“Tenemos
una república que no sigue las leyes de otras sino que da leyes y ejemplo a
otras, y nuestro gobierno se llama democracia, porque somos muchos y no pocos
que administran la república.
Nosotros
gobernamos libremente; y asimismo en los tratos y negocios que tenemos
diariamente con nuestros vecinos. Comunicamos unos a otros nuestros bienes
particulares y al bien común no infringimos, no por temor al juez sino por
obedecer a las leyes.
No
necesitamos encarecer nuestros hechos con elogios, pues, sabido es que, por
nuestro esfuerzo y osadía, hemos hecho que toda la mar se puede navegar y
recorrer toda la tierra.
Por
tal ciudad, los difuntos cuyos exequias hoy celebramos han muerto peleando. La
grandeza de nuestra ciudad se debe a la virtud y esfuerzos de los que por ella
han muerto. Estos varones os ponemos delante de los ojos, dignos de ser
imitados, para que conociendo que la libertad es felicidad y la felicidad es
libertad, no temáis los trabajos y peligros de la guerra.”
Oportunidad para ello no le ha faltado, pero
sí le faltan el valor moral y el
espíritu de radical igualdad manifiestos en el texto. Por la causa de la democracia americana no
pelean todos; sólo lo hacen a los que se les paga. Y el comandante supremo se
encuentra lejos del escenario de los conflictos. Tal vez por ello le falta el
vocabulario adecuado. En plena crisis de los valores, los occidentales suelen
poner bombas y bombones, técnica y ayudas, en los campos de batalla. Sus
fanáticos enemigos vierten sangre y exponen sus vidas.
¡No, no ha sido tampoco el sr. Zapatero quien
pronunció este discurso! A ese político moderno le horroriza la guerra y le
fascina la paz y el progreso exije que a la muerte violenta se le considera
accidente y se debe combatir con el diálogo en la boca de los fusiles. La acción
militar es el gesto teatral de una sociedad entregada a la barbarie de un diario
bienestar. Democracia progresista no exije privación ni sacrificio. ¡Es tu
derecho que te dejen en paz gozando la vida! El progreso acaba de reemplazar el
ideal democrático, está prohibido mirar atrás, porque sobre los escombros del
ayer se levantan los pisos modernos donde la eterna juventud habita.
Entonces, habrá sido uno de tantos políticos
que llenan los escenarios públicos europeos y se pelean por exhibir la manifiesta originalidad de su proyecto.
¡No, tampoco! Nunca se atreverían exigir a un
público sacrificio o solidaridad con un proyecto peligroso de difícil
realización. El público moderno espera promesas, donaciones, regalos y
subsidios, que le den soluciones y no retos inquietantes que perturban el
descanso y las merecidas vacaciones.
¿Quién enonces ha sido el atrevido por alabar
el sacrificio y la entrega de la vida a la democracia cuando estamos todos
convencidos que el ideal democrático es uno de los trucos más para quitarnos la
felicidad individual que se nos debe?
El
individuo atrevido se llama Péricles, quien como político y orador dio ese
discurso fúnebre en el año 431 a.C. en el cementerio del Keramicón de Atenas.
Su panegírico a los muertos en combate sirvió
de soporte para formular un elogio a la gloriosa Atenas antigua que se nos
presenta como cuna de la cultura cívica. El discurso de Péricles es un reto para
la conciencia moderna: Ninguna promesa, ningún consuelo dulcificador en un
momento de la derrota militar. Son los idividuos que activamente participaban
en las decisiones que rigen la ciudad compartiendo sus riesgos. Así se
transformaban en ciudadanos activos que gozan de libertad, justicia e igualdad.
Esa ética o moral pública se traduce en proyecto colectivo en beneficio de
todos y que cuesta, y a ellos les ha
costado la vida.
¿Por qué es imposible el discurso de Péricles
en la actualidad?
Egon Flaig, profesor de historia antigua de
la universidad de Rostock, menciona dos causas:
-1.La ausencia de consenso básico en la
sociedad moderna.
¿Qué significa eso? No significa que todos
seamos de izquierda o de derecha. Esa discusión aburrida distrae al público y
no toca los problemas esenciales. Falta de consenso se manifiesta en el comportamiento diario común
y corriente que persigue el propio beneficio sabiendo que causa daño al interés
general. La ausencia casi notoria de espíritu cívico en cuestiones de interés
público es obvia y caracteriza el comportamiento tanto de pobres como de los
ricos en nuestra sociedad. Un ejemplo patente son la actual crisis monetaria
internacional o el pan y circo gratuitos en reemplazo de una verdadera política
social. En ambos casos, solidaridad no es con el bien común sino con los
propios intereses egoistas, indiferentes ante los daños causados a los demás.
Sin embargo, todos ellos cultivan un lenguaje solemne e hipócrita, elemento
principal de la publicidad y de campañas electorales.
-2.Prestar servicios es desprestigiado y sacrificio
se toma por negativo.
Tonto es, quien no busca su propia ventaja y
más tonto aquel que no sabe poner a
salvo sus intereses particulares ante las reglas que la sociedad le impone “injustamente”.
El clamor a favor de la llamada “profesionalidad” en los servicos sociales no
hace más que justificar la propia indiferencia. Libertad es ser libre de
responsabilidad, e “insumiso” sinónimo
de autonomía.
La sociedad
bajo este estado de ánimo cae en nueva barbarie. Barbarie que ahora no
se encuentra apartada de la civilización en un remoto lugar, sino ocupa su
mismo centro entregado al progresismo. Cuando todo es considerado legítimo y
para todo hay un derecho, ya nada tiene valor y todo se reduce a apreciación
subjetiva.
Así la voz de Péricles ha perdido todo valor
y carece de eco social; queda reducida a un elemento curioso de tiempos pasados.
Admiramos la belleza museal del Partenón, pero preferimos las discotecas.
Naturalmente no nos referimos al mundo griego
como un ideal. No podríamos soportar su cruel realidad. Pero deberá ser nuestra
referencia cuando usamos la “democracia” para tapar proyectos egoistas de
insolidaridad.
Manfred
Oct.2008
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