¿A qué Escuela
perteneces? me preguntan.
–A la Escuela de
Frankfurt[1]
– contesta a veces una voz desde atrás; así con frecuencia fui presentado con tono de
recomendación en Colombia. En ciertos círculos, ser recomandado así, abre puertas
después de sonrisas simpáticas.
Yo permanecí
callado, cuando en realidad debería haber dicho: –a ninguna. Fui cobarde.
Pero admito la
cercanía, porque es cierto, Teodoro Adorno, Charlie Chaplin y yo
compartimos el mismo criterio sobre el
hombre masa, el clásico personaje corriente y aparentemente insignificante,
pero figura responsable de los desastres de los tiempos modernos.
No, porque los
causara, sino porque activamente participó en desactivar la conciencia
individual para reemplazarla por la obediencia colectiva. Su carácter
autoritario le hizo colaborar con toda clase de dictaduras, siendo él mismo su
más íntimo defensor y protagonista. Un actor que desde el anonimato sigue
ejerciendo su poder social, consiguiendo ser malhechor y su victima de si mismo
al mismo tiempo. Y sin su presencia y colaborción, desde Musolini a Hitler y
Stalin, el poder ideológico total habría sido episodio. Todos los obedientes y
bien pensantes , sin embargo, le han dado vida, haciendo que utopías sociales y
raciales pudieran ser reales
temporalmente antes de caer ante sus propias inherentes contradicciones. Y sus
ejecutores anónimos, allí estuvieron actuando, sembrando terror con la
conciencia tranquila. ¿Inocentes verdugos del mal?
¿Y este hombre
mediocre, qué ha sido de él, posteriormente, cuando finalizó la gran tragedia?
Pues, sacudiéndose
el polvo de sus sandalias, se ha dedicado a crear una nueva realidad a la
medida de su carácter autoritario: la sociedad de consumo desenfrenado, la
libertad del comprador de la felicidad a crédito, con fondos en su cuenta
corriente y con acceso a Internet y vacacioes de ensueño.
Para entender esto
no se necesita la Escuela de Frankfurt, basta hojear las revistas expuestas en
la sala de espera del dentista.
¿Y qué remedio proponéis
Adorno, Chaplin y compañía?
La anti-autoridad
funciona en las películas de Chaplin. Más de cincuenta perseguidores no logran
detener al fugitivo rebelde. Su jugada torpeza es el supremo arte del
comediante, arranca la máscara a la idiotez reinante. Su triunfo está en la
risa del público emocionado que por un momento parece haber ententido. Sin
embargo, el mismo público al salir del cine estaría dispuesto a perseguir a un
ladrón de bicicleta.
La realidad se
escapa al discurso artístico y filosófico. Por eso Theodor Adorno no se fiaba
de los mensajes antiautoritarios. Mientras no naciera otro hombre, mientras no
cambiara profundamente las reglas del juego, un cambio de la baraja de naipes
no produciría más que un fetiche temporal, una bandera más a seguir escupiendo
frases banales.
Los del 68 se
sintieron defraudados y abandonados y hasta ofendidos por un personaje que
habían considerado su profeta. Lo dejaron caer bruscamente, indirectamente lo
mataron.
No fui uno de ellos,
me alejé de todo eso mucho antes. Descubrí la filosofía de Manuel Kant a través
del seminario del kantiano Sturmfels. Aprendí y escribí sobre las categorías de
Kant y a Adorno lo dejé en medio de sus discursos perfectamente construidos
como el arte de una fuga, era músico.
Nunca nos
sacudiríamos este polvo de las sandalias del pasado. La gente somos como somos.
Y las categorías de Kant nos lo explican todo y mejor.
Conclusión: Mi
Escuela, esa soy yo.
friedrichmanfredpeter 30/06/2012
[1]Escuela de Frankfurt no es el nombre de una institución sino la
descripción de una tendencia promovida principalmente por el director del
Instituto de Investigación Social Theodor Adorno, quien al mismo tiempo era
profesor de filosofía general de la U de Frankfurt. Tal denominación nació en
los años posteriores a la Revolucioón Cultural promovida por la generación de
estudiantes después del Mayo 1968.
No hay comentarios:
Publicar un comentario