En
numerosas ciudades de España se manifiestan entusiastas multicolores en
protesta por la situación política y social en el país.
Su
simpatía y cordialidad en las entrevistas esconde una romántica simpleza que
entusiasma al observador de ese inesparado síntoma de revolución española.
Pero hay
otros, que al salir de la izquierda han dejado atrás entusiamo y
recetas fáciles, y se encuentran como caballos sobre un camino pedregoso
mientras pegasos volantes los sobrevuelan camino al sol.
Los
socialistas de todos los colores hasta ahora no han sido capaces de crear más
que sociedades enfangadas en el totalitarismo, con un ejercicio de
control mafioso del poder.
La
libertad de desfilar bajo pancartas idiotas gritando esloganes banales es acompañada
por una vida subvencionada. Todo rebosa de bondad universal. La ideología del
buenismo pretende desterrar para siempre la controversia, la competencia, el
personaje individual, su excelencia. Palabras claves son "el control"
y luego "el reparto". Nunca se aclara, quién en la realidad social
ejerce esas funciones. Marx, muy sincero y admirable por eso, habla sin rodeos
de la dictadura del proletariado, sin aclarar tampoco, quienes son los llamados
a representar esa “clase obrera”. Pero Lenin, sí lo sabía: los cuadros
bolcheviques.
Hoy se
prefiere el término "el pueblo", o más sencillamente "nosotros y
nosotras", "andaluces y andaluzas", “jóvenes y jóvenas”, etc.
porque saben que el "obrero" ya es una figura histórica, presente en
la literatura de ficción. La masa se compone en gran proporción de
"subvencionados", "funcionarios", "hijos de papi o de
abuelo" quienes pagan sus movidas y estudios sin perspectivas reales. Un nuevo
modo de vida, presente en toda la UE.
Todos
ellos tienen el derecho natural de indignarse como lo predica el famoso texto
del francés Hessel[1]
acompañado por el manifiesto de Raoul Vaneigem, “Eloge de la Paresse”. Se trata
de auténticos “manifiestos” de una izquierda que está en camino de actualizar
su ideograma.
Por eso,
no vengan con el cuento que lo suyo es un enfoque rebelde:
Quieren
que haya más de lo mismo, más dinero del que anda suelto "por
ahí". El problema realmente tremendo es, cómo activar una economía que
hace tiempo ha dejado de ser eso: un sistema productivo de bienes. Los bienes
se producen en otra parte, aqui se reparten a la medida de los servicios
que unos prestan a otros. Y centros diseñados para la actividad lúdica y
diversión no faltan. Estos servicios no crean valores reales. Existe una única
fuente que escupe dinero que como maná cae del cielo. Por eso la pretensión es:
absorberlo de fuente (cuota Tobbin) para luego repartirlo a la medida de las
necesidades. Cómo suena el eslogan: ¡A cada cual a sus necesidades!
El sueño
real es: una administración omnipotente se hace cargo de la felicidad de la
gente. Y eso es el viejo dogma utópico archiconocido y fracasado en sonados
intentos.
¿Qué
hacer con gente que se niegan a ver ni aprender del pasado?
Manfred
Peter
21 de
mayo de 11
[1] Se trata de una auténtica ideología moderna del siglo XXI,
manifiesta en publicaciones, p.ej. Stéphane Hessel, Indignez – vous! Indigène
éditions, janvier 2011, Monpellier France; Eloge de la Paresse Affinée par
Raoul Vaneigem, internet.
“Ce qui est vrai de l`amour est
vrai de la paresse et de sa jouissance.” ---“La seule utilité désormais
reconnue au travail se limite à garantir un salaire au plus grand nombre et une
plus–value à l`oligarchie.”--- “La paresse est plus créative que le travail.”
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