miércoles, 11 de agosto de 2010

Detalles, la vida en el campo

Sucedió que iba para recoger al amigo que vendría en lancha por el río arriba. Sacó el Landrover y al salir de de su finca dejó la puerta abierta del portal de la entrada.
–Volveré pronto, decía, no conviene parar aquí para abrir puerta. Y con la mano derecha se aseguró que la pistola estaba en su sitio.
Pronto volvió con el amigo al lado charlando con risas de mejores tiempos pasados. Cuando de pronto paró bruscamente el carro:
–¡Cerrada está, la dejé abierta! Y- el amigo con cara de asombro al lado – echó marcha atrás bruscamente dejando un reguero de pedruscos y piedras atrás.


–Quié pasa, qué haces, ¿adónde vamos?
No hubo respuesta. Después de una violenta carrera por trochas y senderos llegaron al paso por donde entra el ganado. Y al final:
–¡Ahí está, ya llegamos! –¡Dime!, ¿qué ha pasado?
–Yo la había dejado abierta, alguien la cerró, pudo ser una trampa; te bajas del carro y ¡chass!.
–¡Pero quién?
–¡Ellos! –¿No tienen nombre? –No, para mí no, son ellos.
–Voy a subir aquella loma.¿Te acuerdas, cómo jugábamos allí, dos niños felices? –Bien, pero llévate el fierro este.
–¿Qué hago yo con una pistola? No la puedo manejar.
–¡No puedes ir desnudo por el campo! Cualquiera te puede matar.
–¿Pero quién y por qué?
–Ellos no te lo dirán. No te enterarías.


Sucedió que el día siguiente el amigo decidió dar un paseo:


Manfred Peter, agosto de 2010

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