= Juan con Suerte [1]
Juan había servido siete años a su amo, y le dijo:
- Mi amo, he terminado mi tiempo, y quisiera volverme a
casa, con mi madre. Pagadme mi soldada.
Respondióle el amo: Me has servido fiel y honradamente; el
premio estará a la altura del servicio - y le dio un pedazo de oro tan grande
como la cabeza de Juan.
El lector
afortunado que ha llegado a conocer este cuento en su enfancia sabrá, cómo continúa
la suerte del afortunado Juan: Primero cambia el terrón de oro por un caballo,
luego el caballo por una vaca, la vaca por un cerdo y el cerdo por un ganso.
Finalmente el ganso le decepcionó también y lo cambió por una piedra para
afilar cuchillos. Y esa piedra demasiado pesada, afortunadamente le cayó al
pozo cuando intentó beber agua.
¿Y qué pasó
después?
-¡En el mundo entero no hay un hombre más
afortunado que yo! - exclamó entusiasmado. Y con el corazón ligero, y libre de
toda carga, reemprendió la ruta, no parando ya hasta llegar a casa de su madre.
Finis.
¿Qué nos dice
ese cuento en agosto de 2011?
Wilhelm y Jakob Grimm fueron más que redactores de cuentos;
fundaron la Germanística, ciencia de la investigación de la historia de lengua
y cultura alemanas. Nadie mejor que ellos conocía nuestra mentalidad, nuestros
vicios y virtudes, que supieron hacer
presentes en cuentos hallados en las voces de viejas
narradoras de su pequeña patria Hessen.
¿Será “Hans im Glück” modélico para retratar un
modo de ser de nosotros, “ los alemanes”[2]?
En estos días, el consejo de la revolución en
Libia se pronunció para agradecer el apoyo recibido por Europa, especialmente
por parte de Francia, Inglaterra y España. No quiso incluir a Alemania en ese
agradecimiento, porque el gobierno de aquel país había negado su apoyo a la
causa de la revolución contra el régimen dictatorial de Gadafi. Y el portavoz
libio creía saber por qué Alemania actuó así:
–Nunca poseían un imperio colonial, desconocen
el mundo, viven concentrados sobre su lugar centroeuropeo. –
Mucha verdad hay en eso y razones históricas no
faltan para apoyar esta tesis que el
Juan alemán sea un extraño e inexperto en el concierto de la política
internacional. Juan prefiere no tener responsabilidad, ha tirado la piedra al
pozo y felizmente se dirige a su casa donde le espera una vida feliz en brazos
de su madre. Y todo gira alrededor de esa felicidad local. Cada amenaza que
viene de fuera le asusta. Esa “Angst” alemana, el miedo y la angustia ante lo
desconocido, ya es proverbio en los medios internacionales. Fukushima amenaza seriamente
a los japoneses, pero los alemanes se asustan de verdad. Y es el gobierno
alemán quien decidió el cierre de los centrales nucleares sin aclarar, cómo
llenar la demanda con energía alternativa.
En los medios españoles se caracteriza a veces
a Alemania como “el motor de Europa”. Y es precisamente eso lo que Juan con Suerte
no quiere ser. ¿Por qué – pregunta – no arregla cada uno su propia suerte?
La historia de los últimos cien años ha visto a
Alemania derrotada dos veces, resultado de torpes intentos imperiales. Pero
Hans im Glück ha levantado la cabeza y libre de carga, con las manos vacías, ha
cantado felicidad, porque en el lugar de oro, caballo, vaca, cerdo y piedra de
moler ahora tuvo las manos libres para trabajar. Y Hans es un “manitas” con
óptimos resultados. Sus máquinas conquistan el mundo. Pero eso no basta para
responder a los retos del siglo XXI. Hans im Glück, Juan con Suerte, eso lo
sabe y por eso ha dejado esa tarea a una mujer fuerte, a Angela, para que ella lo arregle mientras
él bebe su cerveza.
manfredpeter
24 de agosto de 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario