viernes, 4 de noviembre de 2011

¿Sumisos – Conformes – Corruptos?

“Ahí sentados están. El ministro Goebbels ha invitado a la solemne sesión de la asamblea de la Academia Alemana de Artes y Ciencias. Importantes directores de orchesta, profesores ordinarios de filosofía y de física, honorables senadores de otros tiempos mejores, condecorados del Pour Le Mérite civil, presidentes de tribunales supremos, excelencias del imperio, editores,  novelistas (los oficiales y recomendos), investigadores de la obra de Goethe, patrocinadores de monumentos, famosos actores y directores de teatro, honorables comerciantes y empresarios.


Todos ellos escuchan atentamente y aguantan la charla banal y antisemita del Ministro. Mueven sus brazos e inclinan sus cabezas.
La facultad de filosofía de la universidad de Bonn acaba de quitarle el doctor honoris causa a Thomas Mann y la de ciencias envió a un  investigador al “campo” porque  se había opuesto al idiota teutonismo oficial.
Todos aquí presentes saben que un destacado pastor evangélico, antiguo comandante de submarino y condecorado, es torturado porque opina que Dios es más que Adolf Hitler.
Y todos aquí presentes saben que sobre cualquier ascenso profesional decide el confidente nazi de turno.
Todos ellos han visto, cómo niños judíos fueron sacados de las casas, montados sobre camiones y deportados, para desaparecer para siempre.
Y todo eso es obra de este Ministro.
Y ellos ahora mueven sus brazos y aplauden a este Goebbels. Ninguno de ellos se levanta, escupe sobre las plantas decorativas, da una patada a la palmerita cercana.
Nadie se mueve:  Los grandes directores de orquesta, los portadores del Pour le Mérite civil, los investigadores con fama mundial, el honorable empresario ----
Todos aplauden.”

Gottfried Benn, 1943

El autor de este texto, escritor y médico vivía en Berlín donde murió en 1956. Sus notas críticas escritas durante la era nazi han sido publicados posteriormente, en 1959.[1]

Es un texto que merece ser recordado. Su mensaje no se agota con el fin de la dictadura nazi que hoy todos despreciamos. Desgraciadamente seguimos corrumpibles hombres y mujeres mientras más elevada está la posición en la jerarquía social, más dóciles nos volvemos ante la tentación que nos ofrece el poder. Sería un error, creer que la democracia es libre del defecto que denuncia G.Benn. La sociología nos explica que la conformidad es una fuerza poderosa. Ser conformes con la voluntad expresa del que manda trae ventajas. Son pocas personas que se atreven a actuar de modo disidente cuando la mayoría aparenta estar o está de acuerdo con lo que impone la ideología reinante, y más, cuando aquella se justifica con demostraciones y medias verdades para probar sus actos.
¿Quién pone en duda lo que todos aceptan con dócil obediencia? Más, cuando lo apoyan personajes con autoridad, el poder reinante crece; y permanecer callado ante el error o el delito sin duda es otra forma de apoyo. 
El elemento nazi en la sociedad alemana era efímero hasta que autoridades con peso en ciencias y cultura aplaudieran a figuras como Goebbels, Himmler y Hitler. Y ahora el régimen podía comenzar a perseguir a disidentes aunque fueran héroes de guerra. El texto cita el caso del pastor  Martin Niemöller, comandante de submarino. El apoyo intelectual hacía crecer el poder real, que aumentó o justificó la represión.
Así, y a pesar de la indiferencia de la masa popular ante la ideología reinante, el aplauso dado por el gremio presente en la Academia Alemana del Arte y de las Ciencias, hizo que la oposición se cortara y perdiera vigencia social, porque oponerse cuando personajes tan importantes aplauden, es un acto heróico.
Sin embargo, quedaron gente sencilla con la visión no perturbada por la corrupción mental, quienes se mantenían reservados y no se dejaban engañar por las mentiras del régimen. El gesto de Sophie Scholl del grupo de disidentes de la “Weisze Rose” lo demuestra.
El texto de G.Benn dice que todo poder político real suele ser sostenido por la autoridad de sus élites. Los métodos para conseguir eso son viejos e inalterables: amenazas sirven para atemorizar; éxito político y triunfalismo sirven para impresionar; dinero, títulos y elogios sirven para comprar.

¿Qué remedios hay?
El principal es el arte de desconfiar. ¡A mí no me vengan con “compañeros”! advierte un asistente en una asamblea electoral moderna, porque sabe que el primer paso a la sumisión comienza con el uso de esa palabra malgastada. Las ideologías dominantes del pasado todos hicieron uso ilimitado del término “compañero”, sea de raza o de clase para gobernar la voluntad ajena.
¡Desconfiemos! Para no acabar siendo sometidos y finalmente corrompidos.

manfredpeter
4 de noviembre de 2011



[1] Gottfried Benn, Essays, Reden, Vorträge. Wiesbaden, Limes Verlag, 1959.

No hay comentarios:

Publicar un comentario