martes, 12 de agosto de 2008

El Mito de Prusia (19): Halle, el derumbe urbano

La ciudad de Halle, de unos 240 mil habitantes se encuentra en el “agujero negro” de lo que era la antigua RDA. Rodeada de industria minera de carbón lignito, única fuente de energía de la RDA, y de los correspondientes centrales térmicas, durante decenios aspiraba el humo cargado de azufre que despedían estas chimeneas que como dedos de manos invisibles señalaban hacia un cielo gris como  plomo.

Halle, capital de la antigua provincia prusiana, hoy parece ser la capital alemana de la resignación. Los efectos de los bombardeos no habían sido graves, contrario a la  cercana ciudad de Dresden, capital de Sajonia. Pero bastaron 40 años de euforia socialista con el abandono total de la rica herencia arquitectónica para transformar una joya arquitectónica en un caso para la urgencia  sanitaria. Pasear por sus calles es como leer un libro abierto de historia: Renacimiento, Barroco, Clacicismo y sobre todo la Época de la Fundación ( Gruenderzeit) han dejado páginas escritas en andamios, piedra y ladrillo. Todo eso aun está ahí y en parte admirablemente restaurado, pero predomina la impresión de tristeza, abandono y desolación. Y a pesar de los cientos de millones de euros  en subvenciones después de la unificación, la ciudad parece no poder “levantar cabeza”. La carga  que le cayó encima era demasiado grande: cambio completo de la infraestructura industrial que se había quedado arcáica e improductiva con insuficiente compensación en nuevas tecnologías. Así parece que un triste destino cerrara las puertas del futuro y de mal irá en peor.
Han desaparecido las minas y la industria energética y el cielo se ha vuelto a su gris claro de siempre con intentos de ponerse azul. Pero la gente se va. El número de habitantes está en permanente descenso y las casas tan bellas y restauradas, vacías están, porque los que se quedan no pueden pagar un arriendo razonable o no lo quieren pagar y siguen amontonados en las urbanizaciones que les regaló el progresismo sociata fuera del centro urbano. Prefieren vivir casi gratuitamente en estas edificaciones de cuatro o cinco plantas de construcción prefabricada cuyo fea monotonía altera la impresión de un paisaje idílico. Pues la gente activa se va y deja  una de las ciudades más bellas en el abandono y la precariedad. Emigran. Algunos se van muy lejos, al Canadá o Australia, pero la mayoría a Frankfurt, Stuttgart o Colonia. Las cifras nos dicen que nos encontramos en una de las zonas  más depresivas de Europa con ausencia de crecimiento económico. Y el pronóstico es, que lo peor todavía está por llegar. Cuando treinta porcientos de las casas están vacías - y no hay nadie quien compra o arrienda – los servicios urbanos pronto estarán en quiebra también y ante la acumulación de tales problemas  la sociedad moderna no conoce medidas de emergencia probadas. Es una novedad. ¿Qué hacer con un centro urbano cuando se hayan ido la mayoría de los habitantes?  ¿Para qué sirve continuar con la masiva subvención para restaurar las casas cuando nadie va vivir en ellas? Porque no solamente la emigración es causante de la imparable despoblación; en ninguna parte de Europa nacen menos niños que en la región de Halle. Parece que una mano negra ha pintado con letras invisibles el lema destructivo: Aquí no se puede vivir. Y aparte del elemento económico, el que permanece invisible se halla en las cabezas de la gente. Cuando el partido político más votado sigue siendo el PDS, el Partido del Socialismo Democrático, que se declara sucesor del SED comunista, claramente se ve que un numeroso grupo de la población aun no ha asimilado mentalmente la unificación.  Reservados y resentidos observan la nueva realidad y no ven libertad u oportunidad para nuevas iniciativas, sólo registran ausencias  y falta de atención a sus necesidades y penas. La queja se vuelve hábito general y reemplaza la participación activa que la sociedad democrática exige. ¿Qué remedios hay?
El único remedio que veo, es el dejar que pase el tiempo, que transcurran años y se releve esta generación, porque lo que el tiempo no cura, no tiene remedio. Eso dijo mi abuela que no era de Halle.

Manfred  8 /2008

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