sábado, 8 de octubre de 2011

¿Somos infinitamente adaptables?

El mundo se mueve y nosotros con el. Para muchos, somos el producto del mundo cambiante. ¿Es cierto?
El concepto principal de la teoría crítica de la sociedad, desarrollada sobre la lejana base del Siglo de las Luces (liberalismo y marxismo tienen allí su orígen) es la coherencia entre las estructuras socioeconómicas, socioculturales y la naturaleza humana. La  permanente transformación socioeconómica, según ese concepto, produce inconstancia de la naturaleza humana, un proceso que se desarrolla cada vez más rápidamente. Las generaciones siguen una a otra, se parecen, pero no son idénticas.


Signo de desadaptación es que nuestras conciencias se atrasan.  Reaccionamos a los retos tecnológicos del día de hoy con nuestra mentalidad creada ayer, definida por experiencias del pasado. Culturalmente nos gusta lo que ya pasó y tiene carácter museal. La sociedad siempre lleva un retraso de adaptación y la mente humana tarda en reconocer como algo familiar cuando en realidad eso ya se hizo viejo. Hoy ya existe la era después del automóvil, sin embargo, no podemos imaginarnos una vida sin el carro en el garaje. Actuamos con retraso, porque la velocidad de los cambios económico - técnicos sobrelleva nuestra capacidad de asimilación. Vivimos mentalmente en otro mundo que el real. Nunca estamos plenamente acorde con el tiempo en el que vivimos. Viejos y jóvenes nos distinguimos principalmente en el grado de desadaptación a las reglas actuales. Existe la sensación que nos estamos quedando atrás. Pero es más que personal, caracteriza toda la sociedad:
Así, p. ej. nuestra vida económica y social sigue organizada sobre las reglas válidas hasta ayer, no adaptadas a la realidad de hoy. Sindicalistas hablan de lucha de clases, políticos hablan de socialismo cuando estos términos ya carecen de valor. Urge la definición actualizada de estos términos. Los servicios ofrecidos generosamente a través del estado de bienestar están firmemente impuestos en la conciencia colectiva de los españoles. Son irrenunciables. Por ahora es inimaginable que manteniendo su nivel actual se volverán impagables. Políticas económicas estatales hacen como si los movimientos a velocidad de la luz de inversiones en un mercado global no existieran. Se endeudan, practican la subsistencia a nivel nacional o local, planifican a raiz de experiencias vividas y procuran mantener lo que en el fondo ya les escapó de las manos. Sus proyectos carecen de proyección sostenible, sus pasitos cortos no llegan a lejos, apenas dejando las aldeas atrás donde nacieron. ¿Por qué es así?
La mente humana funciona comparable a la velocidad del caminar de un peatón: observa, contempla, estudia, decide sobre lo que ve. Pero la realidad moderna es virtual, y real es lo que no se ve. Lo que vemos y tomamos por real puede ser espejismo como las sombras en la cueva de Platón. ¿Qué hay que hacer?
Recurro a la descripción que ultimamente afirmó el filósofo Ratzinger, el papa Benedicto, quien dice que como humanos no podemos alejarnos voluntariamente de nuestra condición innata y durante largos procesos históricos inalterada. No somos  el inmediato producto de nuestro tiempo actual y por eso no somos infinitamente adaptables. Progreso debe centrarse sobre el fundamente de esa esencia de la naturaleza humana que es imperfecta, pero esencial; no podemos salir de ella sin graves consecuencias negativas. Es ley de la creación e infinitamente superior a cualquier hallazgo actual y contraria a las modas cambiantes.
¿Y eso qué sigificado tiene?: Ha llegado el momento donde la plena adaptación a todo lo que las técnicas modernas nos sirven significa renunciar a la condición de humanos, con derecho a dignidad y libertad personales. Probablemente ganaríamos años de vida, vejez sin dolor acompañada por la demencia creciente, procreación a medida a cambio de perder lo que somos, vida sin riesgos a cambio del control administrativo sobre nuestra existencia.
Lo que comenzó visiblemente en las batallas de materiales durante GM I, la marginación de los humanos, su reducción a material, eso se ha multiplicado, ha invadido todos los sectores de la vida, la educación reducida a simples programas de eficacia, la medicina al servicio de un reducido programa de perfección corporal. Puede que aumente nuestra sensación de bienestar, pero somos ganado pastoreado.¿Y quién nos pastorea?
Somos creados a imagen de una voluntad escondida detrás de la naturaleza que los creyentes llamamos Dios y cuyo único pastoreo aceptamos. Nuestra existencia no es resultado de una casualidad. De ahí surge la obligación de contribuir a humanizar el mundo que nos rodea.Y no, participar en todo lo contrario o admitirlo sin respuesta.

Hecho curioso: Benedicto quien predica la libertad de conciencia, es acusado de  doctrinario y de promover la sumisión.
Hecho curioso: Esclavos del progreso anuncian la liberación de las cadenas.


manfredpeter,  8 de octubre de 2011

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