Al principio siempre hay un mito, un mito de fundadores, de padres
creadores, que da comienzo a la nación moderna. Encontramos mitos de
revolución, que inician una nueva era, proclamaciones de autonomía o de
independencia. Muchas naciones europeas se han constituido como nuevas durante
este siglo pasado, siglo de turbulencias y de catástrofes. Así también ocurrió
en el caso de Alemania, pero de una manera compleja. En vano sería, buscar padres fundadores, manifiestos y doctrinas
singulares que construyen un relieve político de la nueva época, después de
aquella hora cero, el nueve de mayo de 1945. Cuando toda Europa se sintió
liberada de la terrible pesadilla del nazismo alemán, los alemanes se
preguntaron:
¿Y ahora, qué va pasar con nosotros?
El destino de Alemania era distinto de los demás paises. Todos lo sabían y los alemanes, aunque aliviados, no esperaban nada bueno porque la guerra había terminado pero la violencia perduró; comenzó la gran migración de expulsados y refugiados en Europa. Hoy lleva el nombre de limpieza étnica.
El destino de Alemania era distinto de los demás paises. Todos lo sabían y los alemanes, aunque aliviados, no esperaban nada bueno porque la guerra había terminado pero la violencia perduró; comenzó la gran migración de expulsados y refugiados en Europa. Hoy lleva el nombre de limpieza étnica.
Bien conocida está en el extranjero la sorprendente y rápida
reconstrucción entre ruinas, debida a una veloz renovación de la organización
administrativa. Políticos como Theodor Heuss, presidente, y Konrad Adenauer,
canciller, han dejado huellas que las generaciones posteriores agradecen.
El país que había sido responsable de la desgracia colectiva de medio
mundo, quedó reducido en su extensión geográfica y capacidad industrial; además
dividido. Y sobrevivió y renació de las cenizas.
¿Pero, no había que procurar otro renacer detrás de este resurgir
material y administrativo, que pronto obtuvo un nombre: el milagro alemán?
Sucedió, para poner en marcha este milagro, el gobierno Adenauer acudió
a personal de dudosa reputación, con comprobada historia personal nazi. La
excusa fue la necesidad de servirse de su saber hacer, sin tener en cuenta su
historia política. Asi, el milagro fue comprado con explosivos escándalos,
porque antiguos nazi llegaron a ocupar altos puestos, autorizado por un
gobierno que proclamaba la renovación democrática de la nación, la parte
occidental de ella.
¿No hubo alternativa? Muchos preguntan eso. Pues, a los mejores se los
había tragado la guerra o fueron víctimas de sufrimientos en campos de
concentración. Y los que lograron volver, llegaron enfermos, acabados.
Alternativa no había.
A saber, la historia no conoce ningún comienzo total, la hora cero no
existe. La nueva democracia se sirvió del oportunismo de enemigos derrotados.
En la parte oriental, ocupada por los soviéticos, había otros
problemas. La Unión Soviética no dejaba duda que su intención era, introducir
su modelo político, económico y social. Desde el principio se sirvió de cuadros
comunistas formados en Moscú para esta futura misión. Muy prudentemente usaron
a los vencidos para realizar tareas
administrativas locales. Muy lentamente comenzó a funcionar lo que en la Unión
Soviética ya había fracasado: un sistema de producción planificada, una
economía sin mercado en una sociedad sin libertad.
Una Alemania supuestamente socialista y
otra capitalista con la rarísima existencia de su antigua capital
dividida en sectores, eso parecía ser el destino definitivo de la nación. Y el
mundo entero lo recibió y aceptó como merecido, lo natural. Muchos lo
aplaudieron – y se comprende. Los alemanes, en su mayoría, resignaron
conformes.
Todas estas observaciones excluyen preguntas de alemanes de nuevas
generaciones, nacidos antes o durante la guerra, que sufrieron las consecuencias
sin haber participado activamente en las causas:
¿Qué será de nosotros? ¿Qué país queremos para que sea el nuestro? ¿Qué
valores morales, democráticos queremos para la nación que nos ha dado la vida?
