Ese título del libro de Joachim
Fest[1] que era
redactor y editor de la Frankfurter Allgemeine Zeitung durante muchos años
llama la atención del lector. Bajo la lupa de su observación repasa las
circunstancias y la dimensión de la catástrofe singular del <hundimiento> del Tercer Reich,
evento que no encuentra comparación en los tiempos modernos.
Sólo la Antigüedad presenta un
ejemplo similar: el fin de Cartago y el triunfo de Roma.
Fest relata y analiza los eventos
durante la batalla final de la Segunda Guerra Mundial. El escenario es el
Búnker construido en el jardín de la Cancillería en Berlín donde se encontraban
recluidos los actores del drama final, en Abril de 1945, mientras agonizaba la
capital del Reich bajo el ataque de las tropas soviéticas.
El autor destaca el ambiente
paranóico y la pérdida total de sentido de la realidad del grupo reunido
alrededor de Hitler. Este personaje principal se encontraba hundido en su
estado neurótico pero seguía siendo admirado y venerado ciegamente por sus
acompañantes hasta el último momento de su vida. Había un grado de
desorientación patológica demostrado através del siguiente hecho: Hitler
nombró al general von Weidling
comandante en jefe de la defensa de Berlin. Un día antes a este mismo general
lo había condenado a morir fusilado por no haber impedido que el ejército
soviético pusiera cerca a la ciudad. La reacción de von Weidling está
documentada:
–Mejor habría sido que me
hubiesen fusilado.–
¿Se comportarían todos los
reunidos en ese Búnker como actores de teatro, dispuestos a poner en escena la
ópera de su propia derrota?
Había testigos sobrevivientes que
han revelado detalles del drama que allí se desarrollaba, un drama con todas
las carácterísticas de tragedia, comedia y farsa. Ópera wagneriana como <El Ocaso de los Dioses> y al
mismo tiempo vida real.
Los hechos no admiten otra
explicación: Las ruinas de la Cancillería fueron defendidas por una unidad de
la SS compuesta por voluntarios franceses contra el avance de los soviéticos, y
abajo en el Búnker se celebró la boda de Adolf Hitler con Eva Braun. El Führer
parecía un anciano a sus 56 años de edad recien cumplidos. Envejecido y
sonámbulo se encontraba casi ausente por el efecto de las drogas que le
suministró su médico varias veces al día por vía intravenosa.
Los asistentes a la boda con una
copa de champán en la mano se dedicaron a filosofar sobre la vida y la muerte e
Hitler firmó últimas sentencias de muerte contra <amigos> que ahora eran
considerados traidores. Entre ellos se encontró Heinrich Himmler, jefe de la
SS. Una sentencia fue ejecutada en el mismo Búnker a pocos metros del veterano
jefe de estado: Hermann Fegelein general de SS y casado con la hermana de Eva
Braun. Había tratado de abandonar Berlin para salvar su vida.
Con engaños lo habían traido al
Búnker para asisitir a la boda, donde Hitler no tardó de firmar la condena de
muerte sin esperar siquiera la sentencia de un juicio improvisado.
Eva, <la novia>, pidió
clemencia por el cuñado. Pero ante la negativa del <novio> se conformó
diciendo: –Como ud mande mi Führer.–
Magda Goebbels, la esposa del que
todavía era Ministro de Propaganda Joseph Goebbels, se acercó a Hiler para
imporarle a que abandone Berlin. Todavía estuvo a tiempo. Una avioneta había
logrado aterrizar en la cercanía. Goebbels y ella habían decidido cometer
suicidio si Hitler se mataba y llevarse con ellos a sus seis niños que aun no
sabían que iban a morir con sus padres.
Ante la negativa de Hitler de
abandonar esa decisión, Magda Goebbels abandonó el banquete de la muerte
llorando para reunirse con sus hijos que estaban esperando en un cuarto
cercano.
Durante esa última reunión,
Goebbels daba pruebas de su cinismo proverbial:
–Yo no he obligado a nadie para ser mi colaborador.
Tampoco hemos obligado al pueblo alemán de votar por nosotros. Ellos nos dieron
el encargo y ahora se les corta un poco el cuellecito.–
También se oían voces críticas en
el mismo ambiente del Führer.
–¿A quíen hemos servido?–
preguntó uno de los asistentes; y dio la respuesta:
–No hemos servido a Alemania, nos
sacrificamos por un puñado de aventureros políticos.–
–¡Tómate una copa conmigo!– le
contestó Bormann el lugarteniente de Hitler.
