martes, 4 de diciembre de 2012

Si les dicen que me perdí

<<Si les dicen que me perdí, que me busquen en La Habana>> Eso escribió el poeta Lorca después de perderse, saliendo de la triste y monótona Nueva York. También Ernest Hemingway llegó para quedarse, cerca del Malecón..
Hay lugares de embrujo que encantan e invitan a permanecer. En la Colombia que conozco abundan. Comprendo eso, lo comparto, aunque no tengo aprecio, ni por Lorca, ni por Hemingway. No me fio de sus emociones. Y con Borges repito, que ambos han hecho de la emoción una profesión. Lorca, el andaluz profesional, con sus lunas llenas y yeguas en ristre, cuando la muerte le contempla, y Hemingway entre güisqui y ginebra esperando morir matando. Ambos vivieron muriéndose y lograron el final dramático pronosticado por ellos.

Aun menos me fío de las ideologías. De todas. Siempre me recuerdan a Orwell que los llamó argumentos falaces y torcidos, el double-think, que consiste en actuar exactamente en lo contrario de lo que se dice: armas para la paz, odio para amar a la patria, etc. Mentiras para ganar poder e influencia. Yo no conozco Cuba, pero doy la razón a Cabrero Infante que si es cubano, cuando dice que todos los tiranos son el mismo tirano, aunque se disfracen de <Circe con uniforme> que convierte en cerdos a sus amantes. Yo, como él, soy un reaccionario de izquierdas.
Aun vivimos en la sombra del siglo XX que ha sido mortífero con el universo humano, cuando ya se anuncia el acto siguiente con las banderas nuevas de fanatismos exhibiéndose: <Aquí estamos, los estúpidos de siempre> ¿Nunca nos libraremos de ellos?
Quisiera ser más optimista para creer en el poder formativo de lugares con encanto como La Habana y tantos otros más. Pero veo que no se me presentará este lugar ideal para vivir. Aun no lo he encontrado.
Nunca hablé de los mininos, de los que recogí de las calles abandonados.  La última se integró bien y es fiel seguidora igual que los otros que se mueven por mi taller y el jardín. No siempre se quedan, son curiosos para experimentar lo que hay detrás de los muros. Y eso es a veces su perdición. Aquí la gente <son como son>, eso dicen ellos, y justifican la barbarie del comportamiento cruel e insensato. Son buena gente, lo digo con el juicio adquirido durante años de convivencia. Pero mi exótico comportamiento aquí llama la atención. Si ayudan a animales abandonados, lo hacen discretamente para que nadie se de cuenta. Parece que se avergüenzan de ello. Gente  de mi edad viven encarcelados en sus obsesiones, no se liberan de lo que desde la infancia se les había enseñado: <Todo lo que no conoces y lo que no es tuyo, ¡Espántalo!> Si hubiese aun leyes contra herejes, los quemarían. Con nuevos insignios naturalmente. La Santa Inquisición aun da toquecitos a las conciencias produciendo intolerantes. ¿Serán los últimos? No lo creo.

Debo admitir, siempre he tenido el privilegio que los que maúllan y ladran me confian, a veces hasta sus vidas. No sé por qué lo hacen. ¿Será porque me toman por uno de ellos? Pero no ladro ni maullo. Basta con mirarnos y nos entendemos. Así es de sencillo.
Hay muchas anécdotas sobre eso: Me han perseguido cisnes, patos, gansos y perros; y nunca me me ha mordido un perro, cuando yo de joven estudiante tuve que ir a casas ajenas para entregar compras. Así me ganaba el bocadillo y algo más. 
Aquí suele estar esperando un perro cuando salgo a comprar. Va conmigo como si fuera su dueño. Somos amigos, y eso es más.
Cuando mi hijo Gregor vivió y trabajó en Bogotá tenía una perra que se hizo amiga mía inseparable. Cuando regresé a España, Gregor me contó que la perra había cogido el gorro mío dejado atrás y siempre durmió con él. Poco a poco lo comió.
Lo que cuenta la leyenda de San Francisco, quien predicó a los animales, me parece plenamente creible. Cuando en nuestra mente se transforman en alimañas, algo dramático ocurre: Acabamos siendo cazadores de leones en África si nos llamamos Hemingway y cazando elefantes en Botsuana si somos el rey de España. 
¡Ellos allá!

friedrichmanfredpeter, en diciembre 12

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