martes, 2 de abril de 2013

El Columpio,

así caracteriza el escritor Enzensberger la relación histórica entre Alemania y Rusia, arriba y abajo en permanente alteración.
Otto von Bismarck, quien entre sus numerosas funciones políticas temporalmente ejerció la de embajador prusiano en San Petersburgo relata el siguiente episodio:

<<Votre amitié est trop platonique, dijo la zarina con tono de reproche. Pues, platónica se quedará siempre la amistad entre gobiernos, ningún estado puede ponerse al servicio de otro. Siempre ha de tener en cuenta sus relaciones presentes y futuras con otras naciones para evitar la enemistad; es un principio fundamental. Y esto es más indicado para Alemania en su situación geográfica con tres posibles frentes abiertos. ---
Alemania tal vez sea la única nación europea que  por medio de una victoriosa guerra no podrá conseguir nada. Es nuestro interés vital, mantener la paz. Sin embargo, todos nuestros vecinos manifiestan deseos secretos o públicos que sólo se alcanzarían  por medio de una guerra.---
Después de haber logrado nuestra unión entre fronteras posibles, mi proyecto ideal ha sido alcanzar la confianza de los estados vecinos en la política alemana, que ha de ser pacífica y justa.>>[1]

Bismarck  es un observador crítico de la actividad rusa en los Balcanes y el Oriente Medio, presiente graves conflictos; y en una conversación con el conde Shuvakov surge el término que definirá esta preocupación frente a Rusia:
<<Vous avez le cauchemar des coalitions>> dijo S. (La pesadilla de  coaliciones contra Alemania).
<<¡Nécessairment!>> responde Otto von Bismarck.
Todos unidos contra Alemania, no lo podrá resistir. La historia lo ha demostrado.

Pues, el peso de Rusia en el columpio deberá mantener la posición alemana en alto. Y así fue, mientras Otto von Bismarck siendo canciller, mantuvo firme la conexión con San Petersburgo. Rusia por su peso real en la geografía y política ha sido decisiva en la división y en la unificación alemanas. <Ex oriente lux> dice una frase, mil veces reproducida, para animar las mentes a mirar hacia el este. Es esta la metáfora para indicar una relación especial y de peso, una advertencia hacia occidente: Hasta después de ser derrotada en 1945 Alemania no se consideraba un país occidental. Thomas Mann había defendido esta posición enérgicamente usando el término de cultura para el este y la mera civilización para el oeste europeo. Hasta Konrad Adenauer, habitante de la zona renana y amigo de Francia, quien fue reprochado de ser <el canciller de los aliados> y no de los alemanes.
Sin embargo, es propio de un columpio moverse; su carácter es la inestabilidad. Fases de intensa relación y presencia cedieron a conflictos mortíferos. Polonia, por estar en medio, ha sufrido estos altercados entre destrucción y renacer, desde la división en 1793 y  su reconstrucción en 1919 y 1945.

Alemania no es un bloque único. Los estados alemanes de la confederación del Rín asisitieron a la invasión de Rusia por las tropas francesas en 1812. En realidad formaron el grueso del contingente invasor.
Pero los generales Yorck y Clausewitz, prusianos, se unieron a la fuerza rusa para contrarrestar la avalancha napoleónica. El columpio dividió la misma Alemania, pero el este triunfó sobre el oeste. Y en la continuación, la política, tanto de Metternich como de Bismarck sólo pudo ser exitosa con el apoyo ruso. Rusia marcó el destino del centro de Europa durante todo el siglo XIX.