Llegó la hora final y terminó el
banquete macabro. Los impactos de la artillería rusa cada vez más cerca e
intensos sacudían la estructura del Búnker
con fuertes detonaciones y llenándolo con gases asfixiantes y humo. La
luz comenzó a fallar.
Se inició el ritual de la muerte.
Hitler mandó a matar a su perra Blondi con los cuatro cachorros que tenía y
observó como funcionaban las cápsulas de cianuro. Hitler y Eva Braun se
retiraron a un cuarto reservado. Al poco rato se oyó un tiro de pistola.
Al abrir la puerta, los testigos
encontraron los cadáveres de la pareja de los recien casados. Hitler se había
matado con un tiro de pistola en la cabeza. Eva Braun había tomado cianuro.
Después de sacar los cadáveres al
jardín de la Cancillería fue dificil incinerarlos por el constante fuego de la
artillería. Pero finalmente se lograba incendiar los restos humanos con ayuda
de una gran cantidad de gasolina y los asistentes de la ceremonia hicieron el
saludo hitlerista durante el tiempo que ardían las llamas.
Después del final tétrico
empezaba la desbandada, el <Sálvese
quien pueda>. Los que habían jurado ser fieles como los Burgondes todos se
habían procurado ya documentos falsos. Se quitaron los uniformes, tiraron las
condecoraciones a los demás escombros y procuraban pasar inadvertidos en medio
del caos general formado por los combates que persisitían, el saqueo y la
violencia desatada contra la población civil. Algunos lograron escapar, otros
no. Martin Bormann probablemente murió en el intento aunque el cadaver nunca
fuera encontrado. Heinrich Himmler, al que Hitler había sentenciado a muerte
casi a última hora de su propia existencia se quitó la vida al verse
descubierto por una patrulla enemiga.
Magda Quandt y Joseph Goebbels se
habían quitado la vida después de envenenar a sus seis hijos.
Los defensores de la ruina de la
Cancillería abandonaron sus puestos también después de decorar los escombros
con cientos de banderines nazis.
Ahora el estilo de ópera
wagneriana comenzaba a transformarse en
ópera bufa.
Y así lo encontraban los
vencedores.
Los primeros soviéticos que
entraron al Búnker era un grupo de enfermeras rusas que entre el caos se llevaban los vestidos de Eva Braun, pero
se retiraron horrorizadas ante el espectáculo de la familia Goebbels muerta
allí con sus seis hijos pequeños por veneno que habían tomado.
Las autoridades soviéticas,
cuando finalmente se presentaron en el escenario, decidieron declarar a Hitler
por muerto repartiendo la fotografía de uno de los muertos encontrados entre
los escombros de la Cancillería como prueba de autenticidad. Durante toda la
batalla en el centro de Berlin, los soldados soviéticos fueron incitados a
tomar por asalto “el Kremlin Alemán“. Este “Kremlin Alemán“ era el edificio
calcinado del Reichstag, una ruina desde hacía diez años después del incendio
no aclarado definitivamente. El Reichstag era el símbolo de la democracia
alemana y nada tenía que ver con un “Kremlín“. Se ve que a los vencedores les
pasó algo así como a los turistas desorientados en una ciudad desconocida
sacando fotos. Así, la foto que documenta el triunfo sobre la Alemania nazi
hasta hoy es la hizada de la bandera roja sobre la ruina de lo que había sido
el Reichstag por dos soldados condecorados y declarados héroes de la Unión
Soviética. Las enfermeras que habían “conquistado“ la auténtica central del
poder nazi pasaron sin que nadie se acordara de ellas. En lugar de medallas se
llevaban las prendas de Eva Braun y de otras damas más de la Corte del Reich.
Se ve que la ópera tenía un epílogo donde los vencedores estuvieron presentes
también.
Con el último cañonazo y con la
última ráfaga de metralleta se cerró ese capítulo de la historia y por momentos
aparecía lo que podría llamarse <Hora Cero> donde la Historia aguanta la
respiración por un instante.
Sin embargo - y tenemos que
abandonar la información que Joachim Fest nos ha dado - con este fin no se
acabaron los problemas. Si observamos que entre los vencidos sobrevivientes
había victimas, actores y oportunistas al servicio del mismo ideario político
ahora derrumbado aparatosamente.
