martes, 9 de febrero de 2016

INVISIBLES

>El problema es este: los campesinos pobres están todo el tiempo al borde de lanzarse a la pelea, de armarse y de ponerse en contra de las autoridades y todo lo que se le parezca. Cuando uno finalmente deja sus tareas de labriego para asumir las otras se da cuenta de que lo pueden matar y toda su familia lo sabe y también el pueblo conforme la fuerza con la que se haya iniciado la acción.
---¿Y entonces?—
Entonces ellos le ven durante un tiempo como invisible en el sentido que siguen alimentándolo y dándole ropa cuidados pero todo esto lo hacen como si no existiera... de tal manera cuando los interrogan, cuando el alzado en armas adquiere la suficiente notoriedad como para ser identificado y buscado---- entonces se hace necesario que ambos los campesinos y los soldados vean distinto lo que buscan.
---¡Ah!----

los que lo ven declaran que no lo ven y se convencen que no lo han visto y los que no lo han visto sólo lo ven por el retrato de la cédula por el número de la cédula y las huellas digitales y todo eso no existe en la selva ni en los sitios donde permanece en el campo.<





Comentario
Este comportamiento del campesinado está documentado en numerosos testimonios. El campesino se siente excluido de la sociedad. Con armas en mano adquiere una nueva personalidad, su rol social cambia. La autoridad lo toma en serio, comienza a ser investigado, es importante lo que hace. A través de su labor diario como campesino nutre a una sociedad que en cambio lo detesta y muestra ese menosprecio diáriamente. Fusil en mano reemplaza el histórico arado, el machete se transforma en espada. Para su familia y para amigos y vecinos comienza esta nueva vida de su invisibilidad. Cuando, alguna vez, de noche regresa a su hogar, come y se acuesta con su mujer, besa a los niños, nadie  lo ha visto, nadie le saludó. La mujer no le recuerda, sin embargo, sigue vivo, existe y todos comparten este profundo convencimiento que fue el destino que le mandó hacer lo que hizo, escogió lo que fue inevitable. Todos saben que pagarán las consecuencias del hecho. Cuando lo buscan a él, vendrán por ellos también. Pero nadie lo denuncia porque nadie lo ha visto, ninguna interrogación por más dura que fuese será capaz de arrancarles la información deseada. Hicieron tábula rasa de su memoria reciente, nadie vio nada, ni la mujer, ni los hijos. No se trata de un complot o tácita conspiración, es la realidad simple: lo que no se ve no existe.



¿Por qué campesinos de tiempos pasados y presentes optan por las armas?
¿Por qué desconocen o desprecian el diálogo, la manifestación, la voluntad agremidada, la huelga? ¿Por qué el arma para hacerse valer?
Son conocidos ejemplos históricos: Las cartas de dolencias del campesinado francés antes de la gran revolución, las peticiones del campesinado alemán en el siglo XVI, los pregones de aquel evangelio de la pobreza predicado con tambor y flauta por las tierras feudales en Europa. Siempre y al final de la oración y después de un largo silencio, se transformaron los instrumentos de labor en armas, los arados en espadas y  horcas en picos y lanzas.
El arma campesino no es la palabra, la protesta manifiesta en asambleas; le invade el silencio y del silencio surge la daga y la invisibilidad es el extremo de los silencios, el silencio de la desesperación, la multiplicación de los silencios crea la invisibilidad social.


Ya no soy aquel ser dócil y sometido“ – una luz cambió su vida; todos saben y callan, no han visto nada. No hay doctrinas ni credos políticos, quedan los gestos simbólicos:
Los campesinos alemanes colocaron un zapato en su bandera de rebelión. La rebelión del campesino colombiano se disuelve en el monte, se funde con la naturaleza, forma parte de la vegetación tropical junto a los animales. Los rebeldes se transforman en seres invisibles, nadie los ve, nadie los denunciará.
Su actuación no tiene perspectiva, no obtendrá resultados, el campesino invisible nada cambiará. No es un luchador de una causa concreta, no posee un manifiesto escrito, ningún  himno revolucionario le conmueve el alma y le tuerce el brazo. Su anarquismo es vivido no copiado de manifiestos anacrónicos.
El gesto mismo de la insumisión le basta, es autosuficiente, es invisible. Renació.



Sin embargo, la sociedad colombiana debe tomar conciencia de esta silenciosa invisibilidad,
porque detrás se esconden fuerza de voluntad, valor, paciencia y creativa inteligencia.
El campesino rebelde es un ser valioso, su decisión es autónoma y veraz, se juega la vida.
Tomar conciencia de eso, sería una misión a cumplir para todos, para campesinos y para quienes nos alimentamos con plátano, yuca y ñame cultivados por el silencio de los invisibles.

Sólo entonces comenzará el proceso de


PAZ


fm  peter   febrero 2016

[1] Manuel Hernández, Ese Último Paseo, Narrativa Colombiana, Bogotá 1997, p.238. 

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