"Effacer Mai 68,
oublier Vichy
et annuler 1789."
Proclama un agente electoral de Marine Le Pen, candidata del
partido Front National a la presidencia de Francia para las elecciones en 2017.
¿Tendrá la vecina Francia una presidenta nacionalista, antieuropea,
"ultra-" con su recetario anticrisis - compuesto de elementos de
extremos de izquierda y de derechas?
Y recetas así surgen como los hongos en el otoño europeo, proclamas
que pretenden curar el mal actual con los remedios de anteayer, prometiendo
sanear la crisis económica, social, institucional y cultural con la barrita
mágica del sabelotodo, haciendo revivir ideologías pasadas.
Y tienen éxito, desde Grecia, a través de España y Francia, una ola
de irracionalismo atraviesa el continente europeo - el nuevo fantasma -, con
proclamas antisistema y proyectos de fácil ejecución.
Nada de nuevo en el fondo, pues conocemos esto de la historia de
las dictaduras modernas del siglo pasado; todo eso se ha ejecutado ya; ha
mostrado su cara inoperante, totalitaria.
Pero nos sorprende esa fusión o mezcla de fragmentos ideológicos de
los extremos del panorama político: nacionalismo y socialismo en banderas
variopintas.
Y así se explica el éxito electoral de Marine Le Pen en las
elecciones: La extrema derecha subió tanto porque fue votada por la izquierda. Ha
caido un tabú social que impidió esa fusión. El extremismo es capaz de concentrar
votos de protesta de cualquier procedencia, y nacen grupos políticos de la
nada, carecen de tradición y de organización, proclamando accionismo y
espontáneidad: salvación.
Los que habíamos perdido el
amor al terruño y valorar lo propio tanto contra lo ajeno, nos vemos
sorprendidos por las mechas nacionalistas que renacen en todas partes, la
invasión de banderas y banderines de un engañoso amor localista que manifiesta
desprecio hacia lo ajeno en vez de gozar de este mundo abierto y carente de
fronteras.
"¡Nosaltres sols!" suena el grito catalán y sólo es un
ejemplo de eso que sueñan muchos europeos ante el reto de desempleo y falta de perspectivas.
Y si fuese necesario eliminar libertades, bien venido sería, porque
cunde el prejuicio que eso traería bienestar social y privilegios locales.
"¡Francia para los franceses!" es un eslogan apoyado por
un número creciente de ignorantes, y -peor aun - tolerado por votantes
decepcionados que se someten a la voluntad de manipuladores populistas.
Actualmente, cada nación europea, tiene sus grupos radicales que son
una vergüenza ante el mundo global que nos rodea.
Y yo, quien siempre he sido muy crítico con el mensaje y con los
mensajeros de Mayo 68, de pronto me
veo ante la necesidad de defender ambición y libertad proclamadas bajo este
signo. Porque los que quieren erradicar este mensaje del fondo europeo, tratan
de reinstalar la doctrina de control y autoridad, incompatibles con la
democracia que vivimos.
Y si en Francia anulan el hecho histórico de la colaboración activa
con los nazi alemanes, hacen borrar la lacra de antisemitismo y racismo que
pesa sobre la historia común de los europeos; no es solamente un asunto alemán.
Vichy es la metáfora de la caida en la tentación estelar del siglo XX.
Igual que la veneración y disculpa de la Unión Soviética simbolizan
la caida en el pecado original izquierdista.
Y el que toca la bandera tricolor de 1789 no sólo comete un acto vandálico contra los derechos civiles y
humanos, sino anula la perspectiva de una Europa que crece hacia su utopía
activa, la que le da vitalidad:
"La Liberté" decía Danton, es más que el derecho a pan; y
hoy podríamos agregar, es más que el derecho a subvenciones gratuitas,
financiadas por el estado totalitario y benefactor. Porque esto es la razón
última de todas las propuestas salvadoras y de los cuentos de hadas políticos:
que renazca el estado omnipotente aclamado por las voces de la masa popular y
controlada por el sabio instrumento de los comités de salud pública.
Ya conocíamos estos instrumentos y también sus remedios, desde la
guillotina al Gulag, y al KZ.
Nada de nuevo bajo el sol,
friedrichmanfredpeter noviembre 14
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