Durante largo tiempo se había
cultivado la creencia popular que el Führer Adolf Hitler nada sabía de los
crímenes que otros cometían en su nombre, que el ídolo político no conocía los
sufrimentos que padecía la población durante la agonía del Tercer Reich. La
imagen del Führer estuvo rodeada de un aura de profeta con características de
inmortalidad. De ahí la sospecha que Hitler no estuviera muerto de verdad
cuando los vencedores difundieron la noticia del suicidio. Debería de estar
escondido en algún lugar misterioso y secreto para preparar una misteriosa
reaparición. Hay que tener en cuenta que esta fantasía mesiánica es un mito muy
particular alemán con una comprobada vigencia histórica y dispone de un monumento: El <Kyffhäuser
Denkmal>[2]
Ese mito del Reich es un mito
político cargado de símbolos religiosos. Nació en tiempos medievales, fue
revivido por los Románticos y es parte del ideario fundador del Reich que creó
Otto von Bismarck, en 1871. Naturalmente los nazis supieron usarlo en su
provecho.
En la ciudad de Gosslar, cercana
al monte Kyffhäuser, se encuentra un palacio medieval reconstruido bajo el
signo del mito romántico. Se pueden contemplar las figuras monumentales de
Federico Barbarroja y <Guillermo Barbablanca>, rey de Prusia y fundador
del Segundo Reich 1871.
Durante la época nazi entre ambos se encontraba
la cabeza de bronce de Adolf Hitler, fundador del
“Tercer Reich“ como oficialmente se llamaba.
¿Qué conclusión sacará el interesado de estas
observaciones?
Una política inspirada en la exageración y la
simpleza de un mito conduce al
fracaso porque ignora la realidad
compleja de la historia. En el caso de Alemania sólo sirvió para provocar un
hundimiento pomposo, donde los actores principales encontraron el lugar deseado
para escenificar sus propia derrota. Para Joachim Fest la plana mayor nazi no era
más que una banda de jugadores desesperados. Lo que Fest no explica es ¿ cómo
era posible que millones de individuos siguieran ese camino de la
desesperación?
Los
investigadores han encontrado numerosos motivos tanto sociales como políticos
para contestar esta pregunta. No son suficientemente explicativos y no alcanzan
la sicopatología que puede sufrir un colectivo humano en momentos de extrema
tensión y angustia.
Para el Fausto -otro mito germánico- el mal y
el bien, la condena y la redención están muy próximos, uno de de lo otro.
El doctor Fausto necesitaba la gracia divina
para lograr a distinguir entre ambos principios, después de una vida repleta de
errores.
El colectivo de los alemanes - para evitar el
malgastado término del pueblo alemán - no tenía esta gracia en 1945. Alemania
se hundió con sus dirigentes como un barco sobrecargado de desgracias.
Ese hecho ha sido interpretado posteriormente
como una liberación de la dictatura nazi. Pero es una interpretación benévola
posterior, nunca fue una vivencia real. Las víctimas del nazismo sobrevivientes
y los opositores decididos sí fueron liberados. Todos los demás se encontraban
en un estado de confusión y de impotencia. Predominaba el instinto animal, las
ganas de seguir viviendo.
Sin embargo, Alemania no desapareció con el
nazismo. Los vencedores occidentales habían ventilado esta opción seriamente a
través de sus planes de descuartización. Quiso la ironía de la historia que
esto lo impidiera Stalin con la presencia del poderoso ejército soviético en el
centro de Europa.
Alemania obtuvo una nueva oportunidad:
-
debido al conflicto entre Este y Oeste de 1945 haste 1989,
-
debido al proyecto de la unificación de Europa como garantía paz y prosperidad
del continente,
-
debido a la restauración inesperada de la unión política de la Nación en 1989.
¿Cómo debería aprovechar esta nueva
oportunidad?
Renunciando a los mitos del pasado,
sometiéndose a la pura racionalidad política, manteniendo el compromiso con los
valores del humanismo, tanto cristiano como ilustrado.
Desde luego, Alemania no ha sido el único país
que en el curso de su historia ha creado mitos que luego se han vuelto contra
ella misma.
Todas las naciones modernas como los imperios
de la Antigüedad poseen símbolos y referencias a eventos importantes de su
pasado que siguen teniendo vigencia en el presente. Sirven como elementos
útiles y estabilizadores. Pero al mismo tiempo encierran graves peligros.
Seducen a los individuos y grupos a
esconder intereses de poder y ambición perversa detrás de gestos patrioticos o
banderas de nacionalistas. No suele ser fácil distinguir entre el buen camino y
el falso. Las apariencias engañan y a veces suelen presentarse como valores
auténticos y por lo tanto justificados, cuando en realidad no lo son:
Así por ejemplo, no existe igualdad entre el
discurso terrorista que pretende luchar por la libertad y el defensor de la Ley
que se sirve de las armas para garantizar la libertad de todos.
