jueves, 28 de marzo de 2013

Die Gruppe 47 - El grupo 47

Al principio siempre hay un mito, un mito de fundadores, de padres creadores, que da comienzo a la nación moderna. Encontramos mitos de revolución, que inician una nueva era, proclamaciones de autonomía o de independencia. Muchas naciones europeas se han constituido como nuevas durante este siglo pasado, siglo de turbulencias y de catástrofes. Así también ocurrió en el caso de Alemania, pero de una manera compleja. En vano sería, buscar  padres fundadores, manifiestos y doctrinas singulares que construyen un relieve político de la nueva época, después de aquella hora cero, el nueve de mayo de 1945. Cuando toda Europa se sintió liberada de la terrible pesadilla del nazismo alemán, los alemanes se preguntaron:
¿Y ahora, qué va pasar con nosotros?

El destino de Alemania era distinto de los demás paises. Todos lo sabían y los alemanes, aunque aliviados, no esperaban nada bueno porque la guerra había terminado pero la violencia perduró; comenzó la gran migración de expulsados y refugiados en Europa. Hoy lleva el nombre de limpieza étnica.

Bien conocida está en el extranjero la sorprendente y rápida reconstrucción entre ruinas, debida a una veloz renovación de la organización administrativa. Políticos como Theodor Heuss, presidente, y Konrad Adenauer, canciller, han dejado huellas que las generaciones posteriores agradecen.
El país que había sido responsable de la desgracia colectiva de medio mundo, quedó reducido en su extensión geográfica y capacidad industrial; además dividido. Y sobrevivió y renació de las cenizas.

¿Pero, no había que procurar otro renacer detrás de este resurgir material y administrativo, que pronto obtuvo un nombre: el milagro alemán?
Sucedió, para poner en marcha este milagro, el gobierno Adenauer acudió a personal de dudosa reputación, con comprobada historia personal nazi. La excusa fue la necesidad de servirse de su saber hacer, sin tener en cuenta su historia política. Asi, el milagro fue comprado con explosivos escándalos, porque antiguos nazi llegaron a ocupar altos puestos, autorizado por un gobierno que proclamaba la renovación democrática de la nación, la parte occidental de ella.
¿No hubo alternativa? Muchos preguntan eso. Pues, a los mejores se los había tragado la guerra o fueron víctimas de sufrimientos en campos de concentración. Y los que lograron volver, llegaron enfermos, acabados. Alternativa no había.
A saber, la historia no conoce ningún comienzo total, la hora cero no existe. La nueva democracia se sirvió del oportunismo de enemigos derrotados.
En la parte oriental, ocupada por los soviéticos, había otros problemas. La Unión Soviética no dejaba duda que su intención era, introducir su modelo político, económico y social. Desde el principio se sirvió de cuadros comunistas formados en Moscú para esta futura misión. Muy prudentemente usaron a  los vencidos para realizar tareas administrativas locales. Muy lentamente comenzó a funcionar lo que en la Unión Soviética ya había fracasado: un sistema de producción planificada, una economía sin mercado en una sociedad sin libertad.

Una Alemania supuestamente socialista y  otra capitalista con la rarísima existencia de su antigua capital dividida en sectores, eso parecía ser el destino definitivo de la nación. Y el mundo entero lo recibió y aceptó como merecido, lo natural. Muchos lo aplaudieron – y se comprende. Los alemanes, en su mayoría, resignaron conformes.

Todas estas observaciones excluyen preguntas de alemanes de nuevas generaciones, nacidos antes o durante la guerra, que sufrieron las consecuencias sin haber participado activamente en las causas:
¿Qué será de nosotros? ¿Qué país queremos para que sea el nuestro? ¿Qué valores morales, democráticos queremos para la nación que nos ha dado la vida? ¿Qué remedios hay para separarnos definitivamente de la peste nazi?
Ruinas desaparecerán, ciudades renacerán de sus escombros.
¿Pero quién reconstruye la moral, la cultura, el modo tolerante y abierto de nuestra historia cultural? ¿En qué idioma hablaremos, ya los nazi se habían hecho dueños hasta de la manera de saludar?
Reparar los daños materiales fue fácil. Esto es un país del saber hacer. Curar  las heridas morales, no tan visibles, restaurar los valores inmateriales, esto era el problema.[1]

Y en este contexto quiero llamar como testigo a Hans Werner Richter, escritor y librero; nació en 1908 en Bansin, Pomerania, miembro del KPD (partido comunista alemán) y expulsado de este partido en 1933 por manifestar dudas de la línea ideológica de este partido. Desde 1943 prisionero de guerra en EEUU. Su obra literaria está casi olvidada. Sin embargo le corresponde el honor de haber creado como institución la reunión de escritores y publicistas, que bajo su presidio buscó la respuesta a preguntas hechas por los jóvenes.
¿Sería posible crear una nueva nación alemana sobre el fundamento de una revisión completa, comenzando con la literatura?
Todos los nombres de fama estuvieron presentes, entre ellos el futuro premio Nobel Günther Grass. El gremio al nacer se dio el nombre de Gruppe 47. Y se trató de nada menos que de salvar el alma de Alemania. Nació un parnaso; y fue Grass quien describió el paralelismo con lo sucedido después de la Guerra de los Treinta Años[2], trescientos años antes, cuando los escritores sobrevivientes en sociedades dedicadas a la cultura y lengua alemanas trataron de rescatar <der Seelen Schatz> el tesoro del alma del país después de treinta años de barbarie.

