miércoles, 13 de agosto de 2008

El Mito de Prusia (20): Habla el Rey

Sí, el Rey me habló desde lo alto de su caballo de bronce cuando pasé por su lado cruzando la Avenida Unter den Linden. No le había saludado porque soy republicano. Sin embargo se acordó de mí por el interés que yo había puesto en  Prusia en los capítulos pasados:
-No seas tan pesimista, me dijo, ya casi estás ganándome a mí. Prusia ya no existe pero por aquí pasan gente que yo enseguida admitiría en mi reino.

-¿Les nouveaux réfugiés? Le contesté, porque sabía que le gustaba más el francés que el alemán.
-Como nuevos ciudadanos, me replicó luciendo un inesperado tono nuevo. Aun como estatua de bronce le habían cambiado los tiempos modernos, y se notaba que hablaba sin ironía.
-Usted es realeza, yo soy realista, le contesté. -Y eso me obliga a decir las cosas como son.
-¡No son tan malas, reconstruyen mis palacios, me enterraron junto a mis perros, pero no se ve un solo soldado por toda Berlín.
-Sí, los que más se parecían a sus granaderos regresaron a Rusia y a los del Ejército Popular alemán les quitaron los uniformes y ahora venden esas prendas en los mercados de pulga.
-Pues, no está mal, si todo eso funciona bien sin granaderos, mejor. El militarista no fui yo, eso era mi padre. Lo que necesitais no son reclutas altos sino grandes talentos y los veo pasar por aquí.  Y algunos me saludan.
-¿Quién?
Salif, por ejemplo, un muchacho despierto, inmigró hace años desde Gambia en África y ahora estudia bachillerato, habla alemán, mandinka e inglés. Le gustan las matemáticas y quiere estudiar medicina.
-¿Y el dinero? Le pregunto
-Recibe la beca “Start”, una iniciativa privada digna de mi reino, porque son la gente que forman la esencia de los estados.
No era poca mi sorpresa cuando oí comentarios tan modernos de una cabeza cubierta de un sombrero de tres picos de bronce.
-Y dice este muchacho Salif que quiere que cuando tenga hijos que ellos ya no necesiten más beca ninguna. Es valiente, y me impresiona. Fritz pareció emocionado.
-¿Y las mujeres, no le hablan. Usted tiene fama de misógino?
- El otro día era Angélica, quien me saludó, vino de Kasajstán con su familia y estudia con la misma beca Start.  Es descendiente de aquellos alemanes que mi enemiga Catalina llevó a Rusia y que ahora vuelven como rusos a Alemania. Pero si es cierto, me fijo más en los hombres que pasan. Un tal Volkahn me impresionó. Vino de Hamburgo, es kurdo. Pero me dijo que le interesa más la política de aquí. Dice que se siente alemán. Se dirigió a mí porque sabía que a mí no me interesaba el orígen de la gente. Que sirvan para su oficio. Esto es necesario.
-¿Y no se han presentado aquí esta gente que quieren expulsar a todos los que no son alemanes?
-Los veo y los ignoro. No me parecen dignos de contemplación. Además. Todavía en Prusia existe la justicia que yo he fundado y por aquí pasa una joven abogada, se llama Sylvia, que me lo agradece mucho, ha logrado intervenir en numerosos casos para evitar la expulsión de refugiados. Me ha mencionado lo que dijo aquel desgraciado molinero en Sanssouci “todavía hay una justicia en Prusia”. Además,¿qué significa eso de ser alemán? Aquí estamos en Prusia.
- ¿Todavía no le ha perdonado al molinero?
- Claro que no, no me dejaba dormir por el ruido del molino. Pero, más vale que haya justicia aunque el Rey no duerma tranquilo.
- ¿Y ahora, aquí?
- Ya no duermo, soy de bronce.
-¿Veo que usted está a gusto aquí, o me equivoco?
-No te equivocas, aquí estoy bien. Los tilos crecen y empiezan a darme sombra. Si no fuera por las malditas palomas que me cagan encima, no me quejaría.
-Pero usted lleva sombrero de bronce, Majestad, ¿qué le puede pasar?
¿Qué más puedo decir sobre Prusia? Me siento muy honrado con esta entrevista que me obsequió el que había sido Rey de Prusia, a mí que soy un simple visitante  forastero de nuevos tiempos, y encima republicano.

Manfred  8/2008

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