Wallenstein - ¿el poder en la encrucijada?
Fürst Albrecht von Wallenstein, Herzog von
Friedland,
Generalísimo de la Majestad Imperial Católica
durante
La Guerra de los Treinta Años - y asesinado
por orden
de esa misma Majestad en 1634 - sospechoso de
alta
traición - por pactar con el enemigo
protestante, el Sueco.
<<Estrecho está este
mundo / Y amplias son las ideas / Que juntas viven, una con otra / Pero las
cosas con fuerza chocan / Donde una toma asiento, otra debe ceder/ Quien no expulsa,
será expulsado / En esa pelea sólo la fuerza vence / Quien por esa vida anda
sin deseos / Quien se prohibe todo
placer / Este se mantiene puro en el fuego / Como la salamanquesa que no se
quema[1] /
Yo estoy hecho de los elementos más burdos / A mí me atrae la tierra y la
ambición / el espíritu malvado gobierna el mundo y no el bueno / Los divinos
nos mandan ideales, bienes abstractos / No enriquecen a nadie / Poseerlos
significa no tener nada propio / Los que buscamos el oro, las piedras preciosas
/ Hay que ganárselo a los poderes malvados / Y sin sacrificios nada se consigue
/ Y nadie en la vida, una vez hecho eso/ Sale con su alma limpia y pura /
>>(palabras del general von Wallenstein en el drama de Friedrich Schiller)
En noviembre de 1796 Friedrich
Schiller comenzó a redactar el drama Wallenstein y le dio estas palabras,
dedicado al general y su trágico destino, un clásico de la literatura alemana,
y su autor Schiller compuso palabras que hasta hoy son iluminantes:
¿Quién es el polítco moderno que presume no haber compartido este
discurso del histórico Wallenstein ante una decisión a tomar:¿cumplir un
compromiso o no?, ¿cometer traición o no?, ¿engañar o no a un superior o amigo?
Entonces, esa era la cuestión, cuando el balance de la contienda
militar se había acercado a situación de empate con un relieve de desastre
general sin vencedor ni vencido, con las reservas económicas agotadas para
continuar esa guerra, con un país
destruido y una población sufrida. Nunca antes se había visto algo así.
Pero las ganas de poder y dominio de los combatientes aun eran vigentes
y las pasiones vivas, aunque de ideas y creencias ya nadie hablaba. La causa
original, católica o protestante, se había perdido de vista. Lo que contaba,
era el poderío imperial o el rival ascendente.
Y en este macabro juego de la muerte se movían las fichas sobre el
tablero para ganar o para perder. Y el general, después del primer paso hacia
la traición, ya no podía volver atrás.
Muchos conflictos históricos se entienden
conociendo situaciones similares: Pactar con el enemigo para evitar males
peores, procurar que dentro de un conflicto ideológico se conserven los
intereses propios, usar el cansancio y el agotamiento ajeno para obtener
ventajas y salvar su imagen, traicionar al aliado y sugerir alianza con el
enemigo para propio beneficio, ganar una guerra que en el fondo ya está
perdida, cubrir de niebla la verdadera intención y engañar la opinión pública,
no quemarse como la salamanquesa y enriquecerse a costo de otros:
Todo eso se llama <Realpolitik> en
alemán, acción política indicada por su realismo y su utilidad, acción
imprescindible e inevitable. Y en este
sentido siempre es citado el nombre de Wallenstein por no haberse dejado guiar
por simpatía ni aversión, sino por la sencilla
razón del poder que evoluciona a ser razón de estado cuando en el nombre del
estado se actúa.
Esa razón dominó en política interior y
exterior durante siglos, y eso independiente de diferentes credos. Realpolitik
era y es razón de ser del político que no se quema como la salamanquesa. Ningún
fuego le puede hacer daño porque es el hábil dueño de las circunstancias.
¿Y el ejemplo actual?: Esa misma razón es que mandará pactar con el
enemigo en Afganistan, porque toda alternativa fundada en principios e ideales
está destinada al fracaso. Para el político democrático no hay otro camino que
arreglárselas como puede con el enemigo fanático, porque es imposible vencerlo:
hay que respetar las reglas de moral y política válidas en democracia, porque
al enemigo no se combate con sus propios métodos, secuestrar a inocentes,
asesinar a sospechosos, violar derechos
humanos. Las luchas disparejas sugieren métodos que si son aplicadas
traicionarían los mismos principios del ideal democrático.
¿Pero, qué alternativa hay, cuando la vida de
individuos o el colectivo está en juego? se preguntan políticos modernos que
quieren ser salamanquesas que no se queman en el fuego, consumidos en el
ejercicio del poder.
Encrucijada a la que se enfrenta todo
gobierno occidental como su antecesor: Albrecht von Wallenstein, Herzog von
Friedland y ambicioso político que quiso ser rey de Bohemia. Sin embargo, al
general Wallenstein lo asesinaron sus propios oficiales – una pica afilada lo
atravesó en la ciudad de Eger / Cheb en Bohermia, la movió el mercenario
irlandés Buttler y su ejecutor responsable Octavio Piccolomini fue recompensado
con el título Fürst, el que llevaba el ahora muerto Wallenstein.
Políticos
modernos, salamanquesas, serán jubilados. Y sucede, a veces, que reciben el
premio Nobel de la Paz.
friedrichmanfredpeter 23 de marzo de 2012
y agosto de 2015
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