domingo, 9 de agosto de 2015

Sobre la estupidez

<<¿Qué hay más estúpido, dicen, que un candidato lisonjeando al pueblo para conseguir sus votos, comprar con favores su voluntad, andar a la caza del aplauso de los tontos, esponjarse con las aclamaciones, ser paseado en triunfo como una bandera, colocarse en el foro como una estatua para la contemplación de las gentes?
Añade a esto la moda de adoptar nombres y sobrenombres, añade los honores divinos, que exhiben estos mentecatos; suma que en las ceremonias oficiales elevan al rango de dioses a quienes no son más que infames tiranos.>>[1]
Son palabras de Erasmo de Rotterdam en su obra satírica Laus Stultitiae  - Elogia de la Estulticia - escrita en Inglaterra en el año 1509 y en casa de su amigo Tomas Moro, quien  fue canciller y víctima de la caprichosa tiranía de Enrique VIII.
Erasmo se refiere a ejemplos cogidos de la clásica Roma para criticar la tiranía del rey inglés, quien menospreciaba la voz humanista de su canciller  para imponer las reglas de una dictadura personal. Las observaciones de Erasmo no sólo describen eventos históricos, su sátira tiene vigencia actual.


<<La sencilla estupidez es pobre de fantasía, escasa de palabras y torpe al usarlas. Prefiere lo que es común y corriente porque esto se memoriza bien debido a la repetición. El alma de la vida le sonrie; impreciso en su pensar y ausente ante nuevas experiencias, prefiere lo que se puede tocar y sentir. Si no fuera por crédula y doctrinaria  que nos llevan hasta a la desesperación, la tendríamos por graciosa.
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A esta sencilla estupidez se contrapone la otra, la más elevada, en un contraste flamante. A ella no le falta inteligencia, pero se atribuye competencias que no le corresponden, ni las merece. ---
No existe ningún pensamiento importante, que la estupidez no sea capaz de usar. Ella viste todo tipo de ropa sugiriendo verdad, cuando la verdad auténtica sólo es una, y hay un camino solamente;  por eso está en desventaja ante la estupidez - que siempre ganará.>>

Palabras de Robert Musil, pronunciadas y escritas en 1937 en su ensayo <Über die Dummheit>[2] - Sobre la Estupidez.
La estupidez que interesa a Erasmo y al escritor moderno Musil no es la sencilla, la que acompaña la vida ordinaria desde siempre; sin ella ni existiríamos, porque a ella le debemos nuestras vidas; existimos debido a la estupidez de nuestros padres.
Otra es aquella estupidez que mueve los intereses en la vida social y política; a ella no le falta inteligencia y compleja premeditación. Es más, toda idea, cada proyecto ideal, creencia y convicción es capaz de transformarse en un instrumento para otra intención, usando falsedad y mentira, y esa manipulación la ejerce la fuerza de la estupidez.
Es sugestiva y convence por vías de emoción, de admiración, despierta entusiasmo o impone miedo.
Mientras Erasmo reflexiona el poder del gobierno de Enrique VIII, Musil  mide sus palabras bajo la sombra amenazante del totalitarismo moderno.
Ambas situaciones, incomparables y tan distantes en el tiempo y bajo condiciones ajenas, una de la otra, fueron dominadas por la estupidez. El poder triunfa porque logra dirigir la opinión pública en esa única vía que le conviene, y esa manipulación es obra maestra de la estupidez.
Viéndolo desde un punto claro y objetivo del historiador se detecta la enorme capacidad operativa de la estupidez.  
Pero clarividencia y objetividad del discurso no sirven en el ambiente público; con habilidad inteligente, la estupidez logra imponerse, borrando la verdad y haciéndoles creer a la gente que blanco es negro, rojo es azul.  La estupidez se halla bien recibida, acompañada a veces con entusiasmo.
Por eso proyectos tan absurdos como  <das Tausendjährige Reich>- el imperio de los mil años,  o  <ein Volk, ein Reich, ein Führer>- un pueblo, un imperio, un Führer, pudieron ser bien recibidos por un público de deseosos creyentes; la argumentación estúpida  hizo creer a un público cretino que la eliminación de los judíos o el sacrificio del campesinado en el caso soviético, eran actos justificados y necesarios, crímenes que fueron tolerados o acompañados por la colaboración de gente, tácita o activa.
No faltan voces que hasta hoy declaran perdonables los crímenes estalinistas; estulticia blanqueó los cerebros de ilustres personajes como Martin Heidegger, Jean Paul Sartre y tantos más.
Sacamos la conclusión: el poder de la estupidez es inmenso y sus recursos en un estado autocrático son casi infinitos.

Nuestra actualidad no está libre de la viva fuerza de la estupidez, es ella que gobierna sobre la publicidad, ella se impone en el discurso político actual de moda; ella ocupa el escenario preferido por millones de espectadores que eligen la opción más sugerida para formarse la opinión que creen ser suya, porque ser independientes, casi no es posible: se eligirá entre una u otra forma preformada por la estupìdez.
Por ejemplo, la realidad y las causas de la avalancha de fugitivos hacia Europa son complicadas, cualquier opinión y medida a tomar pueden parecer justificadas, y  hasta la más  estúpida reune adeptos. Millones de auditores aplauden discursos repletos de estupidez y toman por verdad lo que son sugerencias manipuladas, se dejan guiar hasta por el extremo de renunciar a pensamiento propio y tomar la mentira por la verdad; rechazan lo que una reflexión crítica revelaría, creen en la mentira porque es sugestiva y bonita.
Por ejemplo, en un caso de actualidad política, en España observamos cómo acciones que firman bajo los lemas "autoteterminación", "voluntad democrática del pueblo", debieran firmar bajo la categoría de estupidez, porque esconden intenciones egoístas de personas o grupos sociales con etiquetas embusteras, disfrazan manipulación y proyecto de corrupción.
Y eso, Erasmo de Rotterdam, quinientos años antes lo había observado y denunciado ya; la estulticia no envejece.

Pero hay que ser realista y debemos admitir:  para lograr su objetivo, todo proyecto público necesita la estupidez en cierta medida para encontrar seguidores.
Los textos de Erasmo y de Musil alertan sobre este aspecto de la vida social; estamos rodeados de estupidez y somos parte de ella; siempre seremos unos invadidos. El individuo libre autónomo es un ideal.
Pero no debemos resignar:  Necesitamos una voz crítica que nos sugiere:
¡Cuidemos nuestra autonomía; tengamos el valor de contradecir,  cuidemos nuestra libertad!
La verdad es personal, no colectiva,
piensa

friedrichmanfredpeter  agosto 2015




[1] Erasmo de Rotterdam, Elogio de la Locura, Tïtulo original: Stultitiae Laus, Erasmi Roterdami  Declamatio. Por la traducción de Luís Blanco Vila, edición especial para El Mundo, 2011
[2] Robert Musil, Über die Dummheit, Vortrag gehalten in Wien am 17. März 1937. Alexander Verlag Berlin.

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