sábado, 30 de marzo de 2013

¡Res non Verba!

En enero del año 1792 se oyeron violentos golpes a la puerta de una casa en un céntrico barrio parisino. Armados con picas y con sus gorros rojos frigios, el grupo de jacobinos se presentó como la revolución ambulante.
La puerta se abrió, y uno de ellos preguntó:
–¿Vive aquí el hombre grande?
–¿Por qué pregunta? contestó una voz.
–Venimos a recortarle un poco, replicaron al unisono.

¿Quién era aquel hombre grande, al que vinieron a cortarle un poco la cabeza?
Se llamaba, o se hizo llamar, Antoine Comte de Rivarol. Tenía treinta y nueve años, y ya era famoso, un hombre de letras, prestigioso ejemplar de la Ilustración europea, portador de condecoraciones; una de ellas por ser miembro activo de la Académie prusiana en Berlín. En 1783 le nombró le roi Fréderic II, afrancesado como sabemos. Y allá se había marchado el dicho Rivarol, antes de que la revolución ambulante viniera a cortarle la cabeza.
En realidad, Rivarol no era conde ni nada, hijo de tabernero, pero dueño experto de las letras del alfabeto, para tener autoridad de hacerse llamar conde; infunde respeto y grandeza, pero con peligro para la cabeza, porque con las palabras cambian las cosas; de la vida a la muerte sólo es cuestión de un corte limpio de guillotina.

Hoy Rivarol está olvidado. Sin embargo, merece ser recordado, porque hay autores de escritos que se inscribieron en la memoria colectiva, por unas breves páginas de texto o por un solo poema, y Rivarol es uno de ellos.
Hay quien le llama romántico por dedicarse a defender causas perdidas; y fue durante la emigración cuando creció su creatividad expresando ideas dirigidas al corazón de su tiempo.

¿Y qué sabe un filósofo del tiempo en el que vive?
–Pues nada, insinúa Rivarol;
tiene que alejarse de la pura teoría, cuajada en palabras, como libertad (verba), y acercarse a hechos, a la realidad como guillotina (res); y  por eso: ¡Res non Verba! es la cuestión.

¿Quién va confiar la protección de su vida a un maestro de esgrima que nunca ha visto una espada afilada?
¿Quién puede seguir a un general, cuando este nunca ha visto un campo de batalla, su sangre, sus muertos?
¿Quién hace caso a un borracho, cuando este predica sobriedad?

Rivarol despertó del sueño de la teoría hacia la vida, a su calor y olor, también a su dolor y belleza. Muy pocos han sabido seguirle. Pero, amenazado de muerte, encontró algo mejor que la distracción entre salones de eruditos, vida superficial y superflua al estilo de Voltaire.  
La Revolución le despertó; el populacho extasiado le asustó,
y el entusiasmo, enemigo de lo racional, de la claridad y de la justa medida, pretensioso de verdad, pero culpable de nuevas injusticias.

–¡Claro, eso pasa a todo conservador y amante del pasado! se dirá.
–Bien los conocemos a estos enemigos del progreso social y humano, a los amigos de privilegios caducados, a los reaccionarios contra la modernidad.
–¡No, contestará Rivarol,
–no quiero revivir el pasado, ni jutifico errores; defiendo lo que es inalterable, lo que siempre es válido, ayer, hoy y mañana!
Y  lo encontramos redactado en los –Maximes – como los siguientes:

–        Los pueblos civilizados no están más alejados de la barbarie, como el óxido lo es del hierro. Los pueblos son como metales, sólo pulidos superficialmente.
–       Cuando un ejército depende del pueblo, quien manda será un gobierno miltar. 
–       El pueblo entusiasmado sólo es capacitado para masacrar.
–       El egoismo y las pasiones son inalterables; reyes y pueblos nada aprenden de la historia.
–       Según Voltaire, los hombres serán libres cuando estén ilustrados. Sus seguidores proclamaron, siendo libres que serán ilustrados ¡qué destrucción causaron!
–       Cansados del orden, los franceses comenzaron a masacrar; cansados de masacrar se sometieron a Napoleón; y este les hizo masacrar en sus campañas.
–       Todas las revoluciones las finaliza el sable.
–        Déspota es quien hereda el poder del pueblo.
–       El oro es rey de reyes.
–       Para el populacho no existe el Siglo de las Luces, no hay privilegio de una nación, es irracional y es caníbale siempre y en todo lugar.
–       Un ejército que sirve para oprimir a otros, ha sido oprimido con anterioridad; el martillo corresponde al yunque.
–       De lo imposible no nace ningún derecho.
–       Los filósofos se equivocaron acerca del pueblo, creyendo que los pequeños se ilustrarían, pero los grandes no.
–       El cielo os proteja del amor de una mujer inglesa.
(Aquí Rivarol se reía porque era un filósofo  con risa y sarcasmos)[1]

¡ Res non Verba!

friedrichmanfredpeter
9-Sep-13




[1] Para saber más: Ernst Jünger, Rivarol, Cottas Bibliothek der Moderne No 85

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