lunes, 17 de diciembre de 2012

Volvieron Cinco Mil

y casi un millón de soldados y civiles de varias naciones perdieron la vida durante o después de una de las batallas más cruentas de la historia, Stalingrado – hoy Volgograd. Los principales protagonistas eran alemanes y rusos; ambos con sus aliados, húngaros, italianos y rumanos al lado de las divisiones alemanes. Los rusos tuvieron el aliado más poderoso, el general Invierno. La carnicería comenzó al principio de diciembre de 1942 y duró hasta el cinco de febrero de 1943; hace exactamente 70 años. Las fiestas de Navidad, Año Nuevo y Reyes Magos, vieron a un solo personaje en permanente acción: la Muerte.


Cuando callaron las armas y el general Invierno con veinte grados bajo cero cubrió la estepa helada, medio millón de soladados rusos había perdido la vida enfrente de innumerables alemanes y sus aliados. Nadie los podía enterrar, la tierra estaba helada. Hasta hoy no existe ningun cementerio militar, ni para rusos, ni para alemanes. Cien mil prisioneros alemanes, hambrientos, exhaustos, más muertos que vivos atravesaron a pie bajo un viento helado la estepa que habían tratado de conquistar. Sólo diez mil civiles salieron con vida de entre las ruinas de su ciudad. La gran mayoría de los prisioneros no llegará a ninguna parte; lograron sobrevivir cinco mil  que volvieron doce años después del largo cautiverio.
Fueron hechos espectaculares, que hacen recordar el destino de la aventura napoleónica más de cien años antes. Y la prensa tomó nota, corresponsales americanos e ingleses difundieron las imágenes del horror visto. Y algo quedó claro, este ejército alemán era vencible, sólo era cuestión de tiempo y Hitler perdería esta guerra.
Las tropas alemanas cercadas, vencidas y finalmente eliminadas físicamente en Stalingrado, no eran inocentes. La plana mayor estuvo envuelta en crímenes de guerra durante su curso victorioso en tierras de Ucrania. Habían colaborado con comandos de la SS especiales <Einsatzgruppen> que se dedicaron a cometer asesinatos en masa de judíos y prisioneros soviéticos. El crimen de Babi Yar, donde treinta mil judíos fueron asesinados por la SS, sin la colaboración activa de la tropa victoriosa de <VI Armee >[1] bajo el mando del mariscal general Paulus, probablemente no habría sido posible. El ejército < die Wehrmacht > victoriosamente abría el camino, y detrás de su avance actuaran los grupos impregnados de ideología nazi, las SS. Eliminar la raza adversa era su objetivo, y eso fue el proyecto del nazismo en esta guerra.
Sin embargo, El general Paulus, con otros oficiales más, en la prisión soviética se convirtió en defensor de la política de Stalin. Prefirió no compartir el triste destino de sus soldados. Fue miembro directivo del <Comité Nacional para una Alemania Libre>[2] y responsable fundador del ejército NVA en la zona alemana ocupada por los rusos, la posterior República Democrática Alemana.

Basta de cosas tristes históricas.

¿Qué sacamos de eso los vivos, setenta años después?
Es banal decir, que no se repita eso. El  mundo debe cambiar, debe ser otro, etc, etc, etc. Tantos proclamas, tanta voluntad pacifista.
Sabemos de otras guerras y catástofes, creadas por prepotencia y confusos principios ideológicos, por ganas de poder, dominio e intereses económicos. Todo eso lo ha visto la historia desde entonces. Nadie lo impidió.
La Paz, según la filosofía de Hegel, sólo son los intervalos en el natural transcurso violento; son los tiempos de reposo y de inactividad del reloj de la historia, y por eso son los momentos de felicidad para los hombres. Las fases activas son temibles, son los banquetes donde Saturno come a sus hijos, tal como lo pintó el genial pintor Goya. El gigante reposa antes de levantarse de nuevo; y se levantará. Su figura se vislumbra terriblemente en la visión poética del expresionista alemán Georg Heym, quien escribe:  
<Auferstanden ist er, welcher lange schlief> resucitó quien largo tiempo durmió – y con su mano derecha exprime la luna como un limón maduro. <Der Krieg>, palabra escalofriante, suena a muerte.

