Jetzo trugen sie weinend hinaus den mutigen Hektor,
Legten ihn hoch auf der Scheiter Gerüst, und
entflammten das Feuer.
( Ilíada XXIV.
cante, v.786 - 787)
Y ahora llorando se llevaron al valiente Héctor,
Lo depositaron en alto sobre el altar de madera, y
prendieron el fuego.
LLorando se
llevaron al que murió en el campo de batalla de Troya; Héctor se llamaba el príncipe troyano que
cayó en el duelo con Aquiles;
su muerte
estuvo escrita en el destino que le prepararon los dioses;
y los troyanos reunidos
ahora le rindieron despedida de honor;
y el triunfante
Aquiles que quiso entregarlo a los perros, cedió
y con gesto de
vencedor noble le rindió homenaje y respeto.
El grabado de
John Flaxman[1] ilustra esa
escena que marca el comienzo de lo que llamaremos fin de la barbarie. Sabemos
que la guerra acompañará la humanidad durante toda su historia, conflictos no cesan.
Sin embargo, y por encima de ellos, existe lo que llamamos cultura. El fuego
que se llevará el cuerpo de Héctor es la oración más simbólica que inventó el
hombre para dar sentido a su existencia consumida por la violencia; el ritual
que consiste en el descanso de las armas, en el tiempo para el llanto, la
oración da sentido a la sinrazón de quitar la vida a un hombre por un juego
bélico cuyo causa y orígen se perdió en
la oscuridad. Ni troyanos ni griegos se acordaban por qué se estaban matando
sobre los campos de Ilión, cubiertos de sangre y de cuerpos humanos. El fuego
que se lleva a Héctor consuela a los contrincantes en ambos campos. Por un
tiempo dejan de ser enemigos mortales, porque el ritual consuela, purifica las
almas y admite por un rato la ilusión de la paz. Y la naturaleza colabora, alto
vuelan los pájaros hacia un crepúsculo dorado donde los dioses del Olimpo
extienden los brazos a bendecir este
pedazo de tierra, en el que los caballos de los guerreros levantan las
cabezas y lloran igual que los hombres-- así lo narra Homero.
Casi tres mil
años después de esta escena narrada en la Ilíada de Homero encuentro la
siguiente foto en la prensa:
El Tiempo
(Bogotá) Jueves 14 de enero de 2016, que lleva esa inscripción:
"Más de 200 cadáveres de víctimas de los
paramilitares fueron incinerados en los hornos crematorios en Norte de
Santander (Colombia) Estos funcionaron hasta 2003."
Una guerra
desalmada se desarrolló en esta tierra; las víctimas frecuentemente torturadas
a muerte fueron quemadas ahí por parte de sus victimarios. No hubo héroes esta
vez, solo civiles e inocentes degollados y descuartizados encontraron su "tumba
en el aire". La quema de los cuerpos nada tuvo que ver con un ritual, sólo
fue una operación material para esconder crímenes de guerra. Invisibles e
indetectables quedarán; todos esos actos proclamaron a los cuatro vientos:
"¡Aquí no ha pasado nada!"
Hechos monumentales
manejados a la ligera como una banalidad.
¿Quienes eran
los muertos? -- Nadie lo sabe.
¿Quienes eran
los activadores del crematorio improvisado? -- Nadie lo sabe.
¿Qué sé yo,
lector y observador? -- Sólo sé que son actos de barbarie, actos que violaron las
leyes y deshonran no solamente a los victimarios, sino manifiestan el derrumbe
de la sociedad entera al abismo del inhumanismo bárbaro: unos aplaudieron,
otros lloraron, pero hoy, apenas doce años después, todos callan:
"¿Qué habrá pasado aquí?"
La nación
moderna proclama progreso, pero quedan los hechos marcados por la barbarie más
cruda.
Y el progreso
se entiende como una cultura del olvido.
Olvidados
están, ninguna placa guarda nombres, ninguna inscripción invita a la reflexión sobre lo que aquí ha
pasado. Nadie es acusado.
¿Deberíamos
aprender algo de la literatura clásica?
¿Nos podrán dar
una lección estos hombres de leyenda?
¡Habla Aquiles,
tu que mataste a Héctor y a tantos más, pero les rendiste honores y dirigiste a
a Agamenón estas palabras!
" Para mi nada hay que equivalga a la vida, ni
cuanto dicen que poseía Ilión, la bien habitada ciudadela, en tiempos de
paz.----
Se pueden ganar con pillaje bueyes y cebado ganado,
se pueden ganar trípodes y bayas y cabezas de caballos; mas la vida humana ni
está sujeta a pillaje para que vuelva ni se puede recuperar cuando traspasa el
cerco de los dientes."[2]
Este elogio a
la paz en medio de una guerra es
espectacular, pues nada se gana con matarse unos a los otros, la Ilíada lo documenta.
Y el llanto por la muerte de Héctor entre troyanos, aqueos y los caballos es
literatura, pero inicia una reflexión sobre la guerra y la paz; acompañará la humanidad en la literatura.
¿Cuándo, por
fin, se hará realidad y las víctimas de actos de barbarie hallen el honor que
merecen?
fm peter enero
2016
[1] Alessandro Baricco. Homero Ilíada, Barcelona 2005, p.182
[2] Homer, Ilias und Odyssee, Die
Zeichnungen von John Flaxman, Darmstadt 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario