Hay tres mil lenguas, o más
y año tras año se pierden decenas de ellas.
Generalmente es una muerte lenta, dejan de ser practicadas y habladas,
desaparecen. A veces sólo quedan recuerdos de ellas en los nombres
geográficos.Todos los ríos europeos llevan nombres que son el eco de lenguas
desaparecidas, a veces hace miles de años atrás y es un juego interesante
observar como especialistas descifran los nombres de las ciudades que nos
rodean. En todas ellas otras voces, hoy incomprensibles, han sonado una vez. Es
ley fundamental de la historia, como en la vida de los individuos, los modos de
comunicación aparecen, florecen y desaparecen, y así continuará. Sin embargo,
ese final no es una muerte definitiva, cada lengua desaparecida encuentra su
reemplazo, la muerte de una dará vida a otra, y así continuará. Permítaseme
decirlo muy claramente, ninguna de las lenguas que actualmente ocupan el
escenario europeo realmente puede reclamar originalidad exclusiva, debajo de
sus pretensiosas raíces siempre se encuentran otras más profundas y anteriores.
No sólo vivimos, también hablamos y nos expresamos en medio de escombros de la
historia. Por eso, ¡seamos prudentes, modestos y tolerantes!
La palabra
“Andalucía“ no sólo recuerda la presencia histórica de árabes, sino más
atrás la de los visigodos: “Sortes Gothicae“ o >Landalauds[1] < en visigodo, así llamaron la antigua
provincia romana “Bética“. Pues “la
suerte“ o >lauds< había sido echada para repartir las tierras o >landa
< entre los invasores germánicos. Turistas que en la actualidad salen de un
“land“ - Deutsch-land - p.ej. no vienen buscando tierras como los invasores
germánicos antiguos sino puestos para tomar el sol en las playas y, en algunos
casos, residencias de tercera edad en Mallorca.
Como tantos casos similares, el idioma visigodo
hablado y escrito desapareció, quedando atrás una reliquia: la traducción de
los evangelios bíblicos hecha por el obispo Wúlfila ( el pequeño lobo). Sin
embargo, perduró el nombre de Andalucía y la lista interminable de nombres y
apellidos que llevan sus descendientes, p. ej. todos los Rodríguez, Ramírez y
González.
El idioma visigodo compartió el destino de
tantos idiomas más que durante miles de años
habían poblado la geografía española hasta que la latinización bajo el
gobierno de Roma puso fin a tanta variedad lingüística.
Todo eso lo sabe el lector ya, y no le causará
dolor porque al desaparecer unos códigos de hablar y expresarse aparecieron
otros nuevos que forman nuestra lengua actualmente.
La
historia del género humano se parece a la vida de los individuos; el
destino de nuestra especie está íntimamente unido a la constitución de los
individuos. La investigación neurológica moderna nos enseña que los humanos
heredamos un código genético que nos capacita asimilar cualquiera de las tres
mil lenguas que existen en la tierra. La selección que hacemos es debido a la
casualidad, es consecuencia de la socialización específica que nos ha tocado,
la que encontramos al nacer y crecer. El código heredado es radicalmente
idéntico para todos los seres humanos; no se pueden comprobar influencias externas sobre esa constitución
original e igual a todos, ni la raza, ni otros factores frecuentemente
inventados como una supuesta misteriosa comunión entre los individuos y su
tierra natal.
No estamos predestinados a ser ni alemanes, ni
chinos, ni africanos y tampoco nacimos siendo vascos o catalanes. Cualquier
alemán al nacer puede ser chino, cualquier africano sería alemán, ambos
asimilarían con idéntica y sorprendente
facilidad el idioma que les rodea y almacenarían lo aprendido en su ordenador
cerebral sobre la misma plataforma, si así puede llamarse la casilla donde
metemos todo el material de lenguaje hasta
que durante la pubertad la cambiamos por otra. Ese material está ahí
ordenado y y su uso es gramaticalmente más o menos correcto como demuestra el
lenguaje infantil. Hay cabida para más de un idioma, para un segundo u otros
más. Naturalmente como en todo, hay una limitación natural, diferente en cada
individuo.
