martes, 17 de agosto de 2010

El Color del Esclavo

Reflexiones sobre el orígen de la fobia racista
La etiqueta “racista” se pega actualmente con facilidad a una postura considerada contraria a la reglamentada. En primer plano se ven los musulmanes como víctimas. Y eso parece plausible: la aversión contra el elemento extranjero, considerado peligroso desde el punto de vista etnocéntrico, es parte de la sociedad moderna europea y alimenta los movimientos sectarios que van en busca de conflictos. ¿Pero, se trata realmente de auténtico racismo o es xenofobia alimentada por el carácter cada vez más más etnocéntrico  del ambiente en que vivimos? Pues  el egoismo y el etnocentrismo se han fundido. Muchos investigadores niegan la existencia de un auténtico racismo como fuente de inspiración de estos grupos radicales que odian a minorías como judíos, africanos o inmigrantes en general; o a todos que se atreven a ser distintos a ellos. Su móvil principal es el resentimiento y la ignorancia cuando pretenden actuar en defensa de lo propio contra lo desconocido. ¿Pero son por ello racistas?


La historia ha conocido cientos de sociedades marcadas por el esclavismo,  cuyo carácter es la mayor distancia social posible, la que hay entre hombres libres y esclavos. Y en toda sociedad esclavista se trata de justificar esta distancia definiendo a los esclavos como seres aparte, distintos, incompatibles con el ser de los libres.
“Omnes homines jure naturali aequales et liberi sunt”. Esta sentencia del derecho romano no refleja la realidad social romana pero es antirracista. Los esclavos provenían de las zonas marginales del Imperio, del Norte y Este, y en su gran mayoría eran blancos. Para justificar esa reducción a esclavos se aplicaba la ley de guerra o se  hacía responsable el destino individual. Esclavos eran imprescindibles para mantener la economía vigente, y así su servicio era considerado de utilidad general, hasta para ellos mismos; pero la Ley abría las puertas para otra vida: la de los libertos. El color del esclavo no importaba. Por cierto existían esclavos negros, presentes en escasa minoría en toda la zona mediterránea, pero la gran mayoría de estos “etíopes” eran libres. La imagen clásica del esclavo  era pelirrojo y blanco. Corresponde a Aristóteles el haber definido el esclavo como un ser inferior por naturaleza: es el clima frío que ha teñido los bárbaros en pieles blancas con el pelo rubio y de escasa capacidad mental para el razonamiento planificador. Y los amos benefician a estos siervos gracias a su innata superioridad.  Para Platón no hay duda, que para el bien de todos, la esclavitud es necesaria y deseada por la misma naturaleza. En otros continentes encontramos similar justificación. Cuando no son disponibles  los seres de otras etnias, se reducen a “animales que hablan” a los miembros de la propia población atribuyéndoles inferioridad innata. Continúan  en forma de costumbres sociales hasta hoy en las castas indias o en apellidos heredados de antepasados esclavos.  Pero todo eso aun no es un concepto racista teórico; todo esclavismo como régimen material produce automáticamente su justificación. Así pudo ser aceptado y duró durante milenios.
Así, casi invisible para el observador europeo durante los siglos IX al XII se producen una evolución de una magnitud imponente y un cambio sustancial: entra el Islam en el escenario sacudiendo como un terremoto la zona mediterránea y eso tiene consecuencias en profundidad y afecta la dimensión del régimen esclavista  general que le acompaña. A partir de ahora, el esclavo tiene un color: es negro. Es el antropólogo Bernard Lewis quien describe la importancia de este hecho. La ciencia árabe de estos siglos ha sido considerada como un renacimiento de la antigüedad griega, con justa razón. Pero este hecho admirado esconde una realidad escalofriante, poco mencionada entre historiadores. Dice Lewis que existe un alud de textos que justifican la esclavitud del negro africano por su inferioridad innata desde el orígen. Están implicados todos los nombres grandes de la cultura hispano – musulmana de la época. Al negro se le reprocha no solamente su creencia animista, sino también su inferioridad intelectual y deficiencia moral. En total, su negritud le hace ser un hombre inferior, nacido para ser esclavo. La conquista árabe del continente africano había abierto el portón para esclavizar a millones de individuos destruyendo etnias completamente y cambiando el destino del continente durante los siglos venideros. Esta conquista árabe fue tan virulenta que dejó su marca imborrable. Fueron los árabes que iniciaron el horrible saquéo de “material humano” de África. Las cifras se calculan entre 17 a 20 millones, muy superiores a las que se registran en la trata de negros a América después de Colón.
Claro está, no es la teoría racista que conduce al esclavismo, no son autores los filósofos de El Cairo o de Córdoba; es la realidad del sistema productivo esclavista que crea el racismo. Y tampoco es correcto acusar exclusivamente a cristianismo o judaismo de ser responsables directamente o de forma indirecta, tolerando la mayor aberración histórica conocida. ¿Es casualidad que en la discusión sobre la escasez de mano de obra en Las Indias recien conquistadas enseguida se menciona el “negro africano”, cuyo esclavización ya era práctica corriente de los mercaderes árabes. Los traficantes europeos no hicieron otra cosa que seguir el modelo existente árabe. Es el Islam que hoy tiene todo el peso de una responsabilidad histórica, y tiene bastante en recordar el peso de su propia historia antes de reclamar que  otros se arrepienten de la suya.

Manfred Peter
agosto de 2010

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