miércoles, 15 de septiembre de 2004

U N T E R G A N G

Ese título del libro de Joachim Fest[1]  que era redactor y editor de la Frankfurter Allgemeine Zeitung durante muchos años llama la atención del lector. Bajo la lupa de su observación repasa las circunstancias y la dimensión de la catástrofe singular del <hundimiento> del Tercer Reich, evento que no encuentra comparación en los tiempos modernos.


Sólo la Antigüedad presenta un ejemplo similar: el fin de Cartago y el triunfo de Roma.
Fest relata y analiza los eventos durante la batalla final de la Segunda Guerra Mundial. El escenario es el Búnker construido en el jardín de la Cancillería en Berlín donde se encontraban recluidos los actores del drama final, en Abril de 1945, mientras agonizaba la capital del Reich bajo el ataque de las tropas soviéticas.
El autor destaca el ambiente paranóico y la pérdida total de sentido de la realidad del grupo reunido alrededor de Hitler. Este personaje principal se encontraba hundido en su estado neurótico pero seguía siendo admirado y venerado ciegamente por sus acompañantes hasta el último momento de su vida. Había un grado de desorientación patológica demostrado através del siguiente hecho: Hitler nombró  al general von Weidling comandante en jefe de la defensa de Berlin. Un día antes a este mismo general lo había condenado a morir fusilado por no haber impedido que el ejército soviético pusiera cerca a la ciudad. La reacción de von Weidling está documentada:
–Mejor habría sido que me hubiesen fusilado.–
¿Se comportarían todos los reunidos en ese Búnker como actores de teatro, dispuestos a poner en escena la ópera de su propia derrota?
Había testigos sobrevivientes que han revelado detalles del drama que allí se desarrollaba, un drama con todas las carácterísticas de tragedia, comedia y farsa. Ópera wagneriana  como <El Ocaso de los Dioses> y al mismo tiempo vida real.
Los hechos no admiten otra explicación: Las ruinas de la Cancillería fueron defendidas por una unidad de la SS compuesta por voluntarios franceses contra el avance de los soviéticos, y abajo en el Búnker se celebró la boda de Adolf Hitler con Eva Braun. El Führer parecía un anciano a sus 56 años de edad recien cumplidos. Envejecido y sonámbulo se encontraba casi ausente por el efecto de las drogas que le suministró su médico varias veces al día por vía intravenosa.
Los asistentes a la boda con una copa de champán en la mano se dedicaron a filosofar sobre la vida y la muerte e Hitler firmó últimas sentencias de muerte contra <amigos> que ahora eran considerados traidores. Entre ellos se encontró Heinrich Himmler, jefe de la SS. Una sentencia fue ejecutada en el mismo Búnker a pocos metros del veterano jefe de estado: Hermann Fegelein general de SS y casado con la hermana de Eva Braun. Había tratado de abandonar Berlin para salvar su vida.
Con engaños lo habían traido al Búnker para asisitir a la boda, donde Hitler no tardó de firmar la condena de muerte sin esperar siquiera la sentencia de un juicio improvisado.
Eva, <la novia>, pidió clemencia por el cuñado. Pero ante la negativa del <novio> se conformó diciendo: –Como ud mande mi Führer.–
Magda Goebbels, la esposa del que todavía era Ministro de Propaganda Joseph Goebbels, se acercó a Hiler para imporarle a que abandone Berlin. Todavía estuvo a tiempo. Una avioneta había logrado aterrizar en la cercanía. Goebbels y ella habían decidido cometer suicidio si Hitler se mataba y llevarse con ellos a sus seis niños que aun no sabían que iban a morir con sus padres.
Ante la negativa de Hitler de abandonar esa decisión, Magda Goebbels abandonó el banquete de la muerte llorando para reunirse con sus hijos que estaban esperando en un cuarto cercano.
Durante esa última reunión, Goebbels daba pruebas de su cinismo proverbial:
–Yo no he obligado a nadie para ser mi colaborador. Tampoco hemos obligado al pueblo alemán de votar por nosotros. Ellos nos dieron el encargo y ahora se les corta un poco el cuellecito.–
También se oían voces críticas en el mismo ambiente del Führer.
–¿A quíen hemos servido?– preguntó uno de los asistentes; y dio la respuesta:
–No hemos servido a Alemania, nos sacrificamos por un puñado de aventureros políticos.–
–¡Tómate una copa conmigo!– le contestó Bormann el lugarteniente de Hitler.
Llegó la hora final y terminó el banquete macabro. Los impactos de la artillería rusa cada vez más cerca e intensos sacudían la estructura del Búnker  con fuertes detonaciones y llenándolo con gases asfixiantes y humo. La luz comenzó a fallar.
Se inició el ritual de la muerte. Hitler mandó a matar a su perra Blondi con los cuatro cachorros que tenía y observó como funcionaban las cápsulas de cianuro. Hitler y Eva Braun se retiraron a un cuarto reservado. Al poco rato se oyó un tiro de pistola.
Al abrir la puerta, los testigos encontraron los cadáveres de la pareja de los recien casados. Hitler se había matado con un tiro de pistola en la cabeza. Eva Braun había tomado cianuro.
Después de sacar los cadáveres al jardín de la Cancillería fue dificil incinerarlos por el constante fuego de la artillería. Pero finalmente se lograba incendiar los restos humanos con ayuda de una gran cantidad de gasolina y los asistentes de la ceremonia hicieron el saludo hitlerista durante el tiempo que ardían las llamas.
Después del final tétrico empezaba  la desbandada, el <Sálvese quien pueda>. Los que habían jurado ser fieles como los Burgondes todos se habían procurado ya documentos falsos. Se quitaron los uniformes, tiraron las condecoraciones a los demás escombros y procuraban pasar inadvertidos en medio del caos general formado por los combates que persisitían, el saqueo y la violencia desatada contra la población civil. Algunos lograron escapar, otros no. Martin Bormann probablemente murió en el intento aunque el cadaver nunca fuera encontrado. Heinrich Himmler, al que Hitler había sentenciado a muerte casi a última hora de su propia existencia se quitó la vida al verse descubierto por una patrulla enemiga.
Magda Quandt y Joseph Goebbels se habían quitado la vida después de envenenar a sus seis hijos.
Los defensores de la ruina de la Cancillería abandonaron sus puestos también después de decorar los escombros con cientos de banderines nazis.
Ahora el estilo de ópera wagneriana comenzaba a transformarse en  ópera bufa.
Y así lo encontraban los vencedores.
Los primeros soviéticos que entraron al Búnker era un grupo de enfermeras rusas que entre el caos  se llevaban los vestidos de Eva Braun, pero se retiraron horrorizadas ante el espectáculo de la familia Goebbels muerta allí con sus seis hijos pequeños por veneno que habían tomado.
Las autoridades soviéticas, cuando finalmente se presentaron en el escenario, decidieron declarar a Hitler por muerto repartiendo la fotografía de uno de los muertos encontrados entre los escombros de la Cancillería como prueba de autenticidad. Durante toda la batalla en el centro de Berlin, los soldados soviéticos fueron incitados a tomar por asalto “el Kremlin Alemán“. Este “Kremlin Alemán“ era el edificio calcinado del Reichstag, una ruina desde hacía diez años después del incendio no aclarado definitivamente. El Reichstag era el símbolo de la democracia alemana y nada tenía que ver con un “Kremlín“. Se ve que a los vencedores les pasó algo así como a los turistas desorientados en una ciudad desconocida sacando fotos. Así, la foto que documenta el triunfo sobre la Alemania nazi hasta hoy es la hizada de la bandera roja sobre la ruina de lo que había sido el Reichstag por dos soldados condecorados y declarados héroes de la Unión Soviética. Las enfermeras que habían “conquistado“ la auténtica central del poder nazi pasaron sin que nadie se acordara de ellas. En lugar de medallas se llevaban las prendas de Eva Braun y de otras damas más de la Corte del Reich. Se ve que la ópera tenía un epílogo donde los vencedores estuvieron presentes también.
Con el último cañonazo y con la última ráfaga de metralleta se cerró ese capítulo de la historia y por momentos aparecía lo que podría llamarse <Hora Cero> donde la Historia aguanta la respiración por un  instante.

