jueves, 22 de septiembre de 2016

Un ideal pedagógico ¿todavía presente?

Un ideal pedagógico

                ¿ todavía presente?
Los hermanos von Humboldt, Wilhelm y Alexander


Quien busca ideales encontrará el ideal humboldteano; trata de  educación como  proceso vital, concebida y activada por los hermanos Humboldt, Alexander y Wilhelm, cada uno desde una perspectiva  distinta, la filosofía de la naturaleza por un lado y la social y cultural por el otro. Ambos hermanos representan a la Prusia ilustrada, tolerante y abierta al mundo de la libertad de pensamientos. Ambos, entregados a su ideal desde su orígen como "Juncker" prusianos  y aristócratas, fueron motor de cambios históricos que catapultaron a Alemania desde un estado de letargía e inmovilidad a ser un país de excelencia cultural e intelectual. Su misión pedagógica no fue moderna, fue revolucionaria. Con frecuencia fue combatida, reducida, hasta tratada de anular, pero siempre resurgió. Su esencia era, introducir el saber al mayor número posible de personas, y eso no sólo para enriquecer a la nación, sino para transformarla; igual a las personas que serían como nacidas de nuevo.
Sucedió, mientras franceses revolucionaron las instituciones públicas, los alemanes iniciaron la revolución del saber, el libre pensar creativo que corroe toda petrificación y estancamiento. Marx y Heinrich Heine creyeron en este concepto:
“Wir aber besitzen im Luftreich des Traums
                         Die Herrschaft unbestritten.”[1]
                        --Somos dueños del imperio aireado de los sueños.

El apellido Humboldt es clave de éxito; su proyecto invadió modelos pedagógicos del mundo entero, porque es principio universal, más allá de Alemania. Hecho curioso: Una comisión de universidades americanas investigó el modelo del “Gymnasium” alemán para copiarlo, sucedió inmediatamente después de la derrota alemana en 1945.
Los derrotados a su vez hicieron todo para copiar el modelo americano, actualizado, práctico, eficaz y “correcto”.
Cosmica fue la mirada humboldt, sin limitación ideológica, sin fronteras, invocando la humanidad sin prejuicio; sigue como herencia y misión que aun no están agotadas contra todo pronóstico y reserva.

Sin embargo, existía quién trató de cumplirla - de forma poética, narrativa, lo cual era su hacer; trataré de seguirle y visitar el sueño aireado de Johann Wolgang Goethe, a quién vemos aquí en compañía de los hermanos Humboldt:



Soñé de un viaje en compañía de Johann Wolfgang Goethe
 a su “Provincia Pedagógica”[2] y leo lo siguiente;
 “Los peregrinos habían tomado la ruta indicada y  felizmente encontraban la frontera de la Provincia donde  llegarían a conocer  cosas  extrañas–“
Los peregrinos del sueño somos  J.W.Goethe y yo. En lugar de usar la diligencia tirada por dos o más caballos, propia de viajeros del siglo XVIII, cogemos un taxi que nos deja donde comienza la Provincia Pedagógica.
–¿Qué raro, digo yo,–aquí no hay ningún nombre de santo o político para decorar la entrada de tan ilustre lugar?
–No, nada de eso, contesta el Maestro a mi lado, – esta Provincia no necesita marcar su frontera, aquí se sale y se entra libremente. 
Con eso bajamos del taxi para pisar  tierra desconocida.
–¿Entonces, cómo garantizan aquí el orden, la disciplina, además de la seguridad de la población de pequeños que habita este lugar?
El Maestro sonrie y contesta:
–¿Ves aquellos jóvenes allí trabajando con sus instrumentos para limpiar los patios? Ahora vendrán a saludarnos y nos preguntarán, adónde vamos y qué queremos.

