‘ El Este’ - - - ‘El Oeste’ -----¿un reto?
En ‘La Montaña Mágica’, la gran novela del tránsito (entre otras muchas cosas) del siglo 19 al 20, Thomas Mann mira profundamente hacia ‘El Este’… lee a Rusia, país vecino hermanado por la historia a su propio país. El novelista crea el personaje de ‘Madame Chauchat’ de quien se enamora Hans Castorp, personaje principal de la historia. Y será ella quien critica los principios morales del mundo occidental con las siguientes palabras:
“La pasión significa vivir por amor a la vida. Pero sabemos que los occidentales vivís para gozar experiencias nuevas. La pasión es olvidarse de uno mismo, abandonar el yo supremo. Pero vosotros buscáis ganar vivencias. Sois aventureros. (…) Nada sabéis acerca de que tales tendencias no son más que frutos de un egoísmo abominable y que el día llegará en que seáis enemigos de la humanidad misma. (…) Nosotros confiamos en que la moral no debe asociarse con la virtud, es decir con la razón, el orden y las buenas costumbres. Pensamos por el contrario que vivir se trata de enfrentar el pecado, de buscar el peligro y todo lo que es capaz de consumirnos y de destruirnos. Nos parece que hay que darse por perdidos y dejarse destruir antes que conservarse, porque tal es otra moral. En general los grandes ‘moralistas’ en la historia no eran buenas personas, eran aventureros del mal, eran pecadores y viciosos en sus vidas privadas y nos han enseñado cómo humanamente resignarnos ante el pecado y ante el dolor.”[i]
¿Constituirán estas palabras un medio idóneo para entender mejor a ‘El Este’? Tengo la impresión que existe un enorme vacío en la relación entre europeos de ‘oeste y de este’. Thomas Mann puntualiza esa ruptura en su novela y destaca el perfil de una mujer rusa distinta al promedio de los otros pacientes que habitan esa ‘Montaña Mágica’, siendo esos personajes en su mayoría europeos occidentales; su manera de ser se caracteriza por orden, puntualidad y razonamiento ante el reto de la vida en este lugar excepcional al que han acudido, en el fondo, a bien morir. Madame Chauchat y los demás ‘ rusos’ no son así, su comportamiento es llamativo y provoca la atención y el disgusto de los demás pacientes. Hans Castorp, sin embargo, vive enclaustrado en su mentalidad de alemán ‘hanseático’ y siente una fuerte atracción hacia aquel modo de ser diferente. No solamente se enamora de una mujer ‘oriental’, se enamora del ‘Oriente’. ¿Se podrá decir, Occidente necesita a Oriente para salir de la estrechez sentimental y mental? Para salir de las reglamentaciones cursis y limitadas, para completar una plena existencia, aún cuando sea transitoria, pueda ser ‘mágica’.
Madame Chauchat hace recordar a Lou Andreas-Salomé, hija de general del ejército imperial ruso, nacida en San Petersburgo y muerta en Gotinga (Alemania), la mujer ‘más liberada’ de su época, musa y amante de personajes de la cultura alemana desde Friedrich Nietzsche hasta Rainer María Rilke. Inspiradora de ideas para Sigmund Freud. Ella representa el pesonaje ‘dualizado’ ruso – alemán y fue autora de una extensa obra literaria, deseada además de venerada figura de las letras y artes en su tiempo. Bella e inteligente anticipa lo que el feminismo moderno en vano ha buscado, autonomía e independencia sin gesto antimachista, reuniendo nobleza y dulzura fémina con humor:
¡Vean! El látigo lo maneja ella contra Friedrich Nietzsche, quien lo inventó y Paul Rée que convivía con ella. (“¡Si vas donde mujeres, no olvides el látigo!”)
Intuyo que el ejemplo sacado de la gran obra literaria da una pista, un guiño de ojos de T. Mann desde el pasado, para mirar desde otra óptica la relación problemática actual entre alemanes y rusos. Sucede que cuando alemanes y rusos se encuentran a menudo se presenta el efecto psícológico ‘Déja Vu’, de haber haber hallado a un viejo conocido. A pesar de eso, el hilo de la comunicación actualmente parece roto. Claro que ahí están las terribles experiencias mortíferas y de devastación y una larga lista de intereses contrariados. Pero ahí está también esa larga tradición de mutua admiración, de enamoramiento que comparten las dos naciones históricamente, podría ser llamada unión repleta de desuniones.
Nota al margen: Esa novela de Thomas Mann, recurso inagotable para la reflexión, invita a lectura y al intento de actualización. Mantendré abierta esa línea sin pretender interpretar esa obra tan compleja.
Friedrichmanfredpeter mayo 2018
Edición anavictoria
[i]"Leidenschaft, das ist um des Lebens willen leben. Aber es ist bekannt, daß ihr um des Erlebnisses willen lebt. Leidenschaft, das ist Selbstvergessenheit. Aber euch ist es um Selbstbereicherung zu tun. (...) Sie haben keine Ahnung, daß das abscheulicher Egoismus ist und daß ihr damit eines Tages als Feinde der Menschheit dastehen werdet? (...) Uns will scheinen, man sollte die Moral nicht in der Tugend suchen, das heißt also in der Vernunft, in der Zucht und Haltung, in den guten Sitten, in der sogenannten An- ständigkeit, – sondern vielmehr in ihrem Gegenteil, ich meine so: in der Sünde, in der Hingabe an die Gefahr, an all das, was Schaden und Verderben bringt, an all das, was uns vernichten, verschlingen will. Uns will scheinen, daß es moralischer ist, sich verloren zu geben, sich sogar vernichten zu lassen, als sich zu bewahren. Die großen Moralisten, die waren durchaus nicht das, was man Tugendbolde nennt, sondern die waren Abenteurer im Bösen, in den Lastern, große Sünder, die uns lehren, wie wir uns christlich in die Sünde und in die Not ergeben.” ( Aus Thomas Mann, Der Zauberberg)
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