Sin embargo - y tenemos que abandonar la información que Joachim Fest nos ha dado - con este fin no se acabaron los problemas. Si observamos que entre los vencidos sobrevivientes había victimas, actores y oportunistas al servicio del mismo ideario político ahora derrumbado aparatosamente.
Durante largo tiempo se había cultivado la creencia popular que el Führer Adolf Hitler nada sabía de los crímenes que otros cometían en su nombre, que el ídolo político no conocía los sufrimentos que padecía la población durante la agonía del Tercer Reich. La imagen del Führer estuvo rodeada de un aura de profeta con características de inmortalidad. De ahí la sospecha que Hitler no estuviera muerto de verdad cuando los vencedores difundieron la noticia del suicidio. Debería de estar escondido en algún lugar misterioso y secreto para preparar una misteriosa reaparición. Hay que tener en cuenta que esta fantasía mesiánica es un mito muy particular alemán con una comprobada vigencia histórica y  dispone de un monumento: El <Kyffhäuser Denkmal>[2] 
Ese mito del Reich es un mito político cargado de símbolos religiosos. Nació en tiempos medievales, fue revivido por los Románticos y es parte del ideario fundador del Reich que creó Otto von Bismarck, en 1871. Naturalmente los nazis supieron usarlo en su provecho.
En la ciudad de Gosslar, cercana al monte Kyffhäuser, se encuentra un palacio medieval reconstruido bajo el signo del mito romántico. Se pueden contemplar las figuras monumentales de Federico Barbarroja y <Guillermo Barbablanca>, rey de Prusia y fundador del Segundo Reich 1871.
Durante la época nazi entre ambos se encontraba la cabeza de bronce de Adolf Hitler, fundador del
“Tercer Reich“ como oficialmente se llamaba.
¿Qué conclusión sacará el interesado de estas observaciones?
Una política inspirada en la exageración y la simpleza de un  mito conduce al fracaso  porque ignora la realidad compleja de la historia. En el caso de Alemania sólo sirvió para provocar un hundimiento pomposo, donde los actores principales encontraron el lugar deseado para escenificar sus propia derrota. Para Joachim Fest la plana mayor nazi no era más que una banda de jugadores desesperados. Lo que Fest no explica es ¿ cómo era posible que millones de individuos siguieran ese camino de la desesperación?
 Los investigadores han encontrado numerosos motivos tanto sociales como políticos para contestar esta pregunta. No son suficientemente explicativos y no alcanzan la sicopatología que puede sufrir un colectivo humano en momentos de extrema tensión y angustia.
Para el Fausto -otro mito germánico- el mal y el bien, la condena y la redención están muy próximos, uno de de lo otro.
El doctor Fausto necesitaba la gracia divina para lograr a distinguir entre ambos principios, después de una vida repleta de errores.
El colectivo de los alemanes - para evitar el malgastado término del pueblo alemán - no tenía esta gracia en 1945. Alemania se hundió con sus dirigentes como un barco sobrecargado de desgracias.
Ese hecho ha sido interpretado posteriormente como una liberación de la dictatura nazi. Pero es una interpretación benévola posterior, nunca fue una vivencia real. Las víctimas del nazismo sobrevivientes y los opositores decididos sí fueron liberados. Todos los demás se encontraban en un estado de confusión y de impotencia. Predominaba el instinto animal, las ganas de seguir viviendo.

