viernes, 8 de abril de 2016

Cuando los caballos lloraban…

…”Luego el velo de la muerte lo envolvió. El alma emprendió el vuelo y se marchó al Hades, llorando la fuerza y la juventud perdidas”… así murió Patroclo, el guerrero que con tanta fuerza e insistencia deseó ir a la batalla.

A propósito de un tema siempre recurrente, el de La muerte,  nos reencontramos en la magnífica Ilíada de Homero con revelaciones sencillas y siempre actuales acerca de luchar y morir en el campo de batalla. Más adelante en la lectura:

…”Y hablando del dolor, ¿qué puedo decir de lo que pasó con Janto y Balio? Eran los caballos inmortales de Aquiles, y habían llevado a Patroclo a la batalla. En fin, cuando Patroclo cayó,  Automedonte se los llevó lejos de la contienda, pensando que los pondría a buen recaudo .... Pero ellos, cuando estuvieron en medio de la llanura, se detuvieron, de improviso; se quedaron quietos porque su corazón estaba destrozado por la muerte de Patroclo .... permanecieron inmóviles, como una estela de piedra sobre la tumba de un hombre, con los hocicos rozando el suelo, y lloraban, lágrimas ardientes. Sus ojos, eso dice la leyenda, lloraban. Ellos no habían nacido para sufrir la vejez, ellos eran inmortales. Pero habían cabalgado al lado del hombre, y de él habían llegado a aprender el dolor: porque no hay nada sobre la faz de la tierra, nada que respire o camine, nada tan infeliz como es el hombre. Al final, bruscamente, los dos caballos se lanzaron al galope, pero hacia la batalla. .... la verdad es que parecía un carro enloquecido, que cruza la batalla como un viento, sin derramamiento de sangre, absurdo y maravilloso.”[1]


 A la muerte del guerrero Patroclo  lloran los caballos inmortales de Aquiles quien en aquel tiempo se había retirado del campo de batalla, donde durante largos años invasores griegos y troyanos libraron una guerra a muerte. ¡Qué suerte la de Patroclo! ¡Qué admirables estos caballos que dan ejemplo a los hombres acerca de cuál debiera ser su verdadero destino: dejar reposar las armas y llorar… que haya paz!



 Pero no fue así, no podria ser así : los hombres no pueden vivir en paz; un triste destino les llama a combatir porque no hay nada sobre la tierra más infeliz- dice el texto - que el hombre. Los hombres combaten, se matan, a veces sin saber por qué. Aquiles, por ejemplo, lo olvidó todo y no sabe por qué está aquí sobre este campo de Troya que con sus altas murallas se presenta inconquistable.
¡Eso no importa! Es el duelo de hombre contra hombre, cubiertos ambos de brillante armadura de bronce y de escudos lucientes, llevando lanzas y espadas en manos adiestradas para darse la muerte. Buscar botín, real y simbólico. Es su destino: volver a Grecia, cubiertos de fama, con la nave cargada de mujeres esclavas y de tesoros. Para eso exponen sus vidas e intentan quitársela al adversario.
Y desde lo alto de las nubes celestes contemplan los dioses inmortales el espectáculo igual que los mortales contemplarían una riña de gallos o de perros. ¿Harían apuestas? El juego está abierto de manera que quien ría mejor será el último: el ganador.  Ciertos gallos hay preferidos por los dioses: Aquiles por ejemplo, le ama el mismo Zeus sin embargo también morirá. ¿Qué motiva a los dioses? Nadie lo sabe. El juego es así de sencillo, es el azar.

¿Qué perdura, quién vencerá, a qué precio?
La Ilíada de Homero no formula respuesta, sólo queda el dolor. NUNCA se trata de dolor físico; no leemos nada acerca de un quejido de dolor por parte de ninguno de los guerreros. Por el contrario… Patroclo pronuncia palabras de última voluntad antes de morir: "¡No dejen que me coman buitres y perros!" Y por eso siguen  luchando los suyos, para rescatar el cadáver, para rendirle honores de sepultura, mientras el alma viaja camino al  Hades.
A los dioses, ahí arriba, eso no les preocupa, ocupados están bebiendo néctar en copas doradas.
Sólo resienten los caballos. ¿Quién de los guerreros presentes es capaz de imitar estos gestos, quién será tan "humano" para arrepentirse  y para correr a través del campo llorando?
El gesto que Homero inventó es espectacular. El documento que nos llega desde la prehistoria, con una antigúedad similar a la Biblia, nos estremece con este menjaje de madurez humano. Nos llega esta muestra de dolor sorprendente y veraz, y se nos cae la espada invisible que llevamos cargada en nuestras manos.



A través de los caballos el texto nos enseña cómo si imitáramos a los caballos de Aquiles abandonaríamos el odio por el dolor y no nos dolaría la derrota propia, sino el dolor ajeno. Veríamos la muerte de Patroclo, el amigo o el enemigo y su muerte no nos sería indiferente, tampoco aceptaríamos entregar este cadaver a los buitres o perros. No clavaríamos su cabaza en la pìca para exhibirla triunfantes. De los caballos aprenderíamos que hay un valor detrás de las muertes, la valía de portarse como humanos. Tal lección no la enseñan los dioses; nos la han indicado unos  caballos excepcionales: Janto y Balio, los caballos divinos de Aquiles.

friedrichmanfredpeter   abril 2016
  



[1] Homero, Ilíada ... narrado por Alessandro Baricco, Barcelona 2005, p. 136

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