¿Qué remedios hay para separarnos definitivamente de la peste nazi?
Ruinas desaparecerán, ciudades renacerán de sus escombros.
¿Pero quién reconstruye la moral, la cultura, el modo tolerante y
abierto de nuestra historia cultural? ¿En qué idioma hablaremos, ya los nazi se
habían hecho dueños hasta de la manera de saludar?
Reparar los daños materiales fue fácil. Esto es un país del saber
hacer. Curar las heridas morales, no tan
visibles, restaurar los valores inmateriales, esto era el problema.[1]
Y en este contexto quiero llamar como testigo a Hans Werner Richter,
escritor y librero; nació en 1908 en Bansin, Pomerania, miembro del KPD
(partido comunista alemán) y expulsado de este partido en 1933 por manifestar
dudas de la línea ideológica de este partido. Desde 1943 prisionero de guerra
en EEUU. Su obra literaria está casi olvidada. Sin embargo le corresponde el
honor de haber creado como institución la reunión de escritores y publicistas,
que bajo su presidio buscó la respuesta a preguntas hechas por los jóvenes.
¿Sería posible crear una nueva nación alemana sobre el fundamento de
una revisión completa, comenzando con la literatura?
Todos los nombres de fama estuvieron presentes, entre ellos el futuro
premio Nobel Günther Grass. El gremio al nacer se dio el nombre de Gruppe 47. Y se trató de nada menos que
de salvar el alma de Alemania. Nació un parnaso; y fue Grass quien describió el
paralelismo con lo sucedido después de la Guerra de los Treinta Años[2],
trescientos años antes, cuando los escritores sobrevivientes en sociedades
dedicadas a la cultura y lengua alemanas trataron de rescatar <der Seelen
Schatz> el tesoro del alma del país después de treinta años de barbarie.
Herr Richter quiero preguntarle lo que nos inquieta a todos: ¿ Usted y tantos más
que fueron enemigos del régimen nazi, por qué no defendieron su causa con las
armas, por qué se dejaron llevar como becerros al matadero?
Ay, amigo mío, no sabeis que
es eso, lo que una dictadura moderna es capaz de hacer en un país desarrollado
y densamente poblado. Una dictadura que dispone de todos los instrumentos
técnicos, del aparato de seguridad y de la propaganda, algo completamente nuevo
para nosotros. Las horcas habrían corrido más rápido que nosotros al irnos a
los bosques para formar guerrilla. ¿De quién podíamos fiarnos, cuando el 70
porcientos de los alemanes estaban embobados con Hitler? Y eso era debido a los
éxitos de Hitler en política exterior. Eso nos hundió en letargía. Y lo único
que nos quedó, y eso os parecerá extraño, eso fue la esperanza de la guerra.
Sí, que Hitler la perdiera y con nosotros en medio también.
Herr Richter ¿Qué ha pasado a usted siendo un demócrata y
socialista durante la guerra y después?
Yo fui soldado como todos y
como prisionero de guerra me llevaron a América, donde solamente ví el campo de
prisioneros.
Nuestras posibilidades
después de esta guerra eran muy limitadas. No fuimos los vencedores, fuimos
vencedores vencidos y siendo vencidos, alemanes. Los gobiernos militares,
americanos y soviéticos nos dictaron lo que había que hacer. Ellos escogieron
consejeros, colaboradores y nombraron los encargados. Además, no existió ningún
ambiente para una revolución. Sería absurdo, esperar algo así. Alemania era un
montón de escombros. Y el pueblo alemán en todos sus estratos sociales se
parecía a un volcán extinguido, muerto, quemado por el extremismo de las
emociones, moralmente acabado ante tanto horror y propaganda, desangrado
después de seis años de guerra. No había hombres jóvenes. Los que aun vivían,
estuvieron en campos de prisioneros, mayormente fuera de las fronteras
alemanas. El país estuvo ocupado por 160 divisiones de tropas aliadas.
