La universidad se había mudado a otro lugar mejor, dejando atrás lo que yo conocí siendo estudiante allí durante los años cincuenta del siglo pasado.
Mudanzas de este tipo no son solamente
técnicas, tienen un dimensión mayor, suelen ser profundas en sus consecuencias.
Dicen que la nueva sede figura como el Campus más atractivo en Alemania, su
carácter de fundación libre y autónoma se destaca.
Frankfurt siempre ha sido signo de
modernidad y libertad, su radiación llegó más allá de fronteras regionales y
nacionales, por ello Frankfurt es metáfora de democracia para el año 1848 y
después en 1949 nuevamente.
¿Qué pasará con el Institut für
Sozialforschung – el Instituto de Investigación Social – donde pasé parte de
mis estudios universitarios?
El instituto fue fundado en 1924 en ese
mismo lugar y financiado por la donación de Hermann Weil, multimillonario
argentino. Es éste un hecho curioso, que un capitalista financiara una
institución que se proponía -sobre la base de un marxismo renovado- crear una
teoría crítica y en permanente actualización de la sociedad; no simplemente
anticapitalista, sino antiideológica por principio.
Die kritische Theorie – la teoría crítica
– se conoce en el mundo entero. En esencia ha querido salvar la dimensión
humanista ante el acoso de un mundo mecanizado, tecnificado, autoritario.
Hostil a todo pensamiento único, dispuesta a variar y cambiar, la teoría
crítica ha inspirado y ha desorientado al mismo tiempo. No es misionera; no se
acude a ella en busca de alimentación para revoluciones, ni justifica
opresiones de ninguna clase.
Después de la larga noche
nacionalsocialista, el instituto fue refundado en 1949 y desarrolló su
actividad bajo la dirección de Max Horkheimer, en estrecha colaboración con
Theodor Adorno; ambos habían regresado del exilio forzado para resucitar en
Alemania el libre pensamiento y la resurrección moral, bajo el lema que
invisiblemente pudiera estar escrito sobre el portal de entrada:
Auschwitz - nie wieder – Auschwitz - nunca
más.
La actividad del instituto siempre cubría
amplios sectores del saber, desde la teoría filosófica, a la sociología, la
investigación social, la economía y la cultura. Adorno además era músico, y
crítico musicólogo. Y no se limitaba a su actividad de docente universitario,
sus comentarios en la prensa y en la radio eran famosos.
¿Qué ha quedado de todo eso? ¿Ha caido con
la torre demolida, víctima del imparable proceso de actualización?
Yo salí de Frankfurt, terminando mis
estudios en 1960, todavía quedaba un buen trayecto para que sonaran los
tambores de la revolución estudiantil de 1968, una revolución que solía rebosar
de citas “prestadas“, desde la teoría crítica, o más bien a la Escuela de
Frankfurt como comenzó a llamarse.
Y yo, desde una distancia creciente
registré eventos del todo incomprensibles. Dos escenas grabadas en fotografías
de la prensa de los años setenta:
.-Theodor Adorno, llamando a la policía
para que diera fin a la ocupación violenta del instituto por parte agresores
que se llamaban estudiantes.
.-Theodor Adorno, rodeado de mujeres
desnudas quienes le impedían dar la clase de filosofía correspondiente.
Había llegado la hora de la calle, la hora
de activistas ansiosos de soluciones extremas, no para la sociedad sino para
ellos mismos. Sobre todo eso ha pasado el tiempo y hoy, como un punto final, la
caida de la torre universitaria.
¿Qué queda? ¿Qué nos ha dejado la Escuela
de Frankfurt?
Axel Honneth, el actual director del
instituto en una entrevista reciente dice:
<La Teoría Crítica exige mantenernos
despiertos, debemos estar alertos contra los somníferos que nos hacen creer que
todo está en orden, porque esa teoría es una crítica de la sociedad desde
adentro>
El paradigma de Auschwitz realmente es
este: La razón instrumentalizada se asocia a la barbarie, reduciendo al hombre
a máquina, a objeto, a cosa, a elemento despreciable y por ende eliminable. Y
el poder de tal paradigma no ha acabado, vive con nosotros, y se sirve de
nosotros, llenando nuestras vidas con falsas promesas seudoliberales.
Las tesis de la Teoría son radicales, pero
de un radicalismo del pensar y no del actuar. Y eso toca el fondo del conflicto
con el movimiento estudiantil que culmina reprochando que la Teoría no quiere
cambiar nada.
Jürgen Habermas ha querido cerrar esta
brecha, elaborando una extensa teoría de la comunicación; por su lado,
escritores como Enzensberger han llevado su mensaje al discurso general,
haciendo cambiar Alemania, y Alemania ha cambiado. Nos preguntamos hoy con
naturalidad ¿Cómo queremos vivir?
Y eso es un nueva realidad que tiene en su
esencia como causa el mensaje desde Frankfurt a la República Alemana, un
mensaje libertador.
La Escuela de Frankfurt ha entrado en la
categoría de los clásicos inmortales.
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