En el banco del Gymnasium donde estudié fuimos cuatro: Hellmuth, Gerhart, Wolfgang y yo, el único que no era huerfano de padre. Solamente el mío había regresado del molino que trituraba carne humana. Pura suerte, replicaba, cuando le preguntaron ¿cómo había hecho? Rusia era el  abismo de no volver jamás.
El nombre de  Stalingrad está unido a sucesos extraños[3], sucesos que no marcan historia, pero son imborrables en vidas individuales. Los soldados encerrados en el cerco recibieron una ración diaria de 25 gramos de pan, más aguardiente a gusto porque sobraba. El avance había sido tan rápido que no llegaron las provisiones. El soldado comería lo que encontrara. Hsta en eso se parecía a la campaña de Napoleón. La flota aérea del marscal Goering mientras tanto se dedicaba a bombardear Londres, pero se mostró incapaz de suministrar víveres a los encerrados. Sin embargo, por Navidad tiraron pequeños arbolitos navideños desde el cielo a las trincheras, saludos de la lejana patria. Allí ya se habían comido todos los caballos y se dieron casos de canibalismo y muertes por hambre y suicidios. Pero Hitler prohibió el intento de romper este cerco y abandonar la ciudad con el mágico nombre de Stalin, su enemigo repudiado y copiado.
Así el final estuvo prescrito tal como la epopeya cuenta el final dramático de los Nibelungos en la epopeya famosa, quienes resistieron hasta su muerte el acoso de los hunos,  bebiendo la sangre de los caidos para no fallecer de sed.
Extraño también fue  el episodio de la niña pequeña rusa, rescatada entre escombros y llevada por uno de los últimos vuelos fuera de la ciudad. Fué adoptada por una familia en Dresden, donde posteriormente la recogieron las tropas soviéticas después de su victoria y la devolvieron al lugar donde la había rescatada una mano desconocida.
Parece que la Muerte a veces hace una pequeña pausa y permite episodios relajantes.
Mi compañero de trabajo durante años fue un profesor de matemáticas, quien había sido deportado a Stalingrad cuando tenía dieciseis años. Un comando de tropas rusas lo había cogido en la calle en una pequeña ciudad de la actual República Checa. Su perdición fue, era de etnia alemana. Durante años trabajó como esclavo peón en la reconstrucción de esa ciudad devastada. Sobrevivió gracias a la bondad de la población civil rusa. Regresó a Alemania – un país desconocido - nunca había estado allí. Habló mejor ruso que alemán, y nunca supo más nada de su familia; Saturno se la había tragado, no dejó huellas.
Recuerdo un episodio en el instituto en primeros años de posquerrra. La profesora nos dio la tarea de escribir una composición sobre el invierno. Fueron años cuando Alemania estuvo dividida en sectores y los prisioneros de guerra aun o habían vuelto. Muchas familias estuvieron ansiosas por saber si el padre o el esposo aun vivían o no. Yo había conocido la noticia del drama de Stalingrad años atrás. Mis abuelos me habían comentado la imprtancia del hecho cuando de la radio sonaba una marcha fúnebre. Ví a mi abuela llorando.
Y ahora, en clase de lengua alemana, escribí sobre eso: < El Invierno de la Muerte>. Sin  darme cuenta había violado un tabú. Recibí la peor nota, porque de eso no se habla. No escribí sobre la nieve, el paseo con el trineo, la alegría de la estufa caliente y de la lectura de cuentos. Sucesos, propios de la infancia. Pero nosotros, todos en mi banca, en el fondo nunca fuimos niños. Sentíamos y vivíamos conscientes el tiempo que nos tocó, afortunados por tener la vida.

friedrichmanfredpeter,    diciembre de 2012 


[1] La investigación aclaró que fueron los pioneros del VI Ejército que con explosiones provocaron derrumbes en el valle para tapar los muertos y disimular así el crimen de las SS.
[2] Desde la Revolución de Octubre de 1917, la estrategia bolchevique fue buscar la unión con Alemania, Según Lenin y su emisario Radek <Alemania y Rusia unidas nunca serán vencidas>. Stalin carició esta idea hasta depués de la victoria sobre Alemania preparando con alemanes exilados y prisioneros alemanes de guerra el terreno para el tiempo después de la  guerra; <Los Hitler vienen y se van, El pueblo alemán y la nación alemana se quedan>, Esta declaración de Stalin estuvo en franca oposición a la política intencionada por los poderes occidentales. El desacuerdo terminó en la Guerra Fría, que fría se quedó solamente por el temor a la bomba atómica.
[3] Datos revelados por un artículo en la FAZ ( Frankfurter Allgemeine Zeitung) sobre la reciente exposición en el Museo Histórico del Ejército ( Bundeswehr) en Dresden.
22 de dic. De 2012, p. 3.

No hay comentarios:

Publicar un comentario