así caracteriza el escritor Enzensberger la relación histórica entre
Alemania y Rusia, arriba y abajo en permanente alteración.
Otto von Bismarck, quien entre sus numerosas funciones políticas
temporalmente ejerció la de embajador prusiano en San Petersburgo relata el
siguiente episodio:
<<Votre amitié est trop platonique, dijo la zarina con tono de reproche. Pues, platónica se quedará siempre la amistad entre gobiernos, ningún estado puede ponerse al servicio de otro. Siempre ha de tener en cuenta sus relaciones presentes y futuras con otras naciones para evitar la enemistad; es un principio fundamental. Y esto es más indicado para Alemania en su situación geográfica con tres posibles frentes abiertos. ---
<<Votre amitié est trop platonique, dijo la zarina con tono de reproche. Pues, platónica se quedará siempre la amistad entre gobiernos, ningún estado puede ponerse al servicio de otro. Siempre ha de tener en cuenta sus relaciones presentes y futuras con otras naciones para evitar la enemistad; es un principio fundamental. Y esto es más indicado para Alemania en su situación geográfica con tres posibles frentes abiertos. ---
Alemania tal vez sea la
única nación europea que por medio de
una victoriosa guerra no podrá conseguir nada. Es nuestro interés vital,
mantener la paz. Sin embargo, todos nuestros vecinos manifiestan deseos
secretos o públicos que sólo se alcanzarían
por medio de una guerra.---
Después de haber logrado
nuestra unión entre fronteras posibles, mi proyecto ideal ha sido alcanzar la
confianza de los estados vecinos en la política alemana, que ha de ser pacífica
y justa.>>[1]
Bismarck es un observador
crítico de la actividad rusa en los Balcanes y el Oriente Medio, presiente
graves conflictos; y en una conversación con el conde Shuvakov surge el término
que definirá esta preocupación frente a Rusia:
<<Vous avez le cauchemar des coalitions>> dijo S. (La
pesadilla de coaliciones contra
Alemania).
<<¡Nécessairment!>> responde Otto von Bismarck.
Todos unidos contra Alemania, no lo podrá resistir. La historia lo ha
demostrado.
Pues, el peso de Rusia en el columpio deberá mantener la posición
alemana en alto. Y así fue, mientras Otto von Bismarck siendo canciller,
mantuvo firme la conexión con San Petersburgo. Rusia por su peso real en la
geografía y política ha sido decisiva en la división y en la unificación
alemanas. <Ex oriente lux> dice una frase, mil veces reproducida, para
animar las mentes a mirar hacia el este. Es esta la metáfora para indicar una
relación especial y de peso, una advertencia hacia occidente: Hasta después de
ser derrotada en 1945 Alemania no se consideraba un país occidental. Thomas
Mann había defendido esta posición enérgicamente usando el término de cultura
para el este y la mera civilización para el oeste europeo. Hasta Konrad
Adenauer, habitante de la zona renana y amigo de Francia, quien fue reprochado
de ser <el canciller de los aliados> y no de los alemanes.
Sin embargo, es propio de un columpio moverse; su carácter es la
inestabilidad. Fases de intensa relación y presencia cedieron a conflictos
mortíferos. Polonia, por estar en medio, ha sufrido estos altercados entre
destrucción y renacer, desde la división en 1793 y su reconstrucción en 1919 y 1945.
Alemania no es un bloque único. Los estados alemanes de la
confederación del Rín asisitieron a la invasión de Rusia por las tropas
francesas en 1812. En realidad formaron el grueso del contingente invasor.
Pero los generales Yorck y Clausewitz, prusianos, se unieron a la
fuerza rusa para contrarrestar la avalancha napoleónica. El columpio dividió la
misma Alemania, pero el este triunfó sobre el oeste. Y en la continuación, la
política, tanto de Metternich como de Bismarck sólo pudo ser exitosa con el
apoyo ruso. Rusia marcó el destino del centro de Europa durante todo el siglo
XIX.
¿Y el siglo XX?
