan las mafias. Son estos los grupos capaces de
aprovechar las oportunidades; que ofrecen fraude, negocios, extorsión. Ellos
constituyen la continuación de la
actividad comercial, de todos los negocios posibles con otros medios… medios
inusuales, muchas veces. No crean riqueza sino que aprovechan la que otros
crean; son capaces de improvisar y de inventar vías nuevas en las junglas locales
permanentemente. Cuando el estado se va, se queda la mafia; y está sucediendo
actualmente que el estado mismo moderno se haga mafioso, se sirva de los medios
más modernos de comunicación y se rija por el principio gatopardista:
Todo cambia, para que nada cambie. Corrupción es un nombre falso para
caracterizar esa actividad. Mover las fichas a favor del negocio propio, es
considerado normal, y eso está más allá
del ámbito de lo moral.
Es una
observación muy inquietante y supongo que poco explorada, cómo los
representantes de viejas élites -portadores de nombres sonados- son capaces de vestirse de nuevos atuendos
para continuar con lo mismo, o para resucitar poder e imagen histórica con un
brillo imperial que ya hace más de un siglo desapareció en la historia. Signo de
que la historia no se mueve linealmente hacia un futuro, cuyo esencia sería la
continuidad del presente. Es distinto, se trata de oleadas en las cuales vivimos
el regreso del pasado, no en forma de repetición, nada se repite. Estado y
mafia se penetran mutuamente. Finalmente surge un ser bicéfalo que es
democracia y dictadura al mismo tiempo. Es zarismo y sultanato vestidos de
democracia y aplaudidos por el público.
Rusia, Turquía y otros nos dan hoy día esa lección.
friedrichmanfredpeter marzo 2017
edición
anavictoriaoeding
No hay comentarios:
Publicar un comentario