En distintas culturas existen casos realmente
extraños: un idioma de las mujeres y
otro de los hombres en zonas de la India y África o el idioma de una etnia y
otro de otra que conviven pacíficamente en la misma aldea. En estos casos todos se entienden aunque cada uno utilice el
suyo. El panorama de las culturas es tan variado que el caso de una única y
exclusiva lengua llamada “materna“
parece una pobre reducción. Toda experiencia con las personas, cuando
ellos son bilingües o plurilingües desde la infancia, niega claramente que lo
que se llama “lengua materna“ exista;
ese concepto es fruto de la indebida
mistificación que entre otros los ideólogos nacionalistas proclaman y corresponde más a la trilogía
ideológica “mi tierra, mi lengua
materna, mi patria“ que los nacionalismos de todos los tiempos cultivan.
Además, hoy sabemos que muchas lenguas cuando carecen del apoyo de la escritura
en pocas generaciones pueden cambiar totalmente su perfil. La realidad es bien
diferente de lo que generalmente se cree.
Ahora bien, todo eso está dicho para explicar el aprendizaje de la lengua en la
fase infantil.
En la fase de la pubertad se alteran
profundamente los procesos de aprendizaje. Todos sabemos que es entonces cuando comienza la evolución
del razonamiento, de la conciencia crítica unida a la evolución del sentido de
la independencia y autonomía emocional.
¿Qué significa eso para el aprendizaje de
idiomas - que sólo a partir de ese momento se llamarán extranjeros? El niño no
tiene noción de lo extraño que es el hablar de otro y es normal que se
entiendan sin comprender las palabras. Los juegos en común de niños de
diferente hablar y procedencia así lo demuestran. La extrañeza que sentimos
ante un elemento desconocido es el primer síntoma de esa pérdida de la
inocencia y a la vez es el núcleo de la patología que se llama nacionalismo.
De modo general se pierde esa fácilidad que
siendo niños teníamos para asimilar
códigos de otras lenguas. También es cierto que con la misma facilidad
se olvidan cuando no se usan. A veces en el curso de unas largas vacaciones y
separado del hogar familiar un niño puede perder temporalmente el dominio del idioma que le enseñaron sus
padres por falta de prácticas.
Al final de la niñez, el joven se enfrentará a
una nueva programación del ordenador que lleva dentro.
Todo idioma que
a partir de ahora aprenderá deberá pasar por el razonamiento sistemático
que se expresa en el estudio de vocabulario y de gramática. El nuevo idioma,
o idiomas que ahora aprenderá serán
almacenados en otra plataforma, y tendrán para él carácter de idioma o idiomas extranjeros que llegará a
dominar a un menor o mayor grado según el talento o el esfuerzo que invierte.
Un
acondicionamiento será inalterable, el bagaje emocional que acompaña el
idioma extranjero aprendido será menor y
la expresividad hablando aquel idioma
será limitada o al menos reducida, normalmente dependiente de las
necesitades directas del tipo de comunicación.
Para caracterizar el grado de conocimiento de
un idioma, es necesario saber, si la persona aprendió a hablarlo en la infancia
o después. Aunque quede claro, en muchos
casos los conocimientos de una lengua adquirida en edad adulta pueden ser superiores a los de una persona
que habla aquel idioma desde la infancia.
Sin embargo, las diferencias descritas
permanecen inalterables. Hasta bien entrada en la época moderna, la literatura
científica en Europa se escribía en latín, un idioma aprendido y usado de modo
universal, pero aprendido y pulido en escuelas y universidades. Pertenecía
desde el punto de vista de la psicología del aprendizaje a la segunda categoría
y por eso era un medio ideal para la comunicación entre diferentes grupos de
hombres de la ciencia y política que formaron la élite europea de entonces.
