miércoles, 27 de agosto de 2008

El Mito de Prusia (21): Anécdota Sic transit gloria Prusiae

En la región de Altmark, junto al río Elba, situados entre las ciudades Hamburgo y Magdeburg se encuentra el poblado de Schoenhausen, no lejos de la pequeña ciudad de Stendal, bien conocida en literatura. (¿Se acuerdan, Henri Beyle, Blanco y Negro?)

 El poblado de Schoenhausen lo conoce todo estudiante de bachillerato alemán, porque ahí nació Otto von Bismarck, popularmente conocido como el Canciller de Hierro. Algunos descendientes de él se pavonean ahora por la Costa del Sol en un ambiente más divertido. En Schoenhausen  ya no existe el palacete de los Bismarck porque en tiempos de RDA fue derribado y sus restos repartidos por el parque circundante, donde aun se encuentran fragmentos de lozas de Delft bajo la hierba. Sin embargo, no significa eso que no haya nada que ver. La FAZ de Frankfurt lo describe y yo lo transcibo para mis amigos: En el parque quedaron de pie las estatuas de piedra barrocas que los Bismarck colocaron y entre ellas se encuentra un Hércules de muy notable belleza , pero con las nalgas totalmente agujereadas. La explicación es muy sencilla: El joven Bismarck, en su ejercicio de cazador, solía desahogar su ira contra esta estatua cuando había fallado contra las liebres. ¡Qué ejemplo tan bello de paz y armonía si como canciller hubiese seguido esta práctica tan linda!
Los aldeanos de Schoenhausen lograron rescatar algunos objetos del palacete cuando vieron llegar los soldados del Ejército Popular comunista alemán dispuestos a eliminar los restos del feudalismo odiado. Nada de valor. Porque el palacete ya había sido saqueado por el ejército victorioso soviético. Y todo lo que valía la pena estará repartido entre Moscú e Irkutsk. Pero en Schoenhausen se encuentra aun el collar del perro de Bismarck con la bonita inscripción: “Yo muerdo a los progres”. ¡Qué ejemplo tan bello y tan actual en España del día de hoy!  Tal vez  lo imiten los fabricantes de implementos caninos. ¡Qué mercancía rentable podrían ofrecer!
También se encuentra allí el gorro que Otto cazador solía llevar en sus cacerías frustradas. El gorro es feo y viejo con botones de hierro que representan perros. Es curioso que fueron los mismos comunistas que lo habian rescatado de los escombros para exhibirlo en el museo comarcal que llevaba el nombre de “Museo del Feudalismo”. Y allí estaba expuesto bajo la inscripción que denuncia los terribles abusos contra la clase obrera: “Gorro de un  pobre trabajador del campo.”¡Qué ejemplo tan bello de la memoria colectiva histórica de los alemanes y digno de imitar!
No he estado en Schoenhausen. Pero todos estos recuerdos de un glorioso pasado me están motivando para hacerlo.

Manfred

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