miércoles, 7 de diciembre de 2016

El siglo de Goethe

El Siglo de Goethe --- ¡pasado de moda!

“Esta fue la época en la que la burguesía  sembró su palabra de importante  peso sobre el balance de la historia”, escribía Walter Benjamin refiriéndose a los cien años transcurridos entre 1780  y 1880, siglo marcado en su inicio por la Revolución Francesa y por la constitución de Alemania como Deutsches Reich al final.
El tiempo de antes poco importa, el tiempo después fue terrorífico, el tiempo al que se refiere Benjamin aún no terminamos de calificarlo.
Tal vez Goethe en su gran lucidez sea quien anticipadamente haya previsto de qué se trataba y logra acertadamente calificarlo. En una carta dirigida a su amigo Zelter escribió, refiriéndose a ese que fuera su propio tiempo:


“El mundo admira la riqueza y la velocidad; eso es lo  que todos desean y quieren tener: trenes, ferrocarriles, correos rápidos, barcos de vapor y una fácil comunicación, tales son los objetivos de este mundo que deberíamos apoyar al unísono para poder ser tomados por actuales y educados, pero cuyas consecuencias nos dejarán paralizados en una herencia de MEDIOCRIDAD.
(…) Debería ser un siglo para cabezas inteligentes, capaces de aprender fácil y rápidamente, pero en realidad son los talentos prácticos, hábiles, dotados de ligera elegancia y no cualificados para tareas de importancia, los que se elevan orgullosos sobre la masa popular.
Nosotros dos, hagamos todo lo posible para conservar el espíritu con el que nacimos porque tal vez con unos pocos más, somos los últimos de una época que nunca más volverá.”

Pocos documentos me han conmocionado tanto como estas palabras que Goethe escribió a la edad de 76 años. Son realmente proféticas.  Los términos velocidad y riqueza inician una colateral definición e incidencia social definitiva desde aquellos tiempos cuando el anciano escritor aún viajaba en diligencia tirada por dos o más caballos, cuando una carta escrita y entregada a correo veloz tardaba días en llegar a su destinatario, cuando (precisamente, en el año 1832 el mismo de la muerte de Goethe) el primer tren en Alemania recorriera la distancia entre las dos ciudades alemanas, Nürnberg y Fürth, cuando aún no se habían conquistado el aire ni la profundidad de los mares. Y el pronóstico del escritor llamándonos despectivamente MEDIOCRES, nos alcanza plenamente y a algunos de nosotros todavía nos golpea fuerte en el pecho.
Supongo que Mark Zuckerberg, el inventor de Facebook, no habrá leído estas palabras de un lejano antepasado europeo sin Premio Nobel. Poder económico y Velocidad están triunfando en nuestra vida de todos los días, sin estos atributos no nos movemos, ni comemos, ni dormimos; solo son personas aquellas que disponen de ellos con sus ventajas y desventajas. TODO nos es dado por estos principios mágicos, el PODER ECONÓNICO y  la VELOCIDAD. El mundo de lo clásico ya no existe porque la velocidad se traga todas las verdades e inventa nuevas.  
No somos tal como hemos nacido. Somos tal como nos ha formado el ambiente que nos contiene. ¿A dónde nos dirige? A pequeños triunfos tangibles -rara  vez a grandes- que nos colman de éxito y de orgullo.
MEDIOCRES somos, nos podría decir Goethe, porque los verdaderos objetivos de una vida plena nunca los alcanzaremos: viajando velozmente no alcanzamos a ver nada salvo fachadas y escenarios; informándonos sin limitación no logramos  saber ni entender mucho. No aprendemos y lo que es peor, desaprendemos lo que desde un sano origen habríamos sabido, si hubiéramos prestado atención. (Es que no “paramos bolas” a los aprendizajes esenciales, los subestimamos).
Goethe aconseja al amigo, mantengamos ese saber, el talento con que hemos nacido. ¿Tal vez haciendo esto somos los últimos? ¿en qué consiste este saber? “Anschauen” recomienda Goethe: observar y contemplar, reflexionar  en vez de recomponer fragmentos. Dividir y separar es “expulsar el  espíritu de la vida” como expresa el doctor Fausto; nos rodearán vivos que ya están muertos.
Vivimos casi doscientos años después de la carta de Goethe a su amigo, una misiva sin e-mail o WhatsApp que la transporte. Pero yo siento que me alcanza de lleno, porque me niego a ser quien según criterios cibernáuticos debería ser.
Soy yo, igual tu lector o lectora, ¡seamos los que somos! , tal vez somos los últimos. Más vale ser tontos que mediocres.

friedrichmanfredpeter   diciembre  2016
anavictoriaoeding




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