¿Y qué hubo de nuestras
ideas? Se puede resumir en una sola frase: Socialismo sí, pero ninguna
dictadura. Nuestra vida entre ruinas sólo podía mejorar con un sistema de
planificación. Pero después de años de esclavitud, lo que nos faltó antes que
nada era la libertad. Nosotros pedimos
socialismo y libertad con la misma intensidad por igual. Pero resultó que los
americanos no querían eperimentos de carácter socialista y los soviéticos
rehuyeron la libertad.
Yo entonces escribí eso:
„La generación de jóvenes
que ahora vuelve de los campos de prisioneros nada tiene que perder, sólo la
libertad, y nada puede ganar, sólo la libertad. Ya no tienen nada, nunca
poseían nada. Propiedad, eso son los zapatos que llevan puestos y la cama donde
acostarse. Esa generación quiere vivir y comprende que eso solamente es posible
en un sistema económico ordenado, pero excluye toda planificación que significaría limitar la libertad ganada,
significaría nueva esclavitud, nuevamente encuartelamiento, horcas, guerra. Esa
generación de lansquenetes modernos, después de largos años de errores y
confusiones quieren otro socialismo que la tradición ofrece, quieren socialismo
y libertad.“
Amigo mío, estas son
palabras patéticas, mas no han sido proféticas, porque lo que surgió ha sido la
República Federal de Alemania y la República Democrática Alemana, una
capitalista y la otra stalinista.
Sin embargo, Herr Richter, usted no resignó y fundó die Gruppe 47. Se le ha reprochado que
ha querido crear una nueva élite en Alemania. ¿Es eso así?
¿Y qué tiene de malo una
elite, una élite moral y democrática? ¿No la poseen otras democracias crecidas
durante décadas?
Lo que yo entendí entonces
como élite, esto eran publicistas, literatos, artistas, políticos, educadores,
de todo color. Gente joven que nadie conocía, pero todos convencidos
demócratas. No se trató de formar un partido político; de eso ya teníamos
bastantes. Fuimos una agrupación literaria, no política. Sin embargo, era
nuestra misión intervenir en el desarrollo político del país para evitar una
vuelta atrás. Nos llamaron irónicamente <Bomberos de la Democracia>.
Había gente de los partidos CDU – CSU y SPD. Hoy te parecerá raro eso, sin
plataforma ideológica, sin programa de acción. Pero entonces nuestro círculo
era una necesidad. El enfrentamiento con el nazismo no había terminado.
¿Qué aprendí yo
personalmente? Pues, me alejé definitivamente de las posiciones marxistas
petrificadas. La historia no es la historia de la lucha de clases. Las clases
sociales mismas cambian. Fue el mismo nazismo que eliminó la aristocracia y
los privilegios sociales de la alta
burguesía. La sociedad ha cambiado y las estructuras de clases son otras. La
historia es un permanente cambio de estructuras sociales. Ciego es aquel, quien
no quiere verlo.
Aquí termina mi entrevista con un personaje importante de la inmediata
postguerra. Hans Werner Richter me ha contestado lo que ha escrito en su libro
<Erfahrungen mit Utopien, Briefe an einen jungen Sozialisten>[3]
(Experiencias con utopías. Cartas a un joven socialista).
Vuelvo al principio, donde expliqué la ausencia de un mito fundador en
el caso de la Alemania moderna. Si el lector – si lo hay – no se aburrió y me
ha seguido hasta aquí, estará de acuerdo conmigo que Hans Werner Richter del
Grupo 47 es un personaje digno de ser recordado como constructor de una
visión de Alemania que se deja respetar, hasta querer.
friedrichmanfredpeter marzo de
2013
[1] Recuerdo una tarea que
nos dieron en bachillerato. Redactar nuestro concepto sobre un problema actual:
¿Está ud. de acuerdo con la decisión de muchos municipios alemanes de restaurar
sus teatros, cuando todavía hay tanta gente sin vivienda?
Recuerdo que defendí esa decisión de construir teatros antes.
[3] Dtv 11252, München 1990.
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