La Revolución de Octubre en 1917 sólo fue posible con el apoyo
logístico y material de Alemania que pretendía liberarse así del peso del
frente oriental; buscó la victoria en el oeste y fue derrotada. Alemania,
humillada por el Tratado de Versailles, secretamente trabó una alianza con la Rusia soviética y entre ambos
avanzaron en la técnica militar, que posteriormente producirá los triunfos y
derrotas de la Segunda Guerra Mundial; este era su común destino. Enemigos,
pero unidos materialmente a pesar de ideologías opuestas. Una relación
columpiada entre admiración y desprecio, entre amor y odio de ambos pueblos,
será cubierta por las tumbas de millones de muertos.
<¡No sois camaradas!> advirtió Hitler contra esta tentación
histórica. Pero ante la ley histórica, geográfica y material lo fueron, a pesar
de odios y desprecios que se tenían.
El columpio también funcionó en los peores momentos de la historia de
ambos paises:
Hitler respondió a métodos y prácticas copiados de Stalin para
establecer su poder, y Stalin no tardó en usar la perversión de la justicia,
igual que su enemigo alemán. Ambos eliminaron a fieles seguidores suyos, cuando
estos empezaron a ser un obstáculo para gobernar, como tiranos. El llamado
<Roehm – Putsch> de Hitler y la <Gran Purga> de Stalin se
correspondieron como el eco en un bosque helado. Son diferentes los muertos,
pero el gran <Halalí> de las cornetas de cacería era el mismo; y la
justificación coincidía casi en los mismos términos.< Crímenes planeados
contra el estado> Había que estirpar el mal de raiz por el bien del pueblo.
Y ahora, <¡a quererme más que nunca!> a vuestro Fuehrer o al Padre de la
primera nación socialista.
Y ¡amen! cantaron, unos por miedo, otros por tontos, otros por
creyentes, y la mayoría por oportunistas.
Pero en el columpio mayor encontramos aun lo que más pesa: el crimen
mayor cometido por
los estados pervertidos modernos: <Bloodlands> llama Timothy
Snyder las regiones de Europa oriental, donde alemanes comenzaron a asesinar
cuando los soviéticos habían acabado su proyecto mortal.[2] En los mismos escenarios, desde regiones de
Polonia hasta Urania, con los mismos métodos: masacres ejecutados por comandos,
la muerte por privación sistemática de alimentos, los encierros en campos de
concentración. Snyder analiza friamente los sucesos, evalúa las cifras
escalofriantes. Los KZ nazi y los Gulag soviéticos se corresponden. Sólo una
minoría de los destinados a muerte fueron
recluidos en ellos. Comisarios soviéticos decidieron sobre vida o
muerte. Expertos de la muerte nazis eliminaron a los que consideraron no
valiosos de vivir. Auschwitz era la excepción, no la regla. La mayoría murió
entre fango y frío a causa de una bala en la nuca o simplemente por hambre.
Catorce millones ha contado Snyder. Cogidos de la mano, hombres, mujeres,
niños, este cordón daría la vuelta a toda Europa.
Pero sucede una cosa rara, mientras Alemania ha hecho y hace una
reflexión crítica de su actuar y consentir, el asesino soviético hasta hoy está
imunizado, hasta disculpado. Odio mortal de clase es considerado un mal menor
en comparación con el desprecio racial nazi. Y en el fondo, ¿no querían
soviéticos levantar un mundo mejor? ¿no tuvieron que actuar así para preparar
el terreno, proteger el proyecto del socialismo?
El columpio, lo vemos en actividad hasta hoy.
Tengo un consuelo, cuando los veo intercambiar besitos, nuestra
canciller y Vladimir Putin, y hablar en ruso o en alemán según la oportunidad,
nada está perdido. También recuerdo un episodio que nos cuenta Otto von
Bismarck. El zar Nicolás II se lo contó después de un paseo por el campo. Allí,
en medio de una pradera nevada, había encontrado un soldado montado en guardia,
con fusil y todo.
¿Qué haces aquí? preguntó la Majestad.
Es la orden, contestó el soldado.
¿Qué orden será esa? continuó Nicolás.
El soldado calló y saludó.
Al fin se aclaró. La orden la dio Catalina la Grande, cien años atrás.
Cuando ella se paseó por el campo, había encontrado una florecita hermosa.
¡Que esta no la toque nadie!
El resto ya es digno de memorizar. Nada está perdido, cuando se protege
una flor.
friedrichmanfredpeter enero de
2013
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