Sin embargo, Alemania no desapareció con el nazismo. Los vencedores occidentales habían ventilado esta opción seriamente a través de sus planes de descuartización. Quiso la ironía de la historia que esto lo impidiera Stalin con la presencia del poderoso ejército soviético en el centro de Europa.
Alemania obtuvo una nueva oportunidad:
   - debido al conflicto entre Este y Oeste de 1945 haste 1989,
   - debido al proyecto de la unificación de Europa como garantía paz y prosperidad del continente,
   - debido a la restauración inesperada de la unión política de la Nación en 1989.
¿Cómo debería aprovechar esta nueva oportunidad?
Renunciando a los mitos del pasado, sometiéndose a la pura racionalidad política, manteniendo el compromiso con los valores del humanismo, tanto cristiano como ilustrado.

Desde luego, Alemania no ha sido el único país que en el curso de su historia ha creado mitos que luego se han vuelto contra ella misma.
Todas las naciones modernas como los imperios de la Antigüedad poseen símbolos y referencias a eventos importantes de su pasado que siguen teniendo vigencia en el presente. Sirven como elementos útiles y estabilizadores. Pero al mismo tiempo encierran graves peligros. Seducen a los individuos y grupos  a esconder intereses de poder y ambición perversa detrás de gestos patrioticos o banderas de nacionalistas. No suele ser fácil distinguir entre el buen camino y el falso. Las apariencias engañan y a veces suelen presentarse como valores auténticos y por lo tanto justificados, cuando en realidad no lo son:
Así por ejemplo, no existe igualdad entre el discurso terrorista que pretende luchar por la libertad y el defensor de la Ley que se sirve de las armas para garantizar la libertad de todos.
Las confusiones y miserias de la historia alemana deberían servir como lección para no repetir errores. Desconfiemos de los terribles simplificadores que nos hacen creer que ellos saben el camino a la solución de todos los problemas y conflictos. Sabemos que de nuestra parte sólo podemos poner el esfuerzo. Que la figura del Fausto nos sirva de consuelo: Poniendo el esfuerzo de todos los días, al final del camino hay luz. Goethe utiliza la palabra “redención“[3] , un término religioso. Podemos decir “la luz de la verdad“ que es lo mismo. Jamás habrá un camino seguro, la historia seguirá siendo imprevisible, pero no estamos solos: Poseemos nuestros propios esfuerzos.
 
