sábado, 11 de febrero de 2012

Utopía

<<El primer intento de fundir visiones utópicas con la realidad fue la Revolución Francesa. La proclama de libertad, igualdad y fraternidad  no dejó claro en qué medida sería real este solemne proyecto. Han quedado: una experiencia chocante y la duda si el nuevo orden proyectado sería capaz de resistir la confrontación con la realidad.
¿Será el hombre como Demiurgo, capaz de voltear su existencia y de cambiar de ser dominado a ser dueño de su propia vida?
Tras los años del terror revolucionario queda la cuestión:
¿Podrán los hombres crear este nuevo orden, o será nuestro mundo siempre el mismo sin remedio?
Los portavoces revolucionarios pretendían construir un nuevo mundo. Pero, ¿no es más plausible conducir el que hay hacia nueva dirección?>> Joachim Fest[1]


En el año 2012, año de crisis económica y social de dimensiones jamás conocida antes en la Comunidad Europea, estamos a la expectativa de la utopía de turno que suele acompañar situaciones como esta. Es ley histórica. ¿Llegó la hora para “otro mundo“?
El famoso libro de Hannah Arendt: Sobre la Revolución, nos dice, cómo pobreza y desesperación nutren las revoluciones cuando estas exhiben metáforas del pueblo en marcha por su liberación. En realidad, esa libertad suele ser reemplazada por promesas de “pan y felicidad“, promesas que por regla general no se cumplen, pero nutren bien a nuevos funcionarios, dueños de la retórica oficial, pero excambiables por turnos. Revoluciones como la Francesa se tragan a sus hijos porque sobre algún chivo hay que desviar la ira del tan venerado y todopoderoso pueblo que sigue buscando su liberación en la lucha diaria por el bienestar. Libertad es un asunto de los que quieren publicar sus opiniones dice Heine, contrarias por cierto a la autoridad, y hacerlos callar es fácil teniendo el pueblo al lado, que generalmente no posee opinión propia.
Siempre ha sido la misma “vaina“ (eso para mis amigos colombianos) y toda América Latina conoce la hora cuando el Chivo redentor se presentará. Su función es hacer como si arreglara lo que no tiene arreglo, y su pueblo hace como si obedeciera sin hacerle caso. Así es „la vaina“.
Pues en Europa somos distintos, decimos con cierto orgullo. La base de este orgullo está en las reglas establecidas y crecidas durante décadas. Tanto así, que la legalidad ha hecho que sean supérfluas las revoluciones. No hay que ir marchando contra el estado con voces y banderas, mensajes de utopía, en alto. Queremos creer y nos autoconvencimos: cuando el estado nutre a todos y nos llena de felicidad, estarán resueltos todos los problemas. Y ahora nos damos cuenta que estamos equivocados. Pues la crisis nos desvela que hay estados impotentes para cumplir lo que la legalidad les exige. Hacer el bien está limitado; el saco se llenó de deudas hasta que se rompió y ahora nadie sabe, cómo llenarlo nuevamente.
Comprender que  nuestros años vividos en el bienestar general eran una farsa  pagable a plazos, es duro, pero puede ser el primer paso para recuperar  la confianza en la legalidad y el bienestar común.
Sin embargo, en el caso de Grecia el caos ya está servido y nutre el movimiento de la revolución. Confusas teorías de la culpa de poderosos conspiradores ocupan el escenario. Democracia ya no tiene su sede privilegiada en el parlamento, sino en la calle, donde todos saben a quien hay que guillotinar para vivir contentos: a los exhiben sus caras en el diario hablado de la televisión y proclaman austeridad y ahorro. “A por ellos“ grita el pueblo en marcha, igual que en 1792 cuando la furia se lanzó contra los de Versailles. “Vox populi“ decían con desprecio los senadores romanos, “vox bovi“[2].
Aun no se ha pronunciado quien diseña la utopía de turno moderna. Hay que recurrir a modelos pasados. ¿Funcionarán en circunstancias tan distintas? Nadie puede pronosticarlo. La historia algun día nos lo dirá. Pero de algo estoy seguro, lo dicho por Joachim Fest y por Hannah Arendt seguirá vigente.

friedrichmanfredpeter
 11 – Feb - 2012



[1] Joachim Fest, autor de numerosos libros político – históricos. Fue  redactor jefe de la FAZ, diário liberal, su sede es Frankfurt am Main.
[2] El dicho es un juego de palabras: Vox populi – vox Jovi (la voz del pueblo es la del dios Júpiter), trasformado en Vox populi – vox bovi (la voz del pueblo es la de un buey)

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