martes, 3 de mayo de 2011

El genocidio nazi

¿En qué consiste su singularidad?

-Su fundamento ideológico: el racismo seudocientífico
( materialismo biológico ) define “judío“ como elemento
opuesto al “ario“ cuyo defensa exige la eliminación de aquel como acto purificador. Esa actitud es consecuencia del “antisemitismo“. El programa antisemita es justificado por la intromisión indebida de los judíos como pervertidores de los demás pueblos. La utopía de una jerarquía de razas en el lugar de una sola humanidad tiene numerosas fuentes político ideológicas, entre ellas el darwinismo social producto de la sociedad europea transformada por la industrialización y el proceso del colonialismo. El racismo era la ideología que acompañaba el imperialismo europeo justificando la expansión a otros continentes marcando rivalidad y confrontación entre las naciones.


El “antijudaismo“ tradicional de la era preindustrial y presente en la mentalidad popular se transformó en antisemitismo con argumentos seudocientíficos.
La ideología nazi no inventó nada. El pensamiento extremista antidemocrático se cultivaba en oscuros círculos esotéricos, como p.ej. la asociación “Thule“ y en esa oscuridad habría permanecido si la crisis social y política provocada por la Primera Guerra Mundial no hubiese movilizado las peores fantasías sectarias.
-La disposición mental de los principales actores:
Los escenarios de los campos de batalla de Verdun, Somme e Ypres se parecían a campos de exterminio, incluida la muerte por el uso de gas veneno, arma química desconocida hasta entonces. El soldado se vio reducido a carne de cañón y transformado en carroña desechable. El general von Falkenhayn utilizaba el término “Blutpumpe“ para ilustrar su plan estratégico: una “bomba de sangre“, al estilo Drácula tecnificado, deberá extraer la esencia vital del enemigo y la estrategia consistía en invertir sangre propia para derramar más sangre ajena. Así por ejemplo, en unos pocos kilómetros cuadrados del campo de Verdun se desangraron más de un millón de hombres que allí quedaron despedezados y mezclados entre fango y arena.
¿Y los sobrevivientes? Mutilados de cuerpo y alma se vieron reducidos a inútiles, desperdicios que nadie quería recordar.
La despiadada y desalmada actitud de muchos nazi no se puede entender sin esa experiencia vital de la generación llamada “Jahrhundertkohorte“ (“batallón secular“), los que habían nacido próximos al cambio del siglo --1899/1900.
Adolf Hitler en “Mein Kampf“, sin darse cuenta de ello, retrata la sicopatalología del sobreviviente mutilado y sicópata de la Gran Guerra quien ahora encuentra en el destruir el elemento fundamental de su actuar político.
-El método tecnificado del asesinato colectivo:
Para realizar el plan de exterminio de los judíos que se encontraban bajo el dominio del gobierno alemán nazi en Alemania y en las zonas ocupadas por el ejército alemán el sistema tradicional “pogrom“ no era practicable. Así decidió la reunión de jefes nazi ( Wannsee - Konferenz) al instalar un sistema de exterminio tecnificado. Se había visto que no era posible movilizar la población alemana para colaborar activamente con la obsesión antisemita del gobierno, quien había conseguido el poder legalmente siendo el partido más votado pero no había obtenido la mayoría parlamentaria.
La mayoría de sus electores como aqellos grupos rivales que finalmente les apoyaron no fueron adictos al programa extremista ideológico nazi; esperaron que aquellos, una vez en el poder, abandonarían el sectarismo extremista para dedicarse a revisar el odiado tratado de Versalles e iniciar un proceso de reconstrucción nacional con tendencia neomonárquica. Se equivocaron.
El proyecto de exterminar “la raza judía“ seguía ocupando el lugar central en la política nazi, no había asunto de mayor importancia. Por eso se movilizaron los medios operativos: la SS y la Gestapo, con colaboración activa de la policía y del ejército ordinario, el sistema de transporte, los recursos administrativos e industriales, desde el sector de la construcción hasta la industria armamenticia y naturalmente la industria química ya experimentada en la fabricación de gas tóxico para uso militar.
Se procuraba que en esa inmensa maquinaria de la muerte sólo
tuvieran responsabilidad en mínima parte los que colaboraban  con ella. La labor del exterminio estuvo perfectamente organizada y dividida y el resultado final de la operación tan sofísticada era el asesinato de millones de seres humanos sin dejar huellas atrás, sus cenizas serían repartidas sobre un vasto territorio. Nadie se acordaría de ellos. Se equivocaron.
-El carácter apocalíptico de los hechos:
Entre los muchos millones de muertos que provocaba la Segunda Guerra Mundial pasaría casi inadvertida la desaparición de los millones de judíos europeos que habían quedado prisioneros bajo el dominio nazi al no haber podido huir a tiempo a otros continentes. Eso era el simple cálculo de los responsables. Por ello decretaron la ley de silencio sobre los hechos cometidos y acelerados masivamente en el transcurso de la guerra. Calcularon también que la gran mayoría de los colaboradores, espectadores voluntarios o forzados permanecerían callados por muchas razones personales. La guerra se tragaba vidas de alemanes por millares diariamente en los frentes y en las ciudades bajo las alfombras del bombardeo. ¿Quién, en estas circunstancias, se preocuparía del triste destino de las personas enjauladas en miserables vagones de trenes de carga que cruzaban el país con un destino incierto, hacia el Este?
