viernes, 30 de diciembre de 2016

Cuatro amigos

Cuatro amigos hemos sido…
- Franz Kafka-

“Cuatro amigos de mi juventud se volvieron grandes sabios talmudistas y cada uno de ellos tuvo su propio destino: uno se volvió loco, otro murió y Rabbi Eliécer a la edad de cuarenta años se volvió ateo. Solamente el mayor de todos,  Akiba, quien había comenzado a estudiar el Talmud siendo mayor de cuarenta años, alcanzó la sabiduría.
Sin embargo, Rabbi Eliécer tuvo un alumno muy creyente, tan creyente que no le hizo mella alguna la educación que recibió de parte de su maestro libre pensador.  Sucedió que un sábado, Rabbi Eliécer salió de paseo, seguido de su alumno Rabbi Meir quien iba con el Talmud en la mano; observando el límite de dos mil pasos, los máximos  permitidos durante el día sábado.  Pronto se desarrolló entre ellos una disputa. Cuando Rabbi Meir se quedó parado e inmóvil porque había agotado los dos mil pasos, Eliécer siguió caminando y Rabbi Meir le llamó desde detrás : ¡Vuelve a tu pueblo!
Pero Eliécer continuó replicándole con un juego irónico de palabras”

Franz Kafka anota este episodio el 28 de octubre de 1910 en su diario.




¿Qué nos aporta? ¿Era Kafka un fiel judío como se hallaban tantos entre la numerosa población judía alemana en Praga? Ciertamente que no, su vocación era diferente: él era observador, un observador distante y reflexivo.
¿Sobre qué reflexionaba? Pues tomaba nota de una profunda crisis entre los miembros de esta comunidad a la que él pertenecía por ley ya que había nacido de padres judíos. ¿Quiénes somos?: seguramente se preguntaba a sí mismo y después de una pausa para sonreír contestaría: ¡No lo sé!  Parecemos unos sabios, pero sabios de distinto tipo, unos son sabios locos, otros sabios muertos, otros sabios ateos y otros parecen salidos de una famosa comedia yidish en la que se canta: “Tsen brider sanen mir gaweisen” (diez hermanos hemos sido). En ella se bromea sobre el triste destino de diez hermanos quienes mueren uno tras otro, hasta que queda uno solo, el cual se debate en medio del hambre y del frío, por sobrevivir. (Cada una de las nueve muertes está  acompañada por un chiste macabro.)

¿Y este último, quién es?  Escucho la risa fuerte de Kafka: “¡Soy yo!”
Y escucho el sarcasmo de la misma canción en el trasfondo de la anotación en prosa que trae el diario del escritor el 28 de octubre de 1910:

Cuatro amigos hemos sido,
Uno loco se volvió.
Sólo quedamos tres
Tres amigos hemos sido,
Uno se murió.
Sólo quedamos dos
Dos amigos hemos sido,
Uno se perdió.
Quedo yo…
 sobreviviente,
¡ qué risa me dio!

Es Franz Kafka  que tira sus flechas irónicas contra su propia comunidad, contra el mismo, contra la vida. El diario relata encuentros con numerosas personas que no son lo que pretenden representar.
El padre es un padre falso, la madre es una débil mujer, las hermanas son bellas judías que deben preocuparse de no acercarse demasiado a un goyim, un hombre que no es judío. El padre es un comerciante en permanente preocupación por sobrevivir, desconfía de todos, odia al hijo, ignora sus penas y problemas. Sus empleados checos le engañan. Y Franz, el mayor, escribe, se dedica a la literatura, ¡qué pena!
El diario es también un noticiero desde el infierno en el que vive resignado, y desde donde se ríe mucho porque suceden cosas corrientes en las que él ve claramente símbolos de eventos mayores que han de venir. Una sociedad que vive sobre  ignorancia, soberbia y brutalidad, risible mediocridad que está poblando las calles y …¿qué hacen los dizque sabios? Miden los pasos del paseo en sábado, se van antes del tiempo a la locura, a la muerte prematura.  ¿No es de risa todo eso?

Franz se está riendo y esa risa trasciende toda su obra literaria. La risa es un alivio, un remedio fugaz contra el dolor, pero no ayuda contra la permanente constipación que a pesar de comer muy poco, acompañó al autor de este diario. ¿Tiene solución?  No comer más nada. Risas. Para comprender mejor a Kafka, moderno lector, hay que saber sonreír ante los guiños permanentes que hace desde su tremendo y demoledor humor. Mejor que simple humor negro, diría yo.

friedrichmanfredpeter  diciembre 2016

edición anavictoriaoeding

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