Hay lugares de embrujo que encantan e invitan a
permanecer. En la Colombia que conozco abundan. Por eso comprendo tales
declaraciones y las comparto, aunque no tengo aprecio ni por Lorca ni por
Hemingway. Es que… no me fio de sus emociones. Y con Borges repito que ambos
han hecho de la emoción una profesión. Lorca, el andaluz profesional, con sus
lunas llenas y yeguas en ristre, cuando la muerte le contempla. Hemingway entre
güisqui y ginebra esperando morir, matando. Ambos vivieron muriéndose y
lograron el final dramático pronosticado por ellos.
Y por haber nombrado a la isla más famosa del SXX,
anoto ‘al margen’ que me fío aún menos
de las ideologías. De todas. Me recuerdan a Orwell que las llamó argumentos
falaces y torcidos, el double-think,
que consiste en actuar exactamente contrario de lo que se dice: armas para la
paz, odio para amar a la patria, etc. Mentiras para ganar poder e influencia.
Yo no conozco Cuba, pero doy la razón a Cabrera Infante que sí es cubano,
cuando dice que todos los tiranos son el mismo tirano, aunque se disfracen de
“Circe con uniforme” la que convierte en cerdos a sus amantes. Yo, como él, soy
un reaccionario de izquierdas.
Aún vivimos a la sombra del siglo XX que ha sido mortífero
con el universo humano cuando iniciado el nuevo siglo, ya se anuncia el acto
siguiente con las banderas nuevas de fanatismos exhibiéndose: “Aquí estamos,
los estúpidos de siempre”…. ¿Nunca nos libraremos de ellos?
Quisiera ser más optimista para creer en el poder
formativo de lugares con encanto como La Habana y tantos otros más. Pero NOTO
que no se me presenta este lugar ideal para vivir. ¿Lo encontraré?
Los lugares suelen casi siempre estar relacionados con
personas y es la gente la que hace vivible un lugar. Tal sitio para muchos
suele ser el mismo donde nacieron y donde permanecen hasta que la muerte se los
lleva. En el caso mío no es así, me separé de Okarben donde nací, pero no de
Alemania; me separé de Morón donde viví, pero no de España; he vuelto a Barranquilla
donde también viví, pero aún no he encontrado Colombia.
Tal vez es exagerada e ilusoria la opción de hallar el
lugar ideal, que corresponde a esta magia de un “parentesco por adopción o elección” (un tema acerca de relaciones
humanas desarrollado magistralmente por Wolfgang Goethe cuya fortuna fue
reunirse con gente y ambiente idóneos para fundir en un ser nuevo).Weimar, en
efecto, le hizo renacer. Esta pequeña ciudad en el centro de Alemania lo
esperaba y aún no hemos descubierto porqué en este círculo tan pequeño se haya
fraguado lo que llamamos el espíritu vivo y creativo alemán. Goethe llamaría a
esta ciudad “mi patria”; nunca fue Frankfurt donde nació ni Leipzig, Strassburg
o Wetzlar donde iniciara su vida de escritor. Weimar fue el sitio que le abrió
la puerta al universo. Dos veces huyó de allí a Italia, se liberó del pesado peso
que representa familia, oficio y amistades. Pero desde esta nueva “patria” suya
inspiró varias generaciones de alemanes a buscar renovarse.
El más destacado entre ellos fue ,sin duda alguna,
Alexander von Humboldt quien hizo real el ideal del maestro al descubrir el
corazón del mundo al otro lado del océano y
- hecho curioso – lo descubrió precisamente en lugares donde yo
actualmente me encuentro. Nadie me mandó aquí a Colombia, nadie me despidió,
fui atraído. ¿Existe una magia entre personas y lugares? ¿Se forman así nuevas
patrias? Es prematuro para mí responder a estas preguntas. Alexander von
Humboldt murió en Berlín, lejos de los lugares donde había dejado su alma, pero
plasmó estos sitios de América en más de
treinta obras suyas, casi una enciclopedia. En sus diarios dejó las impresiones
más vivas del viajero descubridor.
Bolívar opinaba que Humboldt había descubierto América nuevamente. Por mi
parte, creo que América lo encadenaba con vínculos irrompibles, nunca se separó
de auroras doradas y del misterioso hablar de los pájaros. Encontró lo que su
alma buscaba. El resto son coincidencias que acaban en la muerte.
Me disculpo por estas aparentes divagaciones acerca de
mis maestros. Son ellas las que me han llevado a concluir que, contrario a
Humbold, a mí me ha sonreído la suerte doblemente: hallé el parentesco que Goethe
llama “wahlverwandt”. Además, antes de que se me acabe la vida soy de un nuevo
habitante de este país ¿podrá ser “patria” una vez?
friedrichmanfredpeter
febrero de 2016
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