Es el secreto suspiro de muchos europeos durante ese crítico septiembre
de 2011. Leyendo atentamente el noticiero de días como hoy, llego a la
conclusión que han vuelto viejos temores de una Alemania dominante y poderosa
ante unos vecinos temiendo naufragios de sus economías. Y no faltan reproches,
que todo ello fuese resultado de manipulaciones desde un lejano centro de relieve
industrial predominante, el alemán. ¿Y por qué les va bien a estos alemanes,
cuando la mitad de la zona Eura está pendiente del infarto? – muchos piensan
eso.
No me voy a referir al milenario conflicto entre centro y periferías de Europa. Conflicto ya presente durante el declive de Roma Imperial. “Cuántas veces ha sido ya derrotada Germania?” pregunta el escritor Tacitus romano. Tantas veces, que ha perdido la cuenta. Sin embargo, sigue ahí, fastidiando.
No me voy a referir al milenario conflicto entre centro y periferías de Europa. Conflicto ya presente durante el declive de Roma Imperial. “Cuántas veces ha sido ya derrotada Germania?” pregunta el escritor Tacitus romano. Tantas veces, que ha perdido la cuenta. Sin embargo, sigue ahí, fastidiando.
Casi idénticas palabras de la Primera Ministra Margaret Thatcher en
víspera de la reunifación alemana en 1989: “Los hemos derrotado un par de
veces, y ahí están otra vez, fastidiando”.
Y a pesar de eso, y conociendo bien a sus vecinos, Alemania de la
posguerra y después de despertar del delirio hitleriano, quiso hacer
precisamente eso, dejar de fastidiar de una vez para siempre. Renunciando al
derecho de la autodeterminación, aguantando decenios de división, de ocupación
militar extranjera, de limitada soberanía nacional; renunciando también al
secuestro de un tercio de su territorio nacional y aceptando todas las
consencuencias surgidas de una guerra causada por ella misma. Entre ellas
la expulsión de millones de alemanes de
sus hogares como represalia justificada por los crímenes nazi.
Más que ningún otro país europeo, Alemania ha querido ser europea hasta
el tuétano. Recordemos que la única vez que hubo un gobierno alemán con mayoría
absoluta en la historia reciente de la República Federal fue en 1957
cuando el partido de la CDU bajo Konrad
Adenauer ganó la contienda electoral contra los principios del socialdemócrata
Schumacher[1]
con el lema “Europa primero, antes que Alemania”. Y eso significaba pertenecer a UE y OTAN. Schumacher
proclamaba una Alemania neutral entre los bloques, la opción histórica del
centro entre dos alas adversas. Y ese había sido su lugar de siempre. Bajo el
gobierno de mayoría absoluta de la CDU, Alemania comenzó a ser una nación más
del Occidente Europeo. Eso no lo había sido ni querido ser nunca.
La integración política de las naciones europeas, primero entre las
occidentales, era prioritario a todo lo demás. No era una cuestión de economías
diversas, de bancos e divisas. La razón de actuar era la motivación política,
poner fin a una milenaria discordia, a una rivalidad de poderes sin fin, al
sacrificio de una generación tras otra en guerras “civiles” paneuropeas.
Hoy todos sabemos que de este fin está quedando cada vez menos vigente.
El último defensor a capa y espada fue Helmut Kohl acompañado en menor grado
por el presidente francés Mitterand. En lugar de la unión política llegó la
unión monetaria. Y Zona Euro dentro de Unión Europea se llama el
paciente cuyo amputación de uno o varios miembros es inminente. Muchos
economistas opinan que este será el desenlace definitivo. El paciente ya no es
curable de otra manera.
No sólo las naciones periféricas levantan puños contra la Europa del
Euro, representada por la burocracia anónima de Bruselas. En Alemania está
cambiando el viento ambiental totalmente. ¿Se trata de un retorno a los tiempos
anteriores al mercado común, anteriores al proyecto de una Europa unida?, ¿de una vuelta de 180 grados a todo lo que se
construyó desde 1956? El anciano Helmut Kohl pronunció este temor en una
conferencia de prensa hace poco y delante de la canciller actual Merkel, quien
no tardaba en desmentir tales sospechas. Buenas son palabras, pero lo que cuenta
son hechos.
¿Cuáles son? La economía alemana orientada principalmente a la
exportación de productos tecnológicos ha ganado con la Unión y con el Euro. Más
que nunca. Y la nación no ha sentido la crisis universal. Pero eso tiene un
precio que hay que pagar. Llámese solidaridad o apoyo injusto a la deuda ajena
acumulada por políticas ineptas o hasta
corruptas de socios de la misma compañía. Alternativa no hay. El precio
político sería la recaida en confrontaciones del pasado. Alemania se
perjudicaría más de lo que pudiera ganar ahorrando subvenciones para miembros
insolventes.
Sin embargo, todo indica que el ambiente en la nueva Alemania cambia de
dirección. La gran experiencia de mi generación ha sido la caida de la frontera
con Francia. Viejos sueños se hicieron realidad, nacimos francófilos. Vivir de
una vez fuera del cliché histórico de una enemistad más imaginada que real, nos
parecía una panacea. La gran experiencia en la vida de Angela Merkel y de su
generación ha sido la desaparición de la frontera interalemana. Eso era más que
el regreso a la normalidad. Sin darnos de cuenta, el mundo alrededor había
cambiado. Y nuestros vecinos comenzaron de nuevo a contemplar a Alemania con
admiración y sospecha. Palabras como del “Cuarto Reich” dieron la vuelta como
la bola en la ruleta. Y a eso le corresponde un giro lento pero sensible de la
nueva generación alemana desde el lema “¡Europa primero!” hacia un signo lleno
de autoconfianza y con aires de triunfo: “¡primero nosotros!”,“¿por qué apoyar
ineptitud y pícara viveza de otros?”
No sé, cómo podrán conciliarse estas tendencias presentes en la
política interior alemana. Es obvio que el gobierno de Merkel no tendrá
perspectiva de continuación, agotó sus reservas y también la paciencia de los
que le apoyan. ¿Qué vendrá después? El tiempo nos lo dirá. Pero, seguro estoy,
seguiremos fastidiando.
Un europeo, friedrichmanfredpeter
18 de septiembre de 2011
[1] Schumacher en este fase electoral ya no vivía. Los sufrimientos
en campos de concentración nazi habían aruinado su salud. Pero su influencia
fue definitiva en la SPD.
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