En el año 1521 ante la dieta imperial y en
presencia del emperador, Martín Lutero expuso sus tesis sobre la reforma de la
iglesia, primero en latín, para que lo entendiera Carlos V y los representantes de Santa Sede y luego en
alemán para el grupo mayor formado por los asistentes teutones. Es interesante
observar, cómo cambió su discurso. Sólo la variante en alemán cargada de
emoción terminó con ese final valiente y furioso de un hombre que sabía que con
esas palabras se jugaba la vida y resumido en su famosa expresión:
“Hier stehe ich ....Aquí estoy yo delante de
vosotros para decir que yo no puedo remediar ni revocar mis principios, que Dios me ayude, amén.“
En alemán Lutero había dicho varias veces YO,
lo que en latín desaparece en la construcción verbal. El lenguaje que le había
acompañado desde la cuna transmitió una emoción que el pulido latín no admitía;
era el mismo impulso que le hacía traducir el Nuevo Testamento, un hecho
creativo monumental que provocó el
nacimiento del alemán moderno.
Sin embargo, parece que el emperador tuvo una
impresión positiva del frailecito que le había puesto tantos problemas y
pensaba que se podía llegar a un arreglo con él y le dejó irse libremente a su
casa en contra de los consejos que le dieron los que habían escuchado mejor, porque. los que entendían el alemán oyeron ese
espíritu de la rebelión y de la desobediencia que se había ponunciado y al que
el emperador Carlos V había venido a
combatir. Y así lo hizo, enviándole el edicto de busqueda y captura detrás.
Pero Martín Lutero ya había encontrado la protección de un poderoso príncipe
anfitrión quien supo aprovechar la rebelión del frailecito para bien de sus
ambiciones políticas.
¿Qué conclusión sacamos de todo eso dicho hasta
ahora para nuestra actualidad?
En cada momento de la historia y de la vida
individual las lenguas se cruzan, chocan y se enriquecen mútuamente. Lenguas
son puros instrumentos y como tales también son excambiables , aparecen, se
modifican sin parar y la mayoría de ellas desaparecen otra vez. Son las
corrientes generales de una época que deciden sobre el destino de cada una de
ellas. Para el individuo, al contrario de lo que se dice generalmente, perder
un código y reemplazarlo por otro no sólo es perder sino ganar - a veces más
que lo que perdió- y no lo considero una tragedia. ¿Es trágico que los
andaluces no hablen más árabe, visigodo o algunas de las muchas lenguas locales
celtíberas? ¿Es trágico que en América predominen el español y el inglés? ¿A
quién le hace daño un determinado idioma?
La historia es un constante proceso de
deculturación y de aculturación como se expresaría el antropólogo.
Lamentable es siempre el aislamiento de una
comunidad causado por el hecho de permanecer encerrada en un código que separa
los individuos de su entorno natural y les impide participar activamente en la vida del mundo que le
rodea. Si los miles de idiomas se redujeran a cientos, todavía existiría una
riqueza enorme que nadie sería capaz de compartir.
Sin embargo, las cosas no son tan fáciles como
parecen. Los protectores de la máxima variedad lingüstica sobre la tierra se
fundan sobre distintos argumentos que pueden sistematizarse:
- los museales y etnológicos,
- los sicopedagógicos y culturales
- y los político ideológicos.
Todos ellos coinciden en que el predominio de
una lengua oficial es una amenaza para la supervivencia de otros idiomas que se
ubican en su sombra. Responsable generalmente es la simple casualidad que
producen las circunstancias históricas. Las principales lenguas de Europa
surgieron de núcleos pequeños para luego extenderse sobre una amplia geografía.
El italiano nació del florentino, el francés es el idioma de la región
parisina, Isle de France, el español nació - -- pero lector ya sabe eso.
