en un tiempo previsible, lo dijo Helmut Schmidt, canciller.
El candidato a canciller de la socialdemocracia alemana Peer Steinbrück visitó a Grecia recientemente y fue recibido por el presidente griego con las siguientes palabras:
"He combatido contra los alemanes cuando tenía catorce años, pasando hambre; y me duele ver ahora a compatriotas míos pasando hambre, por la política alemana."
El señor presidente, con falta de cortesía, expresó lo que muchos europeos del sur sienten:
Alemania no es un país vecino normal; se le observa con mirada de sospecha y de extrañeza. Historia y presente se funden, creando imágenes de exageración, de simpleza y falsedad, clichés
que se solidifican.
–Son raros y diferentes, estos alemanes, se dice.
En estos días fue enterrado en Frankfurt el crítico literario Marcel Reich - Ranicki. Miles de personas de distintos estratos sociales le acompañaron, entre ellos, el presidente del país.
El hijo del difunto, en conferencia de prensa, dijo lo siguiente: "Mis padres han encontrado una tumba en Alemania. Ninguno de los demás familiares la hallaron." ¿Se refirió a un verso de Celan, que los judíos habían encontrado su tumba en el aire?
El eco de la historia retumba en el presente, y deja atónito a los que son de generaciones que nada tienen que ver con crímenes cometidos setenta años antes.
Pero Alemania no es, ni puede ser un país normal. Y por eso, aquí todo es diferente.
¿Cuáles son las marcas de esta diferencia? –Tiene un ejército, pero casi no se nota. Un desfile militar sería imposible, debido a la oposición del público.
–Tiene Berlín, capital histórica y nueva, pero el peso económico se encuentra en Frankfurt, Hamburg, München y en las ciudades recien "reconvertidas", Leipzig y Dresden.
–Tiene esa capital casi cuarenta museos, dos óperas y numerosos teatros, pero no ha sido capaz de reconstruir el palacio real de la era prusiana. En el centro de la ciudad, hasta el año veinte probablemente, seguirá un vacío; y una vez reconstruido, no se llamará Palacio Real, sino Humboldt Forum, porque la monarquía prusiana se acabó, para mucha gente hasta su recuerdo.
–Tiene una canciller, que en doce años de gobierno, ni una sola vez ha citado el nombre de Otto von Bismarck, quien fue el primer canciller de la nación.
–Tiene un equilibrio de poder entre "Bund" y "Länder", entre unión y federados, representados en los órganos "Bundestag" y "Bundesrat", un balanceo permanente e invisible.
–Tiene gobiernos de coalición en todos los niveles, en los gremios locales, los Länder y en la central. La coalición obliga a formar compromisos; por eso evoluciona a principios pragmáticos,
dejando fuera la clásica división entre "izquierda y derecha".
–Tiene leyes contra el extremismo político, que no impiden que haya grupos extremistas, pero son vigilados por la justicia. Si buscan representación política, deben ser constitucionales.
–Tiene un economía, la más sólida y pujante de la Unión Europea y está omnipresente en el mercado mundial. Y su fuente de crecimiento no es el capital financiero, sino la alta productividad
de la industria.
–Tiene la formación profesional "dual" que combina el trabajo en la producción con el estudio; casi desconoce el paro juvenil.
–etcétera.
Alemania no es normal, es diferente en casi todas las marcas sociales y económicas.
Fuera del ambiente del futbol, nadie se atrevería manifestar ser orgulloso de ser alemán.
Sin embargo, con cierto orgullo diría que es del sur, del norte, del este, porque no hay una Alemania sino varias; entre Baviera, Hamburgo y Berlín existe rivalidad y en cierta medida hay aversión, suavizada por humor y risa.
¿Cuánto tiempo ahora durará la formación de un gobierno de coalición, que será entre ganadores y perdedores en las elecciones generales del 22 de septiembre 13?
En el fondo, todas las fuerzas democráticas deben poder formar coaliciones. Ninguna fe o credo político lo impedirá. Está abierta la partida de póker, y la canciller es una experta en este juego. Y cuando finalmente surgirá "humo blanco" y nuevamente "habemus" Kanzlerin, aquella se llamará nuevamente Angela, y nos quedará resignar o aplaudir, según cómo hemos votado. Relata Le Monde que Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, en su visita a Berlín fue obsequiado con un casco militar antiguo, de estos con el pico prusiano, que Heinrich Heine llamó el pararrayos.
¿Significa este gesto irónico un primer paso a la normalidad?
¿Seremos alguna vez normales, como los demás?
Lo deseaba Helmut Schmidt, y por eso lo quiero yo.
friedrichmpeter 27 de sep. de 13
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