Un ideal pedagógico
¿ todavía presente?
Los hermanos
von Humboldt, Wilhelm y Alexander
Quien busca
ideales encontrará el ideal humboldteano;
trata de educación como proceso vital, concebida y activada por los
hermanos Humboldt, Alexander y Wilhelm, cada uno desde una perspectiva distinta, la filosofía de la naturaleza por un
lado y la social y cultural por el otro. Ambos hermanos representan a la Prusia
ilustrada, tolerante y abierta al mundo de la libertad de pensamientos. Ambos,
entregados a su ideal desde su orígen como "Juncker" prusianos y aristócratas, fueron motor de cambios
históricos que catapultaron a Alemania desde un estado de letargía e
inmovilidad a ser un país de excelencia cultural e intelectual. Su misión
pedagógica no fue moderna, fue revolucionaria. Con frecuencia fue combatida,
reducida, hasta tratada de anular, pero siempre resurgió. Su esencia era,
introducir el saber al mayor número posible de personas, y eso no sólo para
enriquecer a la nación, sino para transformarla; igual a las personas que
serían como nacidas de nuevo.
Sucedió, mientras
franceses revolucionaron las instituciones públicas, los alemanes iniciaron la
revolución del saber, el libre pensar creativo que corroe toda petrificación y
estancamiento. Marx y Heinrich Heine creyeron en este concepto:
“Wir
aber besitzen im Luftreich des Traums
Die Herrschaft unbestritten.”[1]
--Somos dueños del
imperio aireado de los sueños.
El apellido
Humboldt es clave de éxito; su proyecto invadió modelos pedagógicos del mundo
entero, porque es principio universal, más allá de Alemania. Hecho curioso: Una
comisión de universidades americanas investigó el modelo del “Gymnasium” alemán
para copiarlo, sucedió inmediatamente después de la derrota alemana en 1945.
Los derrotados
a su vez hicieron todo para copiar el modelo americano, actualizado, práctico,
eficaz y “correcto”.
Cosmica fue la
mirada humboldt, sin limitación ideológica, sin fronteras, invocando la
humanidad sin prejuicio; sigue como herencia y misión que aun no están agotadas
contra todo pronóstico y reserva.
Sin embargo,
existía quién trató de cumplirla - de forma poética, narrativa, lo cual era su
hacer; trataré de seguirle y visitar el sueño aireado de Johann Wolgang Goethe, a quién vemos aquí en compañía de los
hermanos Humboldt:
Soñé de un viaje en compañía de Johann Wolfgang Goethe
a su “Provincia Pedagógica”[2]
y leo lo siguiente;
“Los peregrinos habían tomado la ruta indicada
y felizmente encontraban la frontera de
la Provincia donde llegarían a conocer cosas
extrañas–“
Los peregrinos del sueño somos J.W.Goethe y yo. En lugar de usar la
diligencia tirada por dos o más caballos, propia de viajeros del siglo XVIII,
cogemos un taxi que nos deja donde comienza la Provincia Pedagógica.
–¿Qué raro, digo yo,–aquí no hay ningún
nombre de santo o político para decorar la entrada de tan ilustre lugar?
–No,
nada de eso, contesta el Maestro a mi lado, – esta Provincia no necesita marcar su frontera, aquí se sale y se entra
libremente.
Con eso bajamos del taxi para pisar tierra desconocida.
–¿Entonces, cómo garantizan aquí el
orden, la disciplina, además de la seguridad de la población de pequeños que
habita este lugar?
El Maestro sonrie y contesta:
–¿Ves
aquellos jóvenes allí trabajando con sus instrumentos para limpiar los patios?
Ahora vendrán a saludarnos y nos preguntarán, adónde vamos y qué queremos.
Y efectivamente, un grupo de jóvenes se
acerca después de saludarnos
respetuosamente nos indican dónde tenemos que ir para encontrar quien nos
enseñara más de esta Provincia.
–¿Cómo consiguen los maestros que estos
jóvenes se comporten así, que parece que es supérflua la vigilancia? Yo no veo
a ningún maestro.
Goethe levanta las manos, un gesto típico
de él :
–Es
muy sencillo, se sienten responsables de esta pequeña nación que es su
Provincia.
–¿Entonces, no hay orden ni control aquí?