Herr Richter quiero preguntarle lo que  nos inquieta a todos: ¿ Usted y tantos más que fueron enemigos del régimen nazi, por qué no defendieron su causa con las armas, por qué se dejaron llevar como becerros al matadero?
Ay, amigo mío, no sabeis que es eso, lo que una dictadura moderna es capaz de hacer en un país desarrollado y densamente poblado. Una dictadura que dispone de todos los instrumentos técnicos, del aparato de seguridad y de la propaganda, algo completamente nuevo para nosotros. Las horcas habrían corrido más rápido que nosotros al irnos a los bosques para formar guerrilla. ¿De quién podíamos fiarnos, cuando el 70 porcientos de los alemanes estaban embobados con Hitler? Y eso era debido a los éxitos de Hitler en política exterior. Eso nos hundió en letargía. Y lo único que nos quedó, y eso os parecerá extraño, eso fue la esperanza de la guerra. Sí, que Hitler la perdiera y con nosotros en medio también.

Herr Richter ¿Qué ha pasado a usted siendo un demócrata y socialista durante la guerra y después?
Yo fui soldado como todos y como prisionero de guerra me llevaron a América, donde solamente ví el campo de prisioneros.
Nuestras posibilidades después de esta guerra eran muy limitadas. No fuimos los vencedores, fuimos vencedores vencidos y siendo vencidos, alemanes. Los gobiernos militares, americanos y soviéticos nos dictaron lo que había que hacer. Ellos escogieron consejeros, colaboradores y nombraron los encargados. Además, no existió ningún ambiente para una revolución. Sería absurdo, esperar algo así. Alemania era un montón de escombros. Y el pueblo alemán en todos sus estratos sociales se parecía a un volcán extinguido, muerto, quemado por el extremismo de las emociones, moralmente acabado ante tanto horror y propaganda, desangrado después de seis años de guerra. No había hombres jóvenes. Los que aun vivían, estuvieron en campos de prisioneros, mayormente fuera de las fronteras alemanas. El país estuvo ocupado por 160 divisiones de tropas aliadas.
¿Y qué hubo de nuestras ideas? Se puede resumir en una sola frase: Socialismo sí, pero ninguna dictadura. Nuestra vida entre ruinas sólo podía mejorar con un sistema de planificación. Pero después de años de esclavitud, lo que nos faltó antes que nada era la  libertad. Nosotros pedimos socialismo y libertad con la misma intensidad por igual. Pero resultó que los americanos no querían eperimentos de carácter socialista y los soviéticos rehuyeron la libertad.
Yo entonces escribí eso:

„La generación de jóvenes que ahora vuelve de los campos de prisioneros nada tiene que perder, sólo la libertad, y nada puede ganar, sólo la libertad. Ya no tienen nada, nunca poseían nada. Propiedad, eso son los zapatos que llevan puestos y la cama donde acostarse. Esa generación quiere vivir y comprende que eso solamente es posible en un sistema económico ordenado, pero excluye toda planificación  que significaría limitar la libertad ganada, significaría nueva esclavitud, nuevamente encuartelamiento, horcas, guerra. Esa generación de lansquenetes modernos, después de largos años de errores y confusiones quieren otro socialismo que la tradición ofrece, quieren socialismo y libertad.“

Amigo mío, estas son palabras patéticas, mas no han sido proféticas, porque lo que surgió ha sido la República Federal de Alemania y la República Democrática Alemana, una capitalista y la otra stalinista.

Sin embargo, Herr Richter, usted no resignó y fundó die Gruppe 47. Se le ha reprochado que ha querido crear una nueva élite en Alemania. ¿Es eso así?
¿Y qué tiene de malo una elite, una élite moral y democrática? ¿No la poseen otras democracias crecidas durante décadas?
Lo que yo entendí entonces como élite, esto eran publicistas, literatos, artistas, políticos, educadores, de todo color. Gente joven que nadie conocía, pero todos convencidos demócratas. No se trató de formar un partido político; de eso ya teníamos bastantes. Fuimos una agrupación literaria, no política. Sin embargo, era nuestra misión intervenir en el desarrollo político del país para evitar una vuelta atrás. Nos llamaron irónicamente <Bomberos de la Democracia>. Había gente de los partidos CDU – CSU y SPD. Hoy te parecerá raro eso, sin plataforma ideológica, sin programa de acción. Pero entonces nuestro círculo era una necesidad. El enfrentamiento con el nazismo no había terminado.
¿Qué aprendí yo personalmente? Pues, me alejé definitivamente de las posiciones marxistas petrificadas. La historia no es la historia de la lucha de clases. Las clases sociales mismas cambian. Fue el mismo nazismo que eliminó la aristocracia y los  privilegios sociales de la alta burguesía. La sociedad ha cambiado y las estructuras de clases son otras. La historia es un permanente cambio de estructuras sociales. Ciego es aquel, quien no quiere verlo.

Aquí termina mi entrevista con un personaje importante de la inmediata postguerra. Hans Werner Richter me ha contestado lo que ha escrito en su libro <Erfahrungen mit Utopien, Briefe an einen jungen Sozialisten>[3] (Experiencias con utopías. Cartas a un joven socialista).

Vuelvo al principio, donde expliqué la ausencia de un mito fundador en el caso de la Alemania moderna. Si el lector – si lo hay – no se aburrió y me ha seguido hasta aquí, estará de acuerdo conmigo que Hans Werner Richter del Grupo 47 es un personaje digno de ser recordado como constructor de una visión de Alemania que se deja respetar, hasta querer.

friedrichmanfredpeter    marzo de 2013



[1] Recuerdo una tarea que nos dieron en bachillerato. Redactar nuestro concepto sobre un problema actual: ¿Está ud. de acuerdo con la decisión de muchos municipios alemanes de restaurar sus teatros, cuando todavía hay tanta gente sin vivienda?
Recuerdo que defendí esa decisión de construir teatros antes.
[2] Para los que leen alemán: Das Treffen in Telgte de Günther Grass
[3] Dtv 11252, München 1990.

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