Alberto Assa, traductor de Rainer
Maria Rilke
en las trincheras de la guerra civil
española
“…Tal vez, los muertos
solamente se retiraron para reflexionar sobre la vida.[i]
...La vida siempre dice al
mismo tiempo: SÍ y NO. La Muerte, sin embargo, siempre dice SÍ porque la muerte
es el auténtico SÍ.”
([1] ….vielleicht sind die Toten solche, die sich
zurückgezogen haben, um über das Leben nachzudenken.
Das
Leben sagt immer zugleich: Ja und Nein. Er, der Tod, ist der eigentliche
Ja-Sager. Er sagt nur: Ja.)
Alberto Assa y Rainer María Rilke tuvieron una fuerte relación que duraría
buena parte de la vida de nuestro apreciado profesor Assa; se inició esta
historia del poeta mayor con el joven
Assa durante la clandestinidad de una actividad menospreciada por todos: la
guerra. Leer poemas de Rilke en una trinchera excavada para protegerse de los
tiros de un enemigo dispuesto a matar, a fusilar y a no dar tregua, es realmente
un hecho extraordinario. Así lo hizo Albert Assa durante su actividad como soldado
del Batallón Thaelmann en aquella lejana guerra española que hoy resulta casi exótica.
Quedan de ella un montón de ideas confusas acerca de intereses concretos sociopolíticos.
Los individuos participantes se perdieron en ese intríngulis y los muertos no
hablan. Hoy seguramente no existan
sobrevivientes para contar sus sueños e ideales y los sucesos espeluznantes que
sacudían a Europa antes de la Segunda Guerra. El escenario era España y la
violencia ejecutada en aquel escenario parecía el preludio de la ópera
sangrienta que sacudiría el continente y cambiaría el mundo occidental, pocos
años después.
¿Por qué entonces leer a Rilke? Sencillamente porque un hombre sensible no
soporta en lo más profundo de su ser tal cruenta realidad y busca refugiarse en
un ambiente de excelencia y de sublime observación y reflexión; esa misma que se
halla en los textos de Rainer Maria Rilke y que la esencia del lector encuentra: que la más auténtica verdad sobre
lo que nos pasa no se puede contar en ningún texto narrativo. La valentía, el
dolor, la muerte no caben en ningún reportaje. Sentir frío o calor, sed o
hambre, el miedo y la duda no son traducibles. Las imágenes de horror no son
para fotografiarlas, al volverse rutinarias apagan la pasión y también la
compasión. No sirven para ser contadas.
Esta imposibilidad de traducir hechos en palabras, abre en el joven
lector A.A. las ganas de traducir las hermosas palabras repletas de visiones profundas
en versos escritos en lengua alemana para transmitirlas a esa otra omnipresente
lengua de su vida, el castellano. La intención subconsciente es apoderarse de ambas, para hacerlas suyas. La
pasión del traductor es –la conozco bien- irresistible.
Assa y Rilke se habían encontrado y ya no se separarían más.
Años más después , ya convertido en el profesor Alberto Assa, aquel
sensible guerrero traduciría:
“La mayor
parte de los acontecimientos son inexpresables; suceden dentro de un recinto
que nunca halló palabra alguna. Y más inexpresables que cualquier otra cosa son
las obras de arte: seres llenos de misterio, cuya vida, junto a la nuestra que
pasa y muere, perdura”[ii]
El misterio de la
escritura, del arte y de la música abre una visión perdurable de todo lo que
nos sucede. Esa, la vida de A.A. que pareciera aventurera, entregada a un
monólogo político limitado por un dudoso activismo transitorio, se llenó de un
sublime ideal humanista. Contrario a todo lo que hubiese en una trinchera, existe
fantasía de arte, poesía en un mundo sin trincheras, sin hambre, sin fríos.
El profesor Assa nunca
más estuvo solo, siempre le acompañó Rainer Maria Rilke.
Me imagino que Rilke
tampoco abandonó al que tan a fondo le amaba.
La cita inicial podría
ser dedicada a la muerte del profesor más venerado en Barranquilla:
“…Tal vez, los muertos solamente se retiraron para reflexionar
sobre la vida.[iii]
...La vida siempre dice al mismo tiempo: SÍ y NO. La Muerte, sin
embargo, siempre dice SÍ porque la muerte es
el auténtico SÍ.”
Alberto Assa
fue sobreviviente de la Guerra Civil española y sobrevivió a su propia muerte…
en otras trincheras: las de la paz y la educación, para cumplir un ideal
humanista.
friedrichmanfredpeter diciembre 2016
edición anavictoriaoeding
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