FMPeter
Oct.2002

p.s.
En septiembre de 2004 se le presentó al público internacional la versión filmada de los últimos días del Führer en el búnker de la cancillería. El título de la película es idéntico al del libre de Fest : Untergang. Es una película alemana y es Bruno Ganz, el actor suizo, quien representa la figura de Adolf Hitler. El guión, escrito por el mismo director Bernd Eichinger se orienta también en el libro de memorias escrito por la secretaria personal de Hitler Traudl Junge que estuvo presente hasta el final en el escenario. Hitler le había ordenado varias veces abandonar el búnker y ponerse a salvo.
Los críticos resaltan el trabajo impresionante del actor Bruno Ganz que presenta una carrera brillante como actor de teatro presentando a figuras como el Fausto de Goethe. En una entrevista publicada por La FAZ de Frankfurt Ganz admite que si fuera alemán no habría sido capaz de aceptar ese papel que le costó muchísimo trabajo. Para Ganz Hitler no se caracterizó como personaje malvado, la incorporación del demonio mismo, sino como un carácter con un enorme vacío moral, humano, espiritual, lo cual lo trataba de tapar con agresivos gestos teatrales y un discurso encendido inflamatorio, interrumpidos en privado con interminables monólogos banales dirigidos a los respectivos interlocutores. En los pocos momentos de callarse Hitler pareció ausente sin escuchar a nadie. Según Jan Kershaw, ilustre biógrafo del dictador nazi, la película merce el máximo elogio por mostrar la interpretación más verídica de los hechos dramáticos sucedidos en el búnker de la cancillería en abril de 1945.
Al actor Bruno Ganz le parece lo más difícil retratar el aspecto seductor que Hitler poseía, esa rara e incomprensible magia de una persona fea con los movimientos bruscos y torpes similar a un títere moviendo el brazo para el saludo nazi.¿Cuál ha sido la fuerza que atraía a tantas personas en su alrededor a vivir una dependencia como drogados hasta la muerte de su ídolo? ¿Cómo se explica la atractividad especial que ejercía sobre las mujeres en su entorno?
Según los críticos la película intenta encontrar una respuesta a esta preguntas.
Lo sabremos mejor cuando la veamos aquí en España.

FMP, Sept. 2004



[1] Joachim Fest, Der Untergang, Hitler und das Ende des Dritten Reiches. Eine historische Skizze.Berlin 2002.
[2] Kaiser Wilhelm Nationaldenkmal se llama el monumento erigido por Guillermo I sobre el monte Kyffhäuser para dar reverencia al mito romántico del emperador Federico Barbarroja desparecido en el Oriente durante la cruzada. Según
 la leyenda el emperador desaparecido no ha muerto, duerme en la profundidad del monte Kyffhäuser. De allí saldrá
cuando llega el tiempo para gobernar de nuevo, bajo su Majestad resucitará el Reich.
Heinrich Heine escribe en <Alemania un Cuento de Invierno>:
“Kyffhäuser se llama ese monte y  dentro de él hay una cueva;
los velones iluminan espectrales las salas de altas bóvedas.
La cuarta sala la ocupa el emperador. Desde hace siglos está sentado
en trono de piedra, en mesa de piedra, la cabeza apoyada en los brazos.
Su barba que crece hasta el suelo, es roja como llamas de fuego.
¿Está durmiendo o reflexiona? Es imposible averiguarlo;
Pero cuando llegue la hora se despertará impetuoso.“(cit. versión castellana de Jesús Munarriz.Poesía Hiperión 411.)
[3] Goethe, FaustII: “Wer immer strebend sich bemüht, den können wir erlösen.“
En traducción libre: <La redención  será de los que ponen sus esfuerzos>

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