¿A qué Escuela
perteneces? me preguntan.
–A la Escuela de
Frankfurt[1]
– contesta a veces una voz desde atrás; así con frecuencia fui presentado con tono de
recomendación en Colombia. En ciertos círculos, ser recomandado así, abre puertas
después de sonrisas simpáticas.
Yo permanecí
callado, cuando en realidad debería haber dicho: –a ninguna. Fui cobarde.