„Das Deutschland welches wir lieben und zu sehen
begehren, hat nie existiert, und wird vielleicht nie existieren. Das Ideal ist
eben etwas, das zugleich ist und nicht ist [...]. Die Menschen gedeihen nur an der geheimnisvollen Wärme eines nie
gesehenen Sternes.” (Lagarde – George – Kantorowicz )
=
“La Alemania que queremos y que deseamos ver, nunca
existió, y tal vez nunca existirá; porque el ideal es algo que existe y no
existe al mismo tiempo …. Los hombres sólo prosperan ante el calor misterioso
de una estrella nunca vista.”
En estas pocas palabras se resumen ideas y vivencia
de las generaciones de intelectuales alemanes nacidos entre 1890 y 1945. Son
estos los años dramáticos y trágicos de nuestro país, marcados por guerras y
crímenes nunca vistos y jamás esperados.
El espíritu manifestado en estas frases nació cien
años antes, durante la época marcada por el romanticismo en artes, literatura y
pensamiento teórico[1].
Alemania no había surgido de las cenizas tal como desearon los combatientes
contra Napoleón. Después de intentos de revolución, la obra de Bismarck
solamente fue un logro dinástico, y se le consideró inconvincente e
insuficiente, un descenso.
Por eso aquel ideal siguió vivo en los sueños de
poetas y pensadores. Y de este sueño no se escapó nadie que fuera educado en un
Gymnasium alemán y quien fue alimentado con imágenes y tópicos de este idealismo
vigente. Yo tampoco.
Una fecha marcada es Octubre de 1913: delegados jóvenes
de todas las regiones alemanas se reunieron sobre la montaña del Hohen Meissner
y fundaron la organización para portar la antorcha del ideal: Der Wandervogel =
El Pájaro Migratorio.
Todas las organizaciones de juventud alemanas
posteriores son sucesoras del Wandervogel, mágico emblema de la rebelión. El
lejano ideal fue descrito muy vagamente: “Pureza, Verdad, Amor”. En la realidad
eso significó, dejar atrás la sociedad constituida sobre estamentos dinásticos,
progreso industrial y bienestar de una dócil burguesía corrupta. Esa voz de protesta
juvenil penetró todos los estamentos sociales y organizaciones, sean nacionalistas,
socialistas, cristianas o judías; todos ellos formando parte de ese modo
específico de rebelión.
Y todos cantando:
“Wilde Gesellen vom Sturmwind durrchweht/ Fürsten in
Lumpen und Loden/ Ziehn wir dahin bis das Herze uns steht/ Rebellen bis unter
den Boden/” =
Fieros muchachos sacudidos por el viento / Príncipes
en harapos y loden/ Caminamos hasta que el corazón se para/ Rebeldes hasta debajo
de la tierra/
Fuera de Alemania este movimiento juvenil alemán no
encontró eco ni comprensión. Un ejemplo de eso son los reportajes del
periodista español Manuel Chaves Nogales, quién en el año 1933 – año de la toma
de poder nazi – visita Alemania y describe sus impresiones; hace referencia a
los numerosos albergues de la juventud - algunos en castillos medievales -,
“que hay por toda Alemania para proporcionar refugio
a estos muchachos vagabundos, medio mendigos, medio deportistas, que con un
morral a la espalda y una mandolina en el pecho cruzan sin rumbo los caminos de
Alemania.”[2]
No eran necesitados de caridad, esa era su forma de
vida.
Lo que el autor de estas observaciones vio, era la
posterior élite de la nación. De mendigos no tenían nada; y si los hubiera
observado más de cerca, habría visto que llevaban banderines de color arcoiris
y un retrato del “pájaro migratorio”. Los albergues fueron obra de la labor incansable
de un singular personaje a quien siendo anciano lo conocí personalmente, un
profesor de Gymnasium.
