Breve resumen del texto: El joven Junker[1]
Cristoph Rilke cabalga hacia la guerra y se pone a la orden del temible general
Spork, comandante de caballería austriaca, quien le nombra corneta, portador de la bandera del regimiento.
Es una más de tantas guerras libradas entre austriacos y turcos sobre el
escenario de los Balcanes. El escuadrón
de Rilke pasa la noche en un castillo condal y el joven Christoph vive su
primera noche de amor en brazos de la condesa. Por la madrugada el escuadrón es
sorprendido por los turcos que incendian el castillo. El corneta logra salir
con la bandera en llamas y cae abatido
por los enemigos que le rodean.
Este episodio lo había encontrado el escritor Rilke en una vieja
crónica que se refiere a la guerra contra los turcos que habían invadido
Hungría bajo dominio austriaco. En 1664 el ejército austriaco logró expulsar
nuevamente al enemigo invasor. Rainer María Rilke vio en aquel joven Christoph
un antepasado suyo y en una sola noche redacta la prosa de uno de los textos
más famosos de la literatura alemana. Son escasas 350 líneas enfocando 26
impresiones momentáneas. Numerosas publicaciones entre Praga y Berlín,
coronadas por la Insel – Bücherei en 1912 difundían el texto entre millones de
lectores, y debido al Corneta, Rilke se hizo famoso. Tanto, como demuestra el siguiente
episodio: Rilke en la cola de la oficina de correos. Una joven lee casualmente
el nombre Rilke marcado en la carta que el autor lleva en mano:
–¿Es usted el de la bandera?
–Sí– contestó Rilke con resignación.
La fuerza creativa literaria había fundido un mito, la guerra como
escenario de heróico comportamiento. Largos años de paz habían extinguido el
recuerdo de los desatres napoleónicas en Europa central: ¿ Llegó la hora para
una voz romántica con un poderoso tono lírico que idealizó juventud, amor y
valentía, calmante estético sobre muerte, violencia y destrucción?
Observemos algunas características del texto: Ya el título del texto
lleva un término que yo no le encuentro correspondencia: “die Weise”. Significa
leyenda, pero también canción. Es un relato breve, una narración corta de un
evento triste pero real, pero el término “die Weise” insinúa que se trata de
una interpretación lírica de un hecho que de otra manera sería cruel y causa de
compasión. La muerte del joven Christoph no es motivo de compasión sino de
admiración. ¿Qué más puede desear un hombre, después de haber gozado del amor,
que morir con la bandera en llamas? ¿Se
hace el autor aquí adherente de ideologías vigentes de su tiempo: el
militarismo y el naciente nacionalismo? Creo que tan sencillo no es: ¡Veamos el
texto de cerca!:
“Reiten, reiten, reiten, durch
den Tag, durch die Nacht,
durch den Tag.
Reiten, reiten, reiten.
Und der Mut ist so müde
geworden und die Sehnsucht[2]
so grosz. Es gibt keine Berge mehr, kaum einen Baum.”
Ese es el comienzo del texto, un comienzo fulminante:
“Cabalgar, cabalgar,
cabalgar, durante el día, durante la noche,
durante el día.
Cabalgar, cabalgar,
cabalgar.”
Y el valor tan cansado y la
ansiedad tan grande. Ya no hay montañas, casi ningún árbol.”
El joven soldado se aleja del mundo civilizado, cansado se mueve bajo
un extraño sol. El sol es pesado a pesar de haberse despedido el verano y el
cansancio une al grupo de jinetes que han venido de media Europa, desde
Francia, Carintia, de palacetes en Bohemia y lo que uno cuenta, eso lo saben
todos, comparten la misma experiencia. Agrupados alrededor del fuego de noche,
una luz roja pesada penetra a través de las botas cubiertas de polvo, y el Corneta Christoph
canta, canta lo que cantan las segadoras en otoño en el campo.
–¿Por qué estamos aquí? –
pregunta – ¿atravesando este envenenado país en busca de los perros turcos?
–¡Para volver!– contesta el
francés.
Y se tienen que separar los que ahora se han hecho amigos y el francés
le da un pétalo de rosa seca que tiene guardado:
–¡Os protegerá! –dice– y –
¡Adieu!
