por Claudius Seidl
Profundas grietas culturales dividen Europa; por eso
no resulta extraño que entre las regiones Brandemburgo y Baviera existan varias
fronteras culturales.
Es cierto: observamos por una parte líneas delgadas que
separan zonas protestantes de las
católicas; son marcados, por otro lado, los límites entre regiones donde estuvieron presentes los romanos y
otras donde no estuvieron; y por último, aun está vigente una frontera entre la
región original alemana al oeste del río
Elba y la colonizada posteriormente en el
este. No hay que extrañarse de que bávaros y brandemburgueses se sientan
ajenos entre si.
A pesar de eso son capaces de someterse a los mismos
principios y leyes. Y ahora, cuando se habla más de Europa que de Alemania,
tales grietas y límites se tornan más visibles entre los alemanes y sus
vecinos.
Hace cien años que Thomas
Mann postuló una división definitiva entre las culturas del occidente y la
alemana. Hoy por hoy nos conocemos mejor y esas diferencias nos atraen.
Quien quiere a Francia la quiere porque
es distinta.
Así es que esta Europa moderna y unida sigue dividida
por grietas culturales -separada entre este y oeste- es un mundo
grecolatino, al norte protestante, hacia
el sur católico.
Además está el confuso panorama de la región de los
Balcanes, fugaz ya que nunca se encuentra cuando uno la busca.
(traducción: peter/oeding)
Comentario:
El autor de este texto describe en breves líneas la
división cultural que viven las regiones de Europa desde su orígen lejano
histórico. Como alemán evoca el ejemplo de Alemania, una nación que en su
esencia la forman muchos "paises". Ser distintos, unos de otros, no
impide la convivencia y el respeto a las mismas reglas y leyes. Naciones son
construcciones similar a artificios que deben su existencia a la casualidad, a
marcas históricas específicas; detrás de ello no hay destino ni misterio;
grandeza se mezcla con pobreza - así es la
historia.
El renacer actual de instintos nacionalistas, vestidos
de fragmentos ideológicos del pasado, con banderines y colores de izquierda
como de derecha, es una pérdida grave de sustancia de la Unión Europea.
A este continente le enriquece su aparente fragmentación
en culturas distintas, en lenguas y costumbres diferentes, pero le enaltece la
capacidad de convivir y compartir unos con otros una realidad común, unas
reglas y leyes democráticamente constituidas. Revisar la historia, revivir
conflictos pasados abren el camino a los desastres que ya creíamos pasados y
superados.
¡No admitamos que eso suceda! Seamos europeos
conscientes de nuestro destino común y orgullosos de nuestra pluralidad
cultural.
friedrichmanfredpeter
diciembre de 2015
original del texto comentado:
Was ja schon deshalb kein Wunder ist, weil zwischen
Brandenburg und Bayern gleich mehrere kulturelle Grenzen verlaufen. Es gibt die
feine Linie, welche die protestantischen von den katholischen Gegenden trennt,
es gibt tiefe kulturelle Gräben zwischen jenen Regionen, in denen die Römer
waren, und jenen, in denen sie nicht waren, es gibt eine immer noch erkennbare
Grenze zwischen dem alten Siedlungsgebiet westlich der Elbe und dem kolonisierten
Land jenseits davon, und insofern muss man sich nicht wundern, wenn Bayern und
Brandenburger einander immer wieder als Fremde begegnen.
Trotzdem
können sie sich einigen, auf Begriffe und Gesetze, lesen dieselben Bücher,
schauen sich dieselben Fernsehserien an – und wenn man, weil auf dem Feld der
Kultur ja allseits mehr von Europa als von Deutschland geredet wird, das
Verhältnis der Deutschen zu Franzosen oder Engländern betrachtet, sieht man
deutlich, dass auch hier die Differenzen nicht verschwunden sind. Nur dass wir
jene Unterschiede, welche noch vor hundert Jahren Thomas Mann dazu inspirierten, die unversöhnliche Gegnerschaft
zwischen westlicher Zivilisation und deutscher Kultur zu postulieren, heute, da
wir einander womöglich besser kennengelernt haben, als eigentliche Attraktion
betrachten. Wer Frankreich liebt, liebt es, weil es anders ist. Und so ist
dieses ganze Europa von kulturellen Gräben durchzogen, zwischen Osten und
Westen, lateinischer und griechischer Welt, protestantischem Norden und
katholischem Süden. Und dann ist da noch der Balkan, welcher, ganz egal, wo man
steht, immer erst weiter hinten, südöstlich des eigenen Standorts beginnt.
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