No es de extrañar que el nazismo naciente se apoderara
del signo del Wandervogel y después de prohibir sus distintas organizaciones,
lo integrara en la única organización permitida:
Die Hitlerjugend. Así, la organización rebelde se
transformó en un elemento más de la dictadura nazi.
¿Por qué tuvo éxito?
No hay ninguna duda, que muchos elementos del
proyecto esotérico de esa Alemania escondida se prestaron para alimentar la
ideología nazi. “Pureza” es un término muy ambíguo y peligroso cuando cae en
bocas de racistas y raza no figuraba en el vocabulario de Wandervogel. Es
lamentable, no haber destacado el término de la libertad individual contra el
poder estatal en el programa fundador[3].
Tampoco agrada el carácter sexista de la organización que marginaba la
presencia de la mujer tal como era usual en la sociedad de entonces.
Pero la barbarie agresiva y el inhumanismo nazi nada
tenían que ver con aquel ideal celebrado en sesiones nocturnas alrededor de
fogatas, sin alcohol ni tabaco, iluminados por el cante y la recitación de
poesías. Todo tenía que ser simple, sencillo, auténtico. Todo refinamiento era
detestado, en el vestir, en el comer, en el comportarse – correcto sin
etiqueta.
Que nos sentíamos mejores, distintos de la masa, eso
es cierto, y podría ser reprochable si no fuera porque muchos se dedicaron a la
profesión de educadores, misioneros de su causa humanizante e idealista contra
el materialismo social reinante[4].
Yo era del “Bund Neu Deutschland”, fundado en 1919
por los jesuitas en clara sucesión del Wandervogel. Esa variante católica como
la socialista “Die Falken” (Los Halcones) renació depués de 1945 con clara
vocación internacional o universal, el ideal ya no era Alemania sola sino la
humanidad, una estrella demasiado alta para gente tan pequeña. Pero en la
juventud todo parece alcanzable. Nuestro
ideal lentamente fue extinguido por la recuperación material de Alemania en la
era Adenauer – que no era de nuestro gusto - y relevado por la revolución
social del 68; y yo veo en esa
revolución un predominio del elemento colectivo contra nuestro individualismo,
de la intolerancia contra nuestra amplitud y generosidad, del plebeyismo contra
nuestro ser aristocrático sin nobleza, de la vulgaridad verbal y comportamiento
obsceno contra nuestro discurso cuidado.
Compartimos con los del 68 la distinción del fracaso
social. No hemos conseguido que la sociedad en su conjunto nos haga caso. La
gente no nos ha querido, y todos los banderines del arcoiris no son nada contra
los colores del Betis o del Schalke.
Pero en la memoria colectiva sigue viva aquella
frase, aunque pocas veces comprendida, que exclamó Claus von Stauffenberg
delante de su pelotón de fusilamiento. Así, el atentado fracasado contra Hitler
el 20 de julio de 1944 terminó con esa sentencia que retumbaba en el patio de la
comandancia militar central en Berlín:
“Es lebe das geheime Deutschland!” – ¡Viva la
secreta Alemania! –.
Y eso me da la certeza que no estuvimos tan
equivocados los que creímos en ella.
La pronunció nuevamente el actor americano Tom
Cruise al recibir un premio por la representación de Stauffenberg en la
respectiva película dedicada al fallado golpe de estado contra Hitler.
Entonces, el auditorio permaneció en silencio porque
detrás de esa frase se esconde el drama de la nación.
friedrichmanfredpeter
domingo 27 de mayo de 2012
[1] Nombres a recordar: Novalis, Kleist, Fichte, Hegel y Beethoven
[2] Manuel Chaves Nogales, Bajo el Signo de la Esvástica, Editorial
Almuzara 2012, p.71.
[3] Friedrich Nietzsche ya había previsto eso: El Reich de Bismarck ha
reemplazado el espíritu alemán.
[4] Durante los años de crisis en los años veinte, profesores al inicio de
su vida profesional tuvieron que trabajar sin remuneración.
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