Sólo el alemán moderno no tiene una
localización precisa geográfica porque
surgió de una creación filosófico - religiosa y aún lleva esta marca. A pesar
del predominio de estas lenguas, las fronteras de dialectos o idiomas menores han
permanecido constantes durante mucho tiempo. Sólo bajo la influencia de la
movilidad social moderna y por el poder de los medios de comunicación en todas
partes parece que para muchos dialectos
e idiomas los días están contados y se acerca el momento de su desaparición.
Muchas personas se rebelan contra eso y su reacción es comprensible porque las lenguas
no sólo son instrumentos para comunicarse, son elementos que contienen gran
parte de la existencia sentimental de los hombres. Palabras comunican ideas o
información banal, pero también son capaces de producir euforia y tristeza,
elevan y hunden. Hablar es parte de nuestro vivir más íntimo y muchos hemos
hablado a solas.
Es por eso que el etnólogo trata de rescatar
las huellas de los idiomas más lejanos y marginados para que formen parte del
gran museo de los recuerdos que mantiene con vida a nuestra cultura humana.
Igualmente el pedagogo siempre buscará conducir
al alumno desde lo conocido a lo que no conoce.
Dialectos e idiomas tienen sus derechos no
sólo porque son útiles sino porque forman parte del mundo humano en el que
vivimos. Sin embargo, esa consideración no contradice ni devalúa las
observaciones hechas inicialmente. Y precisamente eso suelen negar los que pretenden conservar todos los idiomas
que están en peligro de extinción. Su actitud se parece a la de los
ecologistas. Hay que conservar y proteger los idiomas en peligro como las plantas e insectos amenazados por la
acción de la agroquímica.
No es esto
una actitud de nuestra actualidad, ya se encuentra entre los elementos
constituyentos del pensamiento moderno. Nombres de referencia son Jean Jacques
Rousseau y sobre todo Johann Gottfried Herder.
En el año 1770
Herder publicó “Abhandlung über den Ursprung der Sprache (
Tratado sobre el orígen de la lengua)“ y desde entonces este tratado ha servido
como cantera para provisión y municiones de unos y de otros: de los lingüistas nacionalistas por un lado y de
estudiosos, de románticos y sentimentales por el otro.
¿Qué manifiesta Herder?
Herder niega el orígen divino de las lenguas,
como pastor protestante que era, un atrevimiento inaudito, porque con eso
también negaba la existencia de lenguas sacras que serían las de la Biblia,
hebrea, griega y latina. Eso había mantenido la teología durante muchos siglos.
Las lenguas son de este mundo, dice Herder, pero a través de todas ellas habla
el espíritu divino. La multitud de las lenguas es la manifestación de esa
voluntad divina a crear un mundo diversificado; las lenguas son como los
cantares de los pájaros las voces originales de los pueblos (“die Stimmen der
Völker“) Y es la poesía de estos pueblos
donde encuentra su perfección y con más intensidad todavía se halla en las
canciones populares ( “Volkslied“) que no tienen autores conocidos. Este género
despreciado que Herder alaba entregándole
el mayor respeto, casi veneración, será la base de la revolución cultural de
aquella época que culminaría en la Revolución Francesa. Francia vivió la
revolución política mientras que en Alemania de los cientos de dominios locales
se manifestó como revolución filosófica como decía Marx. Pocas ideas en la
historia del pensamiento han sido recibido con mayor entusiasmo y sus
consecuencias realmente fueron revolucionarias en el sentido cultural. Primero
la obra poética de Goethe y posteriormente el romanticismo en todas las
dimensiones literarias, artísticas y filosóficas y todo eso, directa - o
indirectamente, se funda sobre esa voz inicial. Sin Herder no habría nacido el
famoso “Lied“ alemán, Schubert ni Schumann habrían creado esta magia de las palabras
que cantan; transformaron el “Volkslied“ en su variante artística y refinadada,
el “Kunstlied“, que ha tenido continuidad hasta la obra de Bert Brecht.
