miércoles, 26 de febrero de 2014

1914: La Guerra de los Imperios

<El siglo XIX  era el siglo de los imperios y culminó en una guerra mundial.  Cada uno de los combatientes movilizó ayudas periféricas que tuviera a disposición. Al imperio alemán le faltaron tales reservas, porque no pudo acceder más a sus colonias  después de1914 y por eso tuvo necesidad de abrirse acceso a sectores cuasi – coloniales. Después de la guerra algunos imperios fueron disueltos, no los más importantes de ellos. Alemania perdió sus pequeñas colonias, poco relevantes. Los vencedores dominantes se las repartieron. El Imperio Habsburgo, un compósito centroeuropeo y multiétnico, se disolvió en fragmentos. Del Imperio Otomano sólo quedó Turquía y los cuasi colonias orientales bajo mandato británico o francés. Rusia perdió Polonia, las regiones del Báltico, pero bajo el nuevo gobierno soviético mantuvo una unión imperial sobre la mayoría de los pueblos no – rusos, igual que el imperio del zar.
El siglo de los imperios en el año 1919 aun no había acabado.>[1]

Es por eso que tampoco quedaron resueltos los conflictos entre ellos. La guerra de 1914 a 1918 nada resolvió, el mundo amaneció, retuvo el aliento como diciendo: ¿Y ahora qué pasa?

Antes de contestar a eso debemos preguntarnos, ¿cuáles habían sido las causas a llevar al mundo y especialmente  Europa a esta situación?  De los imperios entregados a este conflicto no salió el esperado nuevo orden mundial, sino una continuación de la rivalidad entre los cinco grandes, la pentarquía mundial del siglo XX:  los imperios británico, francés y americano – vencedores por un lado – ; el ruso soviético y lo que quedó del alemán – el duo de los vencidos, resentidos y preparados a la revancha – por el otro.
De esta constelación, veinte años después, surgiría una nueva orgía de destrucción que elevó el  número de los muertos a más de cincuenta millones. Ocho millones se había tragado la anterior. La mecha que había incendiado el mundo en1914 aun estaba ardiendo.

¿Qué causas hubo para que tal pudiera suceder?
En el transcurso del siglo XIX los imperios lograron crear un nuevo orden mundial. El imperio marítimo inglés, el terrestre como el ruso, o uno mixto como el americano, diseñaron su “frontera“ de expansión eficazmente, dejando a los demás en un segundo plano; y estos -en escala menor- hicieron lo propio en cuanto pudieron.
 La extensión del poder "blanco" en África, la extensión del poder "civilizado" en el Brasil fueron idénticos. La expansión fue profunda y el precio de ello fue la eliminación de poderes ancestrales, rivales o autonómicos; ello contando con la eliminación física de millones de vidas humanas de las etnias opuestas. Así, las poblaciones indígenas de América del Norte y de Australia practicamente fueron extinguidas, las de la India reducidas drásticamente. Una especie de „manifest destiny“ ordenó en estas operaciones. No fueron planeadas sistemáticamente como el posterior holocausto nazi, pero friamente ejecutados con las miradas puestas en un horizonte imperial. El colono -interno o emigrante europeo-  se hizo dueño de la acción. Todo lo que le convenía lo hizo pasar a ley; se decía que tal era natural y sin alternativa. Un cambio fundamental. El mundo entero, sus reservas naturales y humanas fueron sacrificads a este nuevo  orden político, económico, cultural y filosófico.
¿A quién extraña la aparición de la teoría racista y el dogma de la superioridad del hombre blanco sobre los demás, hasta el extremo de negarles calidad de seres humanos? Más fácil fue relizar  su eliminación  masiva.
Fue un proceder novedoso, una revolución ética y moral con beneficios inagotables, no comparable con las conquistas realizadas siglos antes por poderes imperiales como el español, el portugués o el chino. Estos quedaron rezagados, obras de museo de la historia, o reducidos a estatistas como  el otomano. En el arsenal de medidas agresivas se dejó preparada toda la munición para explotar  posteriormente, otra y otra vez.

