Ante el paro juvenil,
en
medio de la crisis económica y social en
España, siempre siento como si tocara hierro caliente y temo quemarme, porque lo
último que quiero, es ser sabelotodo o dar lecciones. Pero estoy convencido de que
la crisis en el caso de España en gran medida es autofabricada.
La
coalición entre
- el discurso oficial socialista, redentorista e ideológico, de retórica izquierda, pero vacío de contenido real,
- el flegma general de una masa feriante
- y la mentalidad de casino de arribistas sin escrúpulos,
ha hundido el país en una crisis sin precedente. Costará duros esfuerzos para salir de ella y el primer paso ha de ser un cambio mental. Eso es:
- abrirse a ese mundo cambiante global,
- abandonar el provincianismo estéril reinante,
- pensar y actuar en dimensión europea,
- y no encerrarse en cómodos clichés pasados.
- el entorno natural, playas, paisajes, lugares históricos,
- el consumo desenfrenado y la veneración cursi del bienestar individual, imitación de gente “guay”,
- el cultivo de recursos locales, fiestas populares, etc.
Hasta
ahora, con un limitado esfuerzo innovador ha logrado un máximo rendimiento. En
ningún otro lugar de Europa se podía ganar tanto dinero en tan poco tiempo. Las
cosas parecían ir bien, tan bien, para dar lecciones a los demás europeos.
Ahora ha llegado el triste despertar: abundan casas
que nadie compra y productos que no son competitivos en el exterior.
Se trabó
lo que parecía una máquina de fabricar dinero, porque este dinero era capital
dedicado a consumir en rápida circulación, fácilmente ganado y rápidamente
quemado; no era capital productivo,
capaz de movilizar los recursos humanos, que son:
- inteligencia creativa y actividad innovadora,
- capacidad para crear proyectos de larga duración que resisten a las alteraciones imprevisibles del mercado.
La
crisis tiene un lado positivo, obliga a revisar los conceptos fundamentales de
economía, sociedad y cultura, conceptos en las que creemos y las que por
costumbre practicamos. Por ejemplo, obligará a revisar la práctica habitual de
aposiciones que selecciona según la capacidad memorística de los candidatos y
apenas reconoce el valor de la inteligencia creativa, y esa es la valiosa y el
mejor remedio anticrisis que hay.
A partir
de ahora, nada va ser como antes ha sido. Que descarten esa ilusión, los que
pretenden combatir el mal con medicinas
caducadas, aunque renovadas:
- subvenciones en proyectos sociales,
- aumento del gasto autonómico,
- creación de cada vez más empleo público.
De la
cantidad de crecimiento hay que pasarse a la calidad. Ese camino sólo pasa por
la educación de las futuras generaciones que han de ser distintas a la actual
que se dedica a la conservación de privilegios y derechos a costo de las
venideras, porque toda deuda que se hace hoy, la pagarán mañana, los que vienen
detrás.
manfredpeter
7 de
septiembre de 2011
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