Se cruzaron con trenes repletos de heridos, fugitivos y damnificados alemanes. Todos sabían que en este momento Alemania se jugaba su existencia misma y cada rincón parecía un hervidero de temores y angustias.
La palabra “Auschwitz“ no se conocía y nunca se mencionaba.
Sin embargo, había un saber, más allá de la sospecha o de los rumores que corrían, una certeza de estar presentes ante unos hechos que como una catástrofe natural, un terremoto,  sacudía los estamentos mismos de la vida civilizada.
Todos que pensaban que las fichas de la historia se moverían como en el juego del ajedrez por cálculos e intereses razonados veían atónitos que la máquinaria de la muerte continuaba funcionando hasta el último momento que el régimen nazi poseía aliento. Y ahora se exhibía sin pudor: Ante el avance rápido de los aliados y tras el derrumbe de los frentes militares empezaron a evacuarse los campos de concentración y se veía el estado de miseria de los que habían estado allí encerrados; ahora muchos eran fusilados de los que quedaron atrás en la vía pública delante los ojos atónitos de personas que antes habrían llamado a la policía cuando unos niños les robaban manzanas.
Cuando - bajo un criterio racional - hubiese sido necesario reunir todas las reservas para fortalecer la defensa, los nazi aceleraron su programa de exterminio de sus indefensos enemigos, judíos, pero también tantos otros.
Es esa orgia de la sinrazón desatada que me ha hecho ver la presencia real del mal como un elemento materialmente presente entre los hombres. El testamento que el Führer dejó cierra el camino hacia ese final apocalíptico.
Hitler elogia el hecho de haber logrado la casi destrucción del pueblo judío y al mismo tiempo considera justa la desaparición de Alemania bajo la represalia de los vencedores:“El pueblo alemán se ha mostrado inferior y débil, merece desaparecer.“
“Nunca hemos escondido nuestras intenciones“ - así se despide el ministro de propaganda Joseph Goebbels -“¿por qué nos eligieron? Ahora se les cortará un poquito los cuellecitos; cerraremos la puerta detrás de nosotros que retumbarán los siglos“.
¿Se equivocaron estas voces?
¿Hay referencias de estos hechos a otros similares?
Se destaca con razón la singularidad de los terribles crímenes contra humanidad aunque cada evento histórico suele tener su singularidad y en este sentido consiste su carácter irrepetible. Manifiesto dudas acerca de la frase tan frecuentemente mencionada que “hay que aprender de la historia para evitar tener que repetirla“.
El asesinato de millones de judíos y de otros grupos más, gitanos, prisioneros soviéticos, opositores alemanes u oriundos de casi todas las naciones europeas ha tenido antecedentes históricos, tuvo sucesos similares y paralelos en su tiempo, y sus perversos principios continúan siendo vigentes en muchos eventos en la actualidad.
Los genocidios acompañaron la historia de la modernidad y la gama de argumentos ideológicos para su justificación ha sido siempre variada según los respectivos intereses de los maestros asesinos.
“La Muerte es un maestro de Alemania“ escribía Paul Celan.
Pero ese Maestro antes había sido turco y sacrificaba a armenios o soviético que mandó a morir al campesinado autónomo. Esa Muerte uniformada generalmente suele usar toda una parafernalia de símbolos, gorros, banderas, medallas de cruces, soles y estrellas; la Muerte genocida lleva muchos nombres y generalmente anda disfrazada bajo una letanía de invocaciones de sufrimientos pasados por derechos alienados e injusticias sufridas, patrias perdidas y tierras arrebatadas. Su voz proclama una luz que brotaría al final de las tinieblas donde esperan falsas utopías.
Muy sonada está la disputa entre los historiadores alemanes, si los nazi aprendieron de Stalin o si ha sido al revés.
Y no falta quien justifica los principios que motivaron al asesino caucásico considerando justa defensa causar la muerte a millones de inocentes. Realidad es que ningún evento está aislado y no debe analizarse por si sólo y en esto consiste lo que es aprender al contemplar lo sucedido a través de la distancia de sesenta años pasados. En ese aprender hay todo lo aprehensible, pero no olvidemos rogar:
“Ne nos inducas in tentationem“ y “libera nos a malo“, que significa que no nos veamos puestos delante tal reto  existencial y tener que elegir entre la conservación de  principios o de la propia vida.
¿Cómo entender esos sucesos?
¿Hacen falta más interpretaciones?
El proceso de Nuremberg contra los criminales nazi levantó la cortina que hasta entonces había cubierto los hechos escalofriantes. Su importancia histórica no está en la condena de unos pocos de los principales culpables sino en la creación de un nuevo derecho internacional que limita la soberanía de las naciones al hacer vigente la declaración de los derechos humanos como base de una legislación positiva de las naciones.
