sábado, 30 de junio de 2012

¿Qué Escuela es la mía?

¿A qué Escuela perteneces? me preguntan.
–A la Escuela de Frankfurt[1] – contesta a veces una voz desde atrás;  así con frecuencia fui presentado con tono de recomendación en Colombia. En ciertos círculos, ser recomandado así, abre puertas después de sonrisas simpáticas.
Yo permanecí callado, cuando en realidad debería haber dicho: –a ninguna. Fui cobarde.

Pero admito la cercanía, porque es cierto, Teodoro Adorno, Charlie Chaplin y yo compartimos  el mismo criterio sobre el hombre masa, el clásico personaje corriente y aparentemente insignificante, pero figura responsable de los desastres de los tiempos modernos.
No, porque los causara, sino porque activamente participó en desactivar la conciencia individual para reemplazarla por la obediencia colectiva. Su carácter autoritario le hizo colaborar con toda clase de dictaduras, siendo él mismo su más íntimo defensor y protagonista. Un actor que desde el anonimato sigue ejerciendo su poder social, consiguiendo ser malhechor y su victima de si mismo al mismo tiempo. Y sin su presencia y colaborción, desde Musolini a Hitler y Stalin, el poder ideológico total habría sido episodio. Todos los obedientes y bien pensantes , sin embargo, le han dado vida, haciendo que utopías sociales y raciales  pudieran ser reales temporalmente antes de caer ante sus propias inherentes contradicciones. Y sus ejecutores anónimos, allí estuvieron actuando, sembrando terror con la conciencia tranquila. ¿Inocentes verdugos del mal?
¿Y este hombre mediocre, qué ha sido de él, posteriormente, cuando finalizó la gran tragedia?
Pues, sacudiéndose el polvo de sus sandalias, se ha dedicado a crear una nueva realidad a la medida de su carácter autoritario: la sociedad de consumo desenfrenado, la libertad del comprador de la felicidad a crédito, con fondos en su cuenta corriente y con acceso a Internet y vacacioes de ensueño.

Para entender esto no se necesita la Escuela de Frankfurt, basta hojear las revistas expuestas en la sala de espera del dentista.
¿Y qué remedio proponéis Adorno, Chaplin y compañía?
La anti-autoridad funciona en las películas de Chaplin. Más de cincuenta perseguidores no logran detener al fugitivo rebelde. Su jugada torpeza es el supremo arte del comediante, arranca la máscara a la idiotez reinante. Su triunfo está en la risa del público emocionado que por un momento parece haber ententido. Sin embargo, el mismo público al salir del cine estaría dispuesto a perseguir a un ladrón de bicicleta.
La realidad se escapa al discurso artístico y filosófico. Por eso Theodor Adorno no se fiaba de los mensajes antiautoritarios. Mientras no naciera otro hombre, mientras no cambiara profundamente las reglas del juego, un cambio de la baraja de naipes no produciría más que un fetiche temporal, una bandera más a seguir escupiendo frases banales.
Los del 68 se sintieron defraudados y abandonados y hasta ofendidos por un personaje que habían considerado su profeta. Lo dejaron caer bruscamente, indirectamente lo mataron.

No fui uno de ellos, me alejé de todo eso mucho antes. Descubrí la filosofía de Manuel Kant a través del seminario del kantiano Sturmfels. Aprendí y escribí sobre las categorías de Kant y a Adorno lo dejé en medio de sus discursos perfectamente construidos como el arte de una fuga, era músico.

Nunca nos sacudiríamos este polvo de las sandalias del pasado. La gente somos como somos. Y las categorías de Kant nos lo explican todo y mejor.
Conclusión: Mi Escuela, esa soy yo.

friedrichmanfredpeter  30/06/2012



[1]Escuela de Frankfurt no es el nombre de una institución sino la descripción de una tendencia promovida principalmente por el director del Instituto de Investigación Social Theodor Adorno, quien al mismo tiempo era profesor de filosofía general de la U de Frankfurt. Tal denominación nació en los años posteriores a la Revolucioón Cultural promovida por la generación de estudiantes después del Mayo 1968.

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