¿Y el siglo XX?
La Revolución de Octubre en 1917 sólo fue posible con el apoyo logístico y material de Alemania que pretendía liberarse así del peso del frente oriental; buscó la victoria en el oeste y fue derrotada. Alemania, humillada por el Tratado de Versailles, secretamente trabó una  alianza con la Rusia soviética y entre ambos avanzaron en la técnica militar, que posteriormente producirá los triunfos y derrotas de la Segunda Guerra Mundial; este era su común destino. Enemigos, pero unidos materialmente a pesar de ideologías opuestas. Una relación columpiada entre admiración y desprecio, entre amor y odio de ambos pueblos, será cubierta por las tumbas de millones de muertos.
<¡No sois camaradas!> advirtió Hitler contra esta tentación histórica. Pero ante la ley histórica, geográfica y material lo fueron, a pesar de odios y desprecios que se tenían.
El columpio también funcionó en los peores momentos de la historia de ambos paises:
Hitler respondió a métodos y prácticas copiados de Stalin para establecer su poder, y Stalin no tardó en usar la perversión de la justicia, igual que su enemigo alemán. Ambos eliminaron a fieles seguidores suyos, cuando estos empezaron a ser un obstáculo para gobernar, como tiranos. El llamado <Roehm – Putsch> de Hitler y la <Gran Purga> de Stalin se correspondieron como el eco en un bosque helado. Son diferentes los muertos, pero el gran <Halalí> de las cornetas de cacería era el mismo; y la justificación coincidía casi en los mismos términos.< Crímenes planeados contra el estado> Había que estirpar el mal de raiz por el bien del pueblo. Y ahora, <¡a quererme más que nunca!> a vuestro Fuehrer o al Padre de la primera  nación socialista.
Y ¡amen! cantaron, unos por miedo, otros por tontos, otros por creyentes, y la mayoría por oportunistas.
Pero en el columpio mayor encontramos aun lo que más pesa: el crimen mayor cometido por
los estados pervertidos modernos: <Bloodlands> llama Timothy Snyder las regiones de Europa oriental, donde alemanes comenzaron a asesinar cuando los soviéticos habían acabado su proyecto mortal.[2]  En los mismos escenarios, desde regiones de Polonia hasta Urania, con los mismos métodos: masacres ejecutados por comandos, la muerte por privación sistemática de alimentos, los encierros en campos de concentración. Snyder analiza friamente los sucesos, evalúa las cifras escalofriantes. Los KZ nazi y los Gulag soviéticos se corresponden. Sólo una minoría de los destinados a muerte fueron  recluidos en ellos. Comisarios soviéticos decidieron sobre vida o muerte. Expertos de la muerte nazis eliminaron a los que consideraron no valiosos de vivir. Auschwitz era la excepción, no la regla. La mayoría murió entre fango y frío a causa de una bala en la nuca o simplemente por hambre. Catorce millones ha contado Snyder. Cogidos de la mano, hombres, mujeres, niños, este cordón daría la vuelta a toda Europa.
Pero sucede una cosa rara, mientras Alemania ha hecho y hace una reflexión crítica de su actuar y consentir, el asesino soviético hasta hoy está imunizado, hasta disculpado. Odio mortal de clase es considerado un mal menor en comparación con el desprecio racial nazi. Y en el fondo, ¿no querían soviéticos levantar un mundo mejor? ¿no tuvieron que actuar así para preparar el terreno, proteger el proyecto del socialismo?
El columpio, lo vemos en actividad hasta hoy.
Tengo un consuelo, cuando los veo intercambiar besitos, nuestra canciller y Vladimir Putin, y hablar en ruso o en alemán según la oportunidad, nada está perdido. También recuerdo un episodio que nos cuenta Otto von Bismarck. El zar Nicolás II se lo contó después de un paseo por el campo. Allí, en medio de una pradera nevada, había encontrado un soldado montado en guardia, con fusil y todo.
¿Qué haces aquí? preguntó la Majestad.
Es la orden, contestó el soldado.
¿Qué orden será esa? continuó Nicolás.
El soldado calló y saludó.
Al fin se aclaró. La orden la dio Catalina la Grande, cien años atrás. Cuando ella se paseó por el campo, había encontrado una florecita hermosa.
¡Que esta no la toque nadie!
El resto ya es digno de memorizar. Nada está perdido, cuando se protege una flor.

friedrichmanfredpeter  enero de 2013 



[1] Otto von Bismarck, Gedanken und Erinnerungen, Cap, 30, Stuttgart / Berlín 1928.
[2] Timothy Snyder, Bloodlands, Europe between Hitler and Stalin, Vintage Books London,2011.

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