Y efectivamente, un grupo de jóvenes se acerca  después de saludarnos respetuosamente nos indican dónde tenemos que ir para encontrar quien nos enseñara más de esta Provincia.
–¿Cómo consiguen los maestros que estos jóvenes se comporten así, que parece que es supérflua la vigilancia? Yo no veo a ningún maestro.
Goethe levanta las manos, un gesto típico de él :
–Es muy sencillo, se sienten responsables de esta pequeña nación que es su Provincia.
–¿Entonces, no hay orden ni control aquí?
–Naturalmente, pero tratan de hacerlo invisible para que el control principal lo ejerzan ellos mismos. Es su responsabilidad para que actúen con respeto y no con obediencia.
Yo me quedo incrédulo ante lo que el Maestro me explicaba.
–¿Qué niños son estos? Veo que están vestidos de muy distinta manera. Yo esperaba encontrar aquí un público uniformado o vestido de igual manera.
–No, aquí se respeta el carácter individual de cada alumno, siempre que no se pase  de lo sencillo a excéntrico. Además, lo sencillo es cómodo y es lo natural.
Ahora el maestro abrió una puerta y entramos en un ambiente de silencio acogedor, pero el salón estaba repleto de pequeña gente --leyendo. Pues todos tenían un libro en la mano.
–¿Están leyendo sus obras Maestro? pregunto.
–A eso no han llegado todavía y tampoco quisiera asustarlos antes del tiempo. Nos basta con que empiecen a querer las letras, familiarizarse con la palabra escrita y traducirla a su imaginación y fantasía.
Goethe parecía todo satisfecho y le brillaban los ojos; igual cuando al continuar nuestro camino observábamos que todos los árboles y arbustos llevaban pequeñas etiquetas con inscripciones: el nombre botánico de la planta y sus propiedades.
–¿Quién ha hecho eso? pregunto.
–Los mismos estudiantes, guiados por el profesor de biología. Ni yo ni Humboldt lo podíamos haber hecho mejor.
Por fin encontramos a la directora después de recorrer pasillos y corredores. Unos alumnos nos dicen que la habían visto acá o allá, y que en su oficina se halló rara vez. Se nos presenta una mujer enérgica y amable que nos explica lo que aquí sucede: en el fondo una revolución pedagógica:
–El principio nuestro es hacer lo posible para que el estudiante mismo decida sobre el proceso de su aprendizaje. Sabemos que los niños mejor aprenden cuando se entusiasman y ellos desean saber, conocer más. Hay que despertar la curiosidad que llevamos todos dentro. Hay que evitar que unos se aburren y otros no entienden. Crear mayor autonomía es un proceso difícil para maestros y alumnos. Tienen que coordinar y experimentar métodos, coordinar estudios con otros, aprender a presentar su labor en público, tomar decisiones y abandonar la pasividad. ¿Se dan cuenta que todo eso es esencial para la vida posterior? Se nos critica por la falta de amplitud de conocimientos así obtenidos. Pero más vale profundizar que estudiar superficialmente.
–¿Van a ser investigadores los que habitan la Provincia Pedagógica? digo yo, porque me molestaba un poco  el entusiasmo  por un proyecto que me parecía algo irreal.
–En la medida de nuestras posibilidades, sí lo van a ser. Grandes pensamientos todos han sido ya pensados, descubrimientos de fama ya se han hecho. Pero a nosotros nos toca repensar ideas y redescubrir lo descubierto como si fuera nuevo; compartir dudas y angustias compañeros de la investigación y vivir el pensar como una aventura que explora lo desconocido. Sólo así  se harán nuestros y perduren en nuestras mentes. Y esto es crear placer y alegría contrarios al aburrimiento lamentable. Ideal sería que dos profesores de distintas asignaturas colaboren en un programa común.
Yo veeo que J.W.Goethe se sonrie. Eso era lo suyo. Aquí en la Provincia Pedagógica acaba de renacer la revolución mental que inspiraba el espíritu de Weimar y de sus representantes clásicos desde Goethe a los hermanos von Humboldt.


Cuando despierto de mi siesta me hallo sentado en el sillón de costumbre con el libro  de Goethe  caido al suelo.  Al levantar el libro cvasualmente leo estas frases:
                          “Respetemos lo que está encima,
                           Respetemos lo que está debajo
                                         De nosotros.”
                          “Ehrfurcht vor dem, was über uns ist,
                            Ehrfurcht vor dem, was unter uns ist.”
Sueños son sueños.
friedrichmanfredpeter    septiembre 2016
_________________
nota:  En la ciudad de Barranquilla ha sido el profesor Albert Assa quien supo mantener la antorcha del ideal humboldteano. De eso se hablará en otra ocasión.
[1] Heinrich Heine, Deutschland ein Wintermärchen -- Alemania un sueño invernal.

[2] Wilhelm Meisters Wanderjahre, Zweites Kapitel, 1. Buch
Die Wallfahrenden hatten nach Vorschrift den Weg genommen und fanden glücklich die Grenze der Provinz, in der sie so manches Merkwürdige erfahren sollten –“

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