miércoles, 24 de agosto de 2011

Hans im Glück

= Juan con Suerte [1]
Juan había servido siete años a su amo, y le dijo:
- Mi amo, he terminado mi tiempo, y quisiera volverme a casa, con mi madre. Pagadme mi soldada.
Respondióle el amo: Me has servido fiel y honradamente; el premio estará a la altura del servicio - y le dio un pedazo de oro tan grande como la cabeza de Juan.

El lector afortunado que ha llegado a conocer este cuento en su enfancia sabrá, cómo continúa la suerte del afortunado Juan: Primero cambia el terrón de oro por un caballo, luego el caballo por una vaca, la vaca por un cerdo y el cerdo por un ganso. Finalmente el ganso le decepcionó también y lo cambió por una piedra para afilar cuchillos. Y esa piedra demasiado pesada, afortunadamente le cayó al pozo cuando intentó beber agua.

¿Y qué pasó después?

­­-¡En el mundo entero no hay un hombre más afortunado que yo! - exclamó entusiasmado. Y con el corazón ligero, y libre de toda carga, reemprendió la ruta, no parando ya hasta llegar a casa de su madre. Finis.

¿Qué nos dice ese cuento en agosto de 2011?

Wilhelm y Jakob Grimm  fueron más que redactores de cuentos; fundaron la Germanística, ciencia de la investigación de la historia de lengua y cultura alemanas. Nadie mejor que ellos conocía nuestra mentalidad, nuestros vicios y virtudes,  que supieron hacer presentes  en  cuentos hallados en las voces de viejas narradoras de su pequeña patria Hessen.
¿Será “Hans im Glück” modélico para retratar un modo de ser de nosotros, “ los alemanes”[2]?
En estos días, el consejo de la revolución en Libia se pronunció para agradecer el apoyo recibido por Europa, especialmente por parte de Francia, Inglaterra y España. No quiso incluir a Alemania en ese agradecimiento, porque el gobierno de aquel país había negado su apoyo a la causa de la revolución contra el régimen dictatorial de Gadafi. Y el portavoz libio creía saber por qué Alemania actuó así:
–Nunca poseían un imperio colonial, desconocen el mundo, viven concentrados sobre su lugar centroeuropeo. –
Mucha verdad hay en eso y razones históricas no faltan  para apoyar esta tesis que el Juan alemán sea un extraño e inexperto en el concierto de la política internacional. Juan prefiere no tener responsabilidad, ha tirado la piedra al pozo y felizmente se dirige a su casa donde le espera una vida feliz en brazos de su madre. Y todo gira alrededor de esa felicidad local. Cada amenaza que viene de fuera le asusta. Esa “Angst” alemana, el miedo y la angustia ante lo desconocido, ya es proverbio en los medios internacionales. Fukushima amenaza seriamente a los japoneses, pero los alemanes se asustan de verdad. Y es el gobierno alemán quien decidió el cierre de los centrales nucleares sin aclarar, cómo llenar la demanda con energía alternativa.
En los medios españoles se caracteriza a veces a Alemania como “el motor de Europa”. Y es precisamente eso lo que Juan con Suerte no quiere ser. ¿Por qué – pregunta – no arregla cada uno su propia suerte?
La historia de los últimos cien años ha visto a Alemania derrotada dos veces, resultado de torpes intentos imperiales. Pero Hans im Glück ha levantado la cabeza y libre de carga, con las manos vacías, ha cantado felicidad, porque en el lugar de oro, caballo, vaca, cerdo y piedra de moler ahora tuvo las manos libres para trabajar. Y Hans es un “manitas” con óptimos resultados. Sus máquinas conquistan el mundo. Pero eso no basta para responder a los retos del siglo XXI. Hans im Glück, Juan con Suerte, eso lo sabe y por eso ha dejado esa tarea a una mujer fuerte,  a Angela, para que ella lo arregle mientras él bebe su cerveza.
manfredpeter

24 de agosto de 2011



[1] Cuento de los Hermanos Grimm
[2] “alemanes”, formados también por numerosos fugitivos hugonotes franceses, protestantes pietistas y originarios de muchos cuentos recogidos por los Grimm.

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