miércoles, 20 de enero de 2016

Muertos

Jetzo trugen sie weinend hinaus den mutigen Hektor,
Legten ihn hoch auf der Scheiter Gerüst, und entflammten das Feuer.
( Ilíada XXIV. cante, v.786 - 787)
Y ahora llorando se llevaron al valiente Héctor,
Lo depositaron en alto sobre el altar de madera, y prendieron el fuego.

LLorando se llevaron al que murió en el campo de batalla de Troya;  Héctor se llamaba el príncipe troyano que cayó en el duelo con Aquiles;
su muerte estuvo escrita en el destino que le prepararon los dioses;
y los troyanos reunidos ahora le rindieron despedida de honor;
y el triunfante Aquiles que quiso entregarlo a los perros, cedió
y con gesto de vencedor noble le rindió homenaje y respeto.





















El grabado de John Flaxman[1] ilustra esa escena que marca el comienzo de lo que llamaremos fin de la barbarie. Sabemos que la guerra acompañará la humanidad durante toda su historia, conflictos no cesan. Sin embargo, y por encima de ellos, existe lo que llamamos cultura. El fuego que se llevará el cuerpo de Héctor es la oración más simbólica que inventó el hombre para dar sentido a su existencia consumida por la violencia; el ritual que consiste en el descanso de las armas, en el tiempo para el llanto, la oración da sentido a la sinrazón de quitar la vida a un hombre por un juego bélico cuyo causa y orígen  se perdió en la oscuridad. Ni troyanos ni griegos se acordaban por qué se estaban matando sobre los campos de Ilión, cubiertos de sangre y de cuerpos humanos. El fuego que se lleva a Héctor consuela a los contrincantes en ambos campos. Por un tiempo dejan de ser enemigos mortales, porque el ritual consuela, purifica las almas y admite por un rato la ilusión de la paz. Y la naturaleza colabora, alto vuelan los pájaros hacia un crepúsculo dorado donde los dioses del Olimpo extienden los brazos a bendecir este  pedazo de tierra, en el que los caballos de los guerreros levantan las cabezas y lloran igual que los hombres-- así lo narra Homero.
Casi tres mil años después de esta escena narrada en la Ilíada de Homero encuentro la siguiente foto en la prensa:



El Tiempo (Bogotá) Jueves 14 de enero de 2016, que lleva esa inscripción:
"Más de 200 cadáveres de víctimas de los paramilitares fueron incinerados en los hornos crematorios en Norte de Santander (Colombia) Estos funcionaron hasta 2003."
Una guerra desalmada se desarrolló en esta tierra; las víctimas frecuentemente torturadas a muerte fueron quemadas ahí por parte de sus victimarios. No hubo héroes esta vez, solo civiles e inocentes degollados y descuartizados encontraron su "tumba en el aire". La quema de los cuerpos nada tuvo que ver con un ritual, sólo fue una operación material para esconder crímenes de guerra. Invisibles e indetectables quedarán; todos esos actos proclamaron a los cuatro vientos: "¡Aquí no ha pasado nada!"
Hechos monumentales manejados a la ligera como una banalidad.
¿Quienes eran los muertos? -- Nadie lo sabe.
¿Quienes eran los activadores del crematorio improvisado? -- Nadie lo sabe.
¿Qué sé yo, lector y observador? -- Sólo sé que son  actos de barbarie, actos que violaron las leyes y deshonran no solamente a los victimarios, sino manifiestan el derrumbe de la sociedad entera al abismo del inhumanismo bárbaro: unos aplaudieron, otros lloraron, pero hoy, apenas doce años después, todos callan:
 "¿Qué habrá pasado aquí?"
La nación moderna proclama progreso, pero quedan los hechos marcados por la barbarie más cruda.
Y el progreso se entiende como una cultura del olvido.
Olvidados están, ninguna placa guarda nombres, ninguna inscripción  invita a la reflexión sobre lo que aquí ha pasado. Nadie es acusado.

¿Deberíamos aprender algo de la literatura clásica?
¿Nos podrán dar una lección estos hombres de leyenda?
¡Habla Aquiles, tu que mataste a Héctor y a tantos más, pero les rendiste honores y dirigiste a a Agamenón estas palabras!
" Para mi nada hay que equivalga a la vida, ni cuanto dicen que poseía Ilión, la bien habitada ciudadela, en tiempos de paz.----
Se pueden ganar con pillaje bueyes y cebado ganado, se pueden ganar trípodes y bayas y cabezas de caballos; mas la vida humana ni está sujeta a pillaje para que vuelva ni se puede recuperar cuando traspasa el cerco de los dientes."[2]
Este elogio a la paz en  medio de una guerra es espectacular, pues nada se gana con matarse unos a los otros, la Ilíada lo documenta. Y el llanto por la muerte de Héctor entre troyanos, aqueos y los caballos es literatura, pero inicia una reflexión sobre la guerra y la paz;  acompañará la humanidad en la literatura.
¿Cuándo, por fin, se hará realidad y las víctimas de actos de barbarie hallen el honor que merecen?

fm peter  enero  2016



[1] Alessandro Baricco. Homero Ilíada, Barcelona 2005, p.182

[2] Homer, Ilias und Odyssee, Die Zeichnungen von John Flaxman, Darmstadt 2013.

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