La ciudad de Halle, de unos 240 mil
habitantes se encuentra en el “agujero negro” de lo que era la antigua RDA.
Rodeada de industria minera de carbón lignito, única fuente de energía de la
RDA, y de los correspondientes centrales térmicas, durante decenios aspiraba el
humo cargado de azufre que despedían estas chimeneas que como dedos de manos
invisibles señalaban hacia un cielo gris como
plomo.
Halle, capital de la antigua provincia prusiana, hoy parece ser la capital alemana de la resignación. Los efectos de los bombardeos no habían sido graves, contrario a la cercana ciudad de Dresden, capital de Sajonia. Pero bastaron 40 años de euforia socialista con el abandono total de la rica herencia arquitectónica para transformar una joya arquitectónica en un caso para la urgencia sanitaria. Pasear por sus calles es como leer un libro abierto de historia: Renacimiento, Barroco, Clacicismo y sobre todo la Época de la Fundación ( Gruenderzeit) han dejado páginas escritas en andamios, piedra y ladrillo. Todo eso aun está ahí y en parte admirablemente restaurado, pero predomina la impresión de tristeza, abandono y desolación. Y a pesar de los cientos de millones de euros en subvenciones después de la unificación, la ciudad parece no poder “levantar cabeza”. La carga que le cayó encima era demasiado grande: cambio completo de la infraestructura industrial que se había quedado arcáica e improductiva con insuficiente compensación en nuevas tecnologías. Así parece que un triste destino cerrara las puertas del futuro y de mal irá en peor.
Halle, capital de la antigua provincia prusiana, hoy parece ser la capital alemana de la resignación. Los efectos de los bombardeos no habían sido graves, contrario a la cercana ciudad de Dresden, capital de Sajonia. Pero bastaron 40 años de euforia socialista con el abandono total de la rica herencia arquitectónica para transformar una joya arquitectónica en un caso para la urgencia sanitaria. Pasear por sus calles es como leer un libro abierto de historia: Renacimiento, Barroco, Clacicismo y sobre todo la Época de la Fundación ( Gruenderzeit) han dejado páginas escritas en andamios, piedra y ladrillo. Todo eso aun está ahí y en parte admirablemente restaurado, pero predomina la impresión de tristeza, abandono y desolación. Y a pesar de los cientos de millones de euros en subvenciones después de la unificación, la ciudad parece no poder “levantar cabeza”. La carga que le cayó encima era demasiado grande: cambio completo de la infraestructura industrial que se había quedado arcáica e improductiva con insuficiente compensación en nuevas tecnologías. Así parece que un triste destino cerrara las puertas del futuro y de mal irá en peor.
Han desaparecido las minas y la industria
energética y el cielo se ha vuelto a su gris claro de siempre con intentos de
ponerse azul. Pero la gente se va. El número de habitantes está en permanente
descenso y las casas tan bellas y restauradas, vacías están, porque los que se
quedan no pueden pagar un arriendo razonable o no lo quieren pagar y siguen
amontonados en las urbanizaciones que les regaló el progresismo sociata fuera
del centro urbano. Prefieren vivir casi gratuitamente en estas edificaciones de
cuatro o cinco plantas de construcción prefabricada cuyo fea monotonía altera
la impresión de un paisaje idílico. Pues la gente activa se va y deja una de las ciudades más bellas en el abandono
y la precariedad. Emigran. Algunos se van muy lejos, al Canadá o Australia,
pero la mayoría a Frankfurt, Stuttgart o Colonia. Las cifras nos dicen que nos
encontramos en una de las zonas más
depresivas de Europa con ausencia de crecimiento económico. Y el pronóstico es,
que lo peor todavía está por llegar. Cuando treinta porcientos de las casas
están vacías - y no hay nadie quien compra o arrienda – los servicios urbanos
pronto estarán en quiebra también y ante la acumulación de tales problemas la sociedad moderna no conoce medidas de
emergencia probadas. Es una novedad. ¿Qué hacer con un centro urbano cuando se
hayan ido la mayoría de los habitantes?
¿Para qué sirve continuar con la masiva subvención para restaurar las
casas cuando nadie va vivir en ellas? Porque no solamente la emigración es
causante de la imparable despoblación; en ninguna parte de Europa nacen menos
niños que en la región de Halle. Parece que una mano negra ha pintado con
letras invisibles el lema destructivo: Aquí no se puede vivir. Y aparte del
elemento económico, el que permanece invisible se halla en las cabezas de la
gente. Cuando el partido político más votado sigue siendo el PDS, el Partido
del Socialismo Democrático, que se declara sucesor del SED comunista,
claramente se ve que un numeroso grupo de la población aun no ha asimilado
mentalmente la unificación. Reservados y
resentidos observan la nueva realidad y no ven libertad u oportunidad para
nuevas iniciativas, sólo registran ausencias
y falta de atención a sus necesidades y penas. La queja se vuelve hábito
general y reemplaza la participación activa que la sociedad democrática exige.
¿Qué remedios hay?
El único remedio que veo, es el dejar que
pase el tiempo, que transcurran años y se releve esta generación, porque lo que
el tiempo no cura, no tiene remedio. Eso dijo mi abuela que no era de Halle.
Manfred
8 /2008
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