Pero al final del siglo, estas fronteras a conquistar y a extender toparon con límites naturales. No quedaron más territorios "libres" para conquistar, ocupar, repoblar, explotar. Los que habían llegado tarde quedaron cortos o excluidos; los que poseían herencias antiguas fueron expropiados y quedaron excluidos en el  juego de mesa de los grandes.
Los que resignadamente ocuparon segundos puestos, buscaron elevar su posición a costo de vecinos, comenzando una conquista interna de recursos, de movilizar reservas, de autocolonizarse cuando pudieron. El último caso es el típico de Rusia. Desde los zares y continuada por los bolcheviques. Y todos defendieron sus intereses con garras y uñas.

El gran triunfante, el imperio británico gobernando los mares exhibió su bandera en los cinco continentes ; el imperio alemán que llegara tarde al reparto del mundo desarrolló una nueva e inesperada ofensiva industrial y militar; no quiso conformarse con las migajas que sobraron y como nuevo poder industrial en auge, buscó presencia más allá de sus fronteras ccntroeuropeas.
Y el eje de las relaciones entre los imperios rivales comenzó a girar, poniendo cada vez más Berlín en el centro de las atenciones, síntoma de que el equilibrio entre las potencias estaba alterado.
Sin embargo, el común de la gente en estos imperios no se dio por enterado de los peligros vigentes. El mundo parecía vivir una era de paz dorada. Una economía globalizada aportó bienestar y riqueza a una minoría creciente y suavizó los  sufrimientos de los pobres. Los imperios se modernizaron.  Aun se hablaba en términos territoriales, pero en realidad había comenzado ya la era de los centros urbanos. Durante siglos las ciudades más grandes se encontraron en Asia. La ciudad de Manila en las Filipinas españolas era mayor que Viena. Esto cambió: Paris, Londres, Nueva York, Berlín, San Petersburgo ahora marcaron el territorio político de la nueva realidad.
Después este "Reich", la nueva Alemania, chocó fuertemente con los intereses de los demás; no le quedó más aliado que el moribundo imperio austriaco de al lado. Impresionante bloque territorial pero escaso de reservas y amenazado  por un proceso de disolución interna. El peligro mortal de estos dos imperios europeos era el naciente  nacionalismo. Lenta e invisiblemente las sociedades imperiales empezaron a cambiar. Lo que durante siglos no había sido más que entidad étnica y cultural comenzó a pronunciarse como nación para exigir vida política propia. La evolución hacia el modelo del estado – nación empezó a corroer estos imperios desde adentro, obligando a políticas de conservación y de compromisos, no de empuje con los nuevos rivales del poder, los enemigos internos. Los gritos de guerra que de ahí salieron no eran más que formas de pedir auxilio. No eran manifestaciones de poder sino de debilidad.

El estado imperial entró en crisis al sufrir su transformación en estado nación. Problema fundamental para toda Centroeuropa.
¿Quién soy? Se hizo más importante que ¿a quién sirvo? 
Soy checo, búlgaro, rumano, húngaro, serbio, etc. se decía y ¿dónde está mi nación?
La Revolución Francesa había contestado a esta pregunta asi: francés es quien quiere serlo. Pero esta opción quedó cerrada a las tradiciones autocráticas de los demás europeos. Se refugiaron en la etnicidad de un sentir y un modo arcaicos.
Quedó asi Francia el único imperio con identidad moderna de estado nación seguida por el nuevo imperio americano.
Ante circunstancias así, estuvo servido este menu de la discordia que encontró su desahogo finalmente en los sucesos de 1914 a 1918.

Muchas voces manifiestan que esta catástrofe política, social y humana fue buscada por poderes interesados. Yo no comparto esa idea. Habría sido posible evitarla  porque todo lo que hacemos los hombres, es controlable y evitable. Pero habría sido necesario un esfuerzo rozando la genialidad. Y no apareció ningún genio en el panorama.
Por eso todos perdieron, también los que celebraron su victoria.

¿Qué hacer con Alemania? Esto fue el reto después de derrotada.
¿Reducirla a sus fronteras naturales? ¿Pero, cuáles eran? ¿Y qué es natural?
La gran historia en el centro de Europa había diseñado multiples variantes. Era imposible encontrar una solución satisfactoria entre los contrincantes. Los que tenían oidos finos oyeron caer las bombas de revanchas  por venir... y vinieron.

friedrichmanfredpeter   febrero 2014 




[1] Jürgen Osterhammel, Die Verwandlung der Welt, München 2009, p. 670

No hay comentarios:

Publicar un comentario