Las confusiones y miserias de la historia
alemana deberían servir como lección para no repetir errores. Desconfiemos de
los terribles simplificadores que nos hacen creer que ellos saben el camino a
la solución de todos los problemas y conflictos. Sabemos que de nuestra parte
sólo podemos poner el esfuerzo. Que la figura del Fausto nos sirva de consuelo:
Poniendo el esfuerzo de todos los días, al final del camino hay luz. Goethe
utiliza la palabra “redención“[3] , un término religioso. Podemos decir “la luz
de la verdad“ que es lo mismo. Jamás habrá un camino seguro, la historia
seguirá siendo imprevisible, pero no estamos solos: Poseemos nuestros propios
esfuerzos.
FMPeter
Oct.2002
p.s.
En septiembre de 2004 se le presentó al público
internacional la versión filmada de los últimos días del Führer en el búnker de
la cancillería. El título de la película es idéntico al del libre de Fest : Untergang. Es una película alemana y es
Bruno Ganz, el actor suizo, quien representa la figura de Adolf Hitler. El
guión, escrito por el mismo director Bernd Eichinger se orienta también en el
libro de memorias escrito por la secretaria personal de Hitler Traudl Junge que
estuvo presente hasta el final en el escenario. Hitler le había ordenado varias
veces abandonar el búnker y ponerse a salvo.
Los críticos resaltan el trabajo impresionante
del actor Bruno Ganz que presenta una carrera brillante como actor de teatro
presentando a figuras como el Fausto de Goethe. En una entrevista publicada por
La FAZ de Frankfurt Ganz admite que si fuera alemán no habría sido capaz de
aceptar ese papel que le costó muchísimo trabajo. Para Ganz Hitler no se
caracterizó como personaje malvado, la incorporación del demonio mismo, sino
como un carácter con un enorme vacío moral, humano, espiritual, lo cual lo
trataba de tapar con agresivos gestos teatrales y un discurso encendido
inflamatorio, interrumpidos en privado con interminables monólogos banales
dirigidos a los respectivos interlocutores. En los pocos momentos de callarse
Hitler pareció ausente sin escuchar a nadie. Según Jan Kershaw, ilustre
biógrafo del dictador nazi, la película merce el máximo elogio por mostrar la
interpretación más verídica de los hechos dramáticos sucedidos en el búnker de
la cancillería en abril de 1945.
Al actor Bruno Ganz le parece lo más difícil
retratar el aspecto seductor que Hitler poseía, esa rara e incomprensible magia
de una persona fea con los movimientos bruscos y torpes similar a un títere
moviendo el brazo para el saludo nazi.¿Cuál ha sido la fuerza que atraía a
tantas personas en su alrededor a vivir una dependencia como drogados hasta la
muerte de su ídolo? ¿Cómo se explica la atractividad especial que ejercía sobre
las mujeres en su entorno?
Según los críticos la película intenta
encontrar una respuesta a esta preguntas.
Lo sabremos mejor cuando la veamos aquí en
España.
FMP, Sept. 2004
[1] Joachim Fest, Der Untergang, Hitler und das Ende des Dritten Reiches. Eine
historische Skizze.Berlin 2002.
[2] Kaiser Wilhelm Nationaldenkmal se llama el
monumento erigido por Guillermo I sobre el monte Kyffhäuser para dar reverencia
al mito romántico del emperador Federico Barbarroja desparecido en el Oriente
durante la cruzada. Según
la leyenda el emperador desaparecido no ha
muerto, duerme en la profundidad del monte Kyffhäuser. De allí saldrá
cuando
llega el tiempo para gobernar de nuevo, bajo su Majestad resucitará el Reich.
Heinrich
Heine escribe en <Alemania
un Cuento de Invierno>:
“Kyffhäuser
se llama ese monte y dentro de él hay
una cueva;
los velones
iluminan espectrales las salas de altas bóvedas.
La cuarta
sala la ocupa el emperador. Desde hace siglos está sentado
en trono de
piedra, en mesa de piedra, la cabeza apoyada en los brazos.
Su barba
que crece hasta el suelo, es roja como llamas de fuego.
¿Está
durmiendo o reflexiona? Es imposible averiguarlo;
Pero cuando
llegue la hora se despertará impetuoso.“(cit. versión castellana de Jesús
Munarriz.Poesía Hiperión 411.)
[3] Goethe, FaustII: “Wer immer strebend sich
bemüht, den können wir erlösen.“
En
traducción libre: <La redención será
de los que ponen sus esfuerzos>
No hay comentarios:
Publicar un comentario