sábado, 19 de diciembre de 2015

Profundas grietas dividen Europa

                                             por Claudius Seidl
Profundas grietas culturales dividen Europa; por eso no resulta extraño que entre las regiones Brandemburgo y Baviera existan varias fronteras culturales.
Es cierto: observamos por una parte líneas delgadas que separan zonas protestantes de las católicas; son marcados, por otro lado, los límites entre regiones donde estuvieron presentes los romanos y otras donde no estuvieron; y por último, aun está vigente una frontera entre la región original alemana al oeste del río Elba y la colonizada posteriormente  en el este. No hay que extrañarse de que bávaros y brandemburgueses se sientan ajenos entre si.
A pesar de eso son capaces de someterse a los mismos principios y leyes. Y ahora, cuando se habla más de Europa que de Alemania, tales grietas y límites se tornan más visibles entre los alemanes y sus vecinos.
Hace cien años que Thomas Mann postuló una división definitiva entre las culturas del occidente y la alemana. Hoy por hoy nos conocemos mejor y esas diferencias nos atraen. Quien  quiere a Francia la quiere porque es distinta.
Así es que esta Europa moderna y unida sigue dividida por grietas culturales -separada entre este y oeste-  es un mundo  grecolatino, al norte protestante, hacia  el sur católico.
Además está el confuso panorama de la región de los Balcanes, fugaz ya que nunca se encuentra cuando uno la busca.
(traducción: peter/oeding)


Comentario:
El autor de este texto describe en breves líneas la división cultural que viven las regiones de Europa desde su orígen lejano histórico. Como alemán evoca el ejemplo de Alemania, una nación que en su esencia la forman muchos "paises". Ser distintos, unos de otros, no impide la convivencia y el respeto a las mismas reglas y leyes. Naciones son construcciones similar a artificios que deben su existencia a la casualidad, a marcas históricas específicas; detrás de ello no hay destino ni misterio; grandeza se mezcla con pobreza - así es la  historia.
El renacer actual de instintos nacionalistas, vestidos de fragmentos ideológicos del pasado, con banderines y colores de izquierda como de derecha, es una pérdida grave de sustancia de la Unión Europea.
A este continente le enriquece su aparente fragmentación en culturas distintas, en lenguas y costumbres diferentes, pero le enaltece la capacidad de convivir y compartir unos con otros una realidad común, unas reglas y leyes democráticamente constituidas. Revisar la historia, revivir conflictos pasados abren el camino a los desastres que ya creíamos pasados y superados.
¡No admitamos que eso suceda! Seamos europeos conscientes de nuestro destino común y orgullosos de nuestra pluralidad cultural.

friedrichmanfredpeter   diciembre de 2015


original del texto comentado:

Ganz Europa ist von kulturellen Gräben durchzogen[1]
Was ja schon deshalb kein Wunder ist, weil zwischen Brandenburg und Bayern gleich mehrere kulturelle Grenzen verlaufen. Es gibt die feine Linie, welche die protestantischen von den katholischen Gegenden trennt, es gibt tiefe kulturelle Gräben zwischen jenen Regionen, in denen die Römer waren, und jenen, in denen sie nicht waren, es gibt eine immer noch erkennbare Grenze zwischen dem alten Siedlungsgebiet westlich der Elbe und dem kolonisierten Land jenseits davon, und insofern muss man sich nicht wundern, wenn Bayern und Brandenburger einander immer wieder als Fremde begegnen.
Trotzdem können sie sich einigen, auf Begriffe und Gesetze, lesen dieselben Bücher, schauen sich dieselben Fernsehserien an – und wenn man, weil auf dem Feld der Kultur ja allseits mehr von Europa als von Deutschland geredet wird, das Verhältnis der Deutschen zu Franzosen oder Engländern betrachtet, sieht man deutlich, dass auch hier die Differenzen nicht verschwunden sind. Nur dass wir jene Unterschiede, welche noch vor hundert Jahren Thomas Mann dazu inspirierten, die unversöhnliche Gegnerschaft zwischen westlicher Zivilisation und deutscher Kultur zu postulieren, heute, da wir einander womöglich besser kennengelernt haben, als eigentliche Attraktion betrachten. Wer Frankreich liebt, liebt es, weil es anders ist. Und so ist dieses ganze Europa von kulturellen Gräben durchzogen, zwischen Osten und Westen, lateinischer und griechischer Welt, protestantischem Norden und katholischem Süden. Und dann ist da noch der Balkan, welcher, ganz egal, wo man steht, immer erst weiter hinten, südöstlich des eigenen Standorts beginnt.




[1] FAZ 23-12-2015

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