Y pasan niños gritando y mujeres con sombreros colorados sobre el pelo
flotante y los tambores se despiertan y vino sirven en cascos de hierro. ¿Es
vino o es sangre? ¿Quién sabrá distinguirlo?
Y por fin ante el gran general Spork, pelo largo como el color del
hierro. Christoph viene recomandado, pero el general no lo lee, simplemente
dice:
– ¡Corneta!
Y eso es mucho.
La compañía ha pasado al otro lado del río Raab, es tierra turca.
“La luz de la luna ilumina
sus manos. Sueña.
Y entonces un grito.
Grita y grita,
Interrumpe el sueño.
No es un mochuelo.
Misericordia:
El único árbol grita:
¡Hombre!
Y ahora mira: un cuerpo se
mueve
Junto al árbol, y una mujer
jóven,
Sangrante y desnuda,
Le acosa: ¡Libérame!
Y él salta al verde negro,
Y parte las cuerdas
sangrantes;
Y las miradas de ella
brillan
Y sus dientes muerden.
¿Se rie ella?
Siente horror
Y monta sobre el caballo,
Galopea hacia la noche. Las
cuerdas con sangre en el puño.”
Y Christoph redacta una carta a
su madre:
–Mi buena madre,/ seais
orgullosa:/ Yo llevo la bandera,/ seais sin temores:/ Yo llevo la
bandera,/tengáisme en vuestro amor:/Yo llevo a bandera. –
Y la carta la guarda junto a su pecho.
El lector pronto se dará cuenta que esto no es un manifiesto
militarista. Los horrores de la guerra están presentes aunque filtrados por la
pluma poética de un talento extraordinario.
–cabalgan por encima del cadaver de un campesino muerto, tiene los ojos
abiertos, “¿espejos de qué? – de ningún
cielo”.
Y así entre escenas cargadas de horrores y de colores, llegamos al
dramático final de este extraño relato. La tropa encuentra un espacio
aparentemente intacto. Aquí – parece – no ha pasado la guerra.
“Und Einer steht und staunt
in dieser Pracht. Und er ist so geartet, dass er erwartet, ob er erwacht.”
Un mundo civilizado y además de refinadas costumbres aparece de pronto
entre la barbarie.
“Y Uno hay a quien extraña
esa hermosura. Y es su manera de ser, esperar para ver si despierta.”
Pero realidad y sueño entremezclados hacen que sea posible:
“construir horas de conversaciones plateadas y a veces levantan sus manos como si partiesen
rosas que tú no ves.”
Los soldados ya no son los
mismos. La barbarie de los días pasados parece olvidada entre los muros de este
palacete local y por un solo día y una sola noche el Corneta se transforma en
el paje de la anfitriona.
Pero por la madrugada irrumpe lo que durante la fiesta había quedado
atrás:
“Caballos relinchan,
oraciones, gritos,
maldiciones: ¡Corneta!
Hierro contra hierro, llamadas al orden.”
El Corneta que había pasado la noche en brazos de la condesa en una
torre aislada se levanta. Ya es tarde, el palacete arde rodeado de enemigos
turcos. Y el Corneta, aislado con la
bandera ardiendo en mano, cae abatido.
La próxima primavera era triste y fría. Y llegó un mensajero cabalgando lentamente
hacia Langenau, la patria del Corneta, y allí ha visto a una vieja mujer
llorando.
No he buscado traducciones, seguramente las hay, y el lector interesado
podrá encontrar una. Pero lo esencial, el mágico poder del lenguaje de Rilke,
no lo encontrará.
¿Se puede escribir un texto poético sobre la guerra?, ¿Es moralmente
justificable eso?, ¿Es Rilke el inocente profeta de lo que solo dos años
después le caerá encima a casi toda Europa? Millones de muertos pesan contra
una bajo la bandera en llamas. El pacifismo de tantos no ha podido impedir ese
comienzo de un siglo deshumanizado.
Ante eso, Rilke para mí es un profeta, pero un profeta de la
humanización de nuestros actos, independiente del credo político o de la
confesión que practiquemos. Yo poseía un ejemplar de poesías de Rilke editado
en Moscú en los años cinquenta, en alemán, con explicaciones en ruso.¡Bravo!
Para humanizar al mundo hay que hacer frente a la realidad, las ideologías son
vías escapatorias.
friedrichmanfredpeter
17 de septiembre de 2011
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