–Naturalmente,
pero tratan de hacerlo invisible para que el control principal lo ejerzan ellos
mismos. Es su responsabilidad para que actúen con respeto y no con obediencia.
Yo me quedo incrédulo ante lo que el
Maestro me explicaba.
–¿Qué niños son estos? Veo que están
vestidos de muy distinta manera. Yo esperaba encontrar aquí un público
uniformado o vestido de igual manera.
–No,
aquí se respeta el carácter individual de cada alumno, siempre que no se
pase de lo sencillo a excéntrico. Además,
lo sencillo es cómodo y es lo natural.
Ahora el maestro abrió una puerta y entramos
en un ambiente de silencio acogedor, pero el salón estaba repleto de pequeña
gente --leyendo. Pues todos tenían un libro en la mano.
–¿Están leyendo sus obras Maestro? pregunto.
–A
eso no han llegado todavía y tampoco quisiera asustarlos antes del tiempo. Nos
basta con que empiecen a querer las letras, familiarizarse con la palabra
escrita y traducirla a su imaginación y fantasía.
Goethe parecía todo satisfecho y le brillaban
los ojos; igual cuando al continuar nuestro camino observábamos que todos los
árboles y arbustos llevaban pequeñas etiquetas con inscripciones: el nombre
botánico de la planta y sus propiedades.
–¿Quién ha hecho eso? pregunto.
–Los
mismos estudiantes, guiados por el profesor de biología. Ni yo ni Humboldt lo
podíamos haber hecho mejor.
Por fin encontramos a la directora
después de recorrer pasillos y corredores. Unos alumnos nos dicen que la habían
visto acá o allá, y que en su oficina se halló rara vez. Se nos presenta una
mujer enérgica y amable que nos explica lo que aquí sucede: en el fondo una
revolución pedagógica:
–El
principio nuestro es hacer lo posible para que el estudiante mismo decida sobre
el proceso de su aprendizaje. Sabemos que los niños mejor aprenden cuando se
entusiasman y ellos desean saber, conocer más. Hay que despertar la curiosidad
que llevamos todos dentro. Hay que evitar que unos se aburren y otros no
entienden. Crear mayor autonomía es un proceso difícil para maestros y alumnos.
Tienen que coordinar y experimentar métodos, coordinar estudios con otros,
aprender a presentar su labor en público, tomar decisiones y abandonar la
pasividad. ¿Se dan cuenta que todo eso es esencial para la vida posterior? Se
nos critica por la falta de amplitud de conocimientos así obtenidos. Pero más
vale profundizar que estudiar superficialmente.
–¿Van a ser investigadores los que habitan
la Provincia Pedagógica? digo yo, porque me molestaba un poco el entusiasmo
por un proyecto que me parecía algo irreal.
–En
la medida de nuestras posibilidades, sí lo van a ser. Grandes pensamientos
todos han sido ya pensados, descubrimientos de fama ya se han hecho. Pero a
nosotros nos toca repensar ideas y redescubrir lo descubierto como si fuera
nuevo; compartir dudas y angustias compañeros de la investigación y vivir el
pensar como una aventura que explora lo desconocido. Sólo así se harán nuestros y perduren en nuestras
mentes. Y esto es crear placer y alegría contrarios al aburrimiento lamentable.
Ideal sería que dos profesores de distintas asignaturas colaboren en un
programa común.
Yo veeo que J.W.Goethe se sonrie. Eso era
lo suyo. Aquí en la Provincia Pedagógica acaba de renacer la revolución mental
que inspiraba el espíritu de Weimar y de sus representantes clásicos desde
Goethe a los hermanos von Humboldt.
Cuando despierto de mi siesta me hallo
sentado en el sillón de costumbre con el libro
de Goethe caido al suelo. Al levantar el libro cvasualmente leo estas
frases:
“Respetemos lo que
está encima,
Respetemos lo que
está debajo
De
nosotros.”
“Ehrfurcht vor dem,
was über uns ist,
Ehrfurcht vor dem, was unter uns
ist.”
Sueños son
sueños.
friedrichmanfredpeter septiembre 2016
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nota:
En la ciudad de Barranquilla ha sido el profesor Albert Assa quien supo mantener la antorcha del ideal humboldteano.
De eso se hablará en otra ocasión.
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