Sin embargo, para llegar a entender lo que había pasado tenía que pasar más de una generación.
El publicista Eugen Kogon preso en el campo de concentración de Dachau había comenzado ya durante la estadía allí su famoso libro “Der SS - Staat“ ( El Estado de la SS ) que fue publicado muy pronto después de la guerra, un libro fundamental que acompañaba mis estudios de bachillerato.
Kogon destaca la importancia de la SS como organización privilegiada nazi que disponía de los bienes robados a sus víctimas además del trabajo esclavizado de ellos. Fue así que parte de la sociedad civil bajo el dominio nazi  se aprovechaba indirectamente de esos crímenes, tanto en la misma Alemania como en las zonas ocupadas.  
Pero fue Hannah Arendt, alumna del filósofo Martin Heidegger cuyo tendencia temporal pronazi es conocida, quien analizó los sucesos y forjó el término “totalitarismo“ para caracterizar los regímenes de opresión y control totalitarios modernos; teoría que incluye nazismo y estalinismo soviético a la vez.
Sin embargo, sólo muy lentamente y después de muchos años de silencio comenzó a activarse la memoria de víctimas y testigos sobrevivientes.
Más de quince años después de la guerra se inició el “Proceso Auschwitz“ en Frankfurt contra un grupo de sobrevivientes colaboradores activos en aquel campo de exterminio. Pude observar este proceso de cerca y observé la chocante normalidad exhibida por unos asesinos que en sus vidas privadas no eran más que simples y ordinarios obreros, comerciantes y empleados con caras que parecían máscaras frías e inocentes.
Ninguno de los acusados se declaraba culpable de lo que se le acusaba. A ninguno le perturbaba la presencia de testigos  sobrevivientes que con frecuencia necesitaban asistencia médica para soportar la confrontación con sus torturadores delante el tribunal.
Comprendí el significado del término “banalidad del mal“. El mal omnipresente en los campos de exterminio estaba vestido de la más ordinaria normalidad. No lejos de las cámaras de gas y de los crematorios siempre humeantes jugaban los hijos de los guardianes con sus perritos, se preocupaban los guardianes en sus horas libres del bienestar de sus familiares.
“La Muerte es un maestro de Alemania“. Así comienza el poema famoso de Paul Celan, poeta y sobreviviente del campo de Auschwitz. Aquel maestro escribe una carta a la mujer amada y dice: “Tu pelo dorado Margarita“
y a cien metros de distancia se encontraba: “Tu pelo de ceniza Sulamid“, tanto o más bella que Margarita que en este momento había encontrado “su tumba en el aire“.
Normalidad de lo inaceptable, presencia real de la perversión. Paul Celan reproduce la frase sádica de guarda SS:“allí - en el aire - estáis cómodos“.
Así, durante el proceso Auschwitz no había ningún arrepentimiento, ninguna compasión, sólo lloriqueo y lastimeo por el propio destino por haber tenido que cumplir órdenes que otros y personalmente desconocidos habían dado. Asquerosa condición humana esa.
Las mismas impresiones se repetirían durante el proceso contra Adolf Eichmann delante el tribunal israeli en Jerusalén. El hombre que organizó el transporte de cientos de miles hacia las cámaras de gas se declara inocente respecto a la muerte de ellos confirmando así la horrible normalidad del terror. Hubo la esperanza que del proceso saldrían algunas revelaciones o al menos nuevas impresiones sobre la motivación destructiva de los actores. Nada de eso sucedió. Al final fue condenado a la pena máxima y ahorcado un individuo con la conciencia infantil del niño que es atrapado torturando insectos.
Sin embargo, durante los sesenta años que han pasado fueron numerosos los ensayos, libros y documentación en busca del sentido escondido detrás del terror y no faltaban teorías que hasta negaban los mismos hechos reales y documentados.
Preguntas inquietantes han sido formuladas: ¿En qué medida colaboraban la población alemana y la de otras naciones ocupadas por la Wehrmacht para atrapar a las víctimas y entregarlas a sus verdugos? ¿Se ha cumplido así un odio secular antijudío alemán? Preguntas que se discuten hasta en la actualidad sin encontrar respuestas claras y contundentes.
Hace años atrás y en la continuación de nuevas formas de publicación, en los medios de cine y televisión se han encontrado nuevas denominaciones para estos hechos.
Se habla de “Shoah“y de “Holocausto“, hebreo el primero y griego el segundo término. Ambos términos definen la muerte masificada como un sacrificio, dando así un carácter religioso a la muerte violenta de millones de seres humanos.
Veo en eso el reflejo del respeto que rinden nuevas generaciones a las víctimas inocentes de aquel crímen histórico. ¿Interpretan adecuadamente la realidad?
Esa realidad nos perturba profundamente los que vivimos embutidos en el proceso imparable de progreso técnico y social.¿No repesenta Auschwitz la cara negativa de lo que adoramos?
¿Somos capaces de enfrentarnos a la barbarie y a la inhumanidad en nuestro alrededor cuando eso nos lo justifican como progreso y avance?
¿Somos hoy más responsables y respetamos más la vida de otros que aquella generación que ha visto pasar los transportes hacia la muerte?
¿Quién es Maestro de la Muerte hoy?

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