Sin embargo, ahí encontramos también la otra
cara de esta misma medalla. Los nacionalistas de todos los colores y de
diferentes regiones en Europa también hurgaron en ese material y encontraron
argumentos para sostener sus principios. Por eso es a veces difícil denunciar
la demagogia de un lider populista cuando se protege tras el deseo justificado
de autonomía cultural y lingüística. El nacionalista generalmente se alimenta
en las fuentes del romanticismo político declarando la lengua, su lengua
materna - la de sus ancestros, portadora de un mensaje especial y exclusivo que
es mantener con vida el pasado glorificado y con frecuencia inventado. El
nacionalista es un ideólogo antes que un investigador y lingüista y como todo
ideólogo define su posición en contra de un enemigo, real o ficticio, que en
este caso es la lengua predominante contra la que mantiene un accionismo
permanente. Hay que “concientizar“ a la gente, “a la nuestra“, dice, y eso se
consigue declarándole la guerra - verbal, mediática - a lo que no es “nuestro“.
Ese tipo de nacionalismo apoyado en la lengua como denominador común ha marcado
la historia alemana del siglo XIX. El romántico Ernst Moritz Arndt había
proclamado el credo: “Was ist des Deutschen Vaterland?“(¿Qué es la patria
alemana?) pregunta , y contesta:
“Hasta donde suena la lengua alemana, hasta
donde se canta en alemán, hasta allí debe llegar la patria alemana.“
Durante los últimos siglos, el panorama de las
lenguas en Europa practicamente no había conocido mucha modificación y nunca
antes se había conocido ese tipo de nacionalismo fundado sobre la lengua como
esencia de diferenciación, pero ahora era considerada propiedad sagrada y
distinta de todas las demás: nacionalismo de la lengua. El estado nación
moderno inventó esa identificación para
fortalecer los vínculos emocionales del ciudadano con su patria. El
hablar popular de “las raíces“ que supuestamente tienen en común los que
conviven en la comunidad y hablan el
mismo idioma demuestra esa tendencia muy difundida por toda la geografía de
Europa y que se encuentra en franca oposición a los procesos reales contrarios
al nacionalismo tradicional,
constituyendo Europa como un organismo político unido: “Unión“.
Parece que pocos europeos han comprendido la
importancia de este hecho que significan nada menos que la refundación de las
naciones europeas porque renunciarán a
todo nacionalismo para someterse a instituciones supranacionales. Se
trata de una soberanía compartida dentro de un modelo de estado que no tiene
antecedentes. Es un proceso irrevocable
que se encuentra acompañado por el fenómeno de la desaparición de características
culturales nacionales y regionales en el mundo entero debido al fenómeno de la
globalización.
¿Entonces qué hay de las raíces y de la
identitad propia proclamadas por el nacionalismo regional?
Debido a la intensa lucha mediática y a la
discriminación “positiva“ promovida por fuerzas políticas ambiciosas de poder
temporalmente lograrán retener el curso de la integración cultural y
lingüistica. Los segmentos doctrinarios de las respectivas sociedades podrán
imponerse, pero serán incapaces de modificar el marco general que no es de
segregación sino de integración. Sin embargo, los ideólogos habrán logrado lo
de siempre, sembrar odio y causar numerosas desgracias individuales.
Privar una persona del acceso a un medio de
comunicación privilegiado y desterrarlo a la aldea provinciana, es imponer
límites a la libertad que son intolerables porque contradicen los derechos
humanos, aunque eso se haga en nombre de la democracia y de la
autodeterminación de los pueblos.
¿Dónde está el respeto a la autodeterminación
de las personas?
El lector preguntará: “¿Son todos los idiomas
iguales? ¿No hay idiomas más aptos que otros para expresar determinadas
reflexiones, observaciones, etc.? ¿No lo demuestran hechos como los
siguientes?: - el esquimal tiene 200 palabras para la nieve y el beduino 200
palabras para el camello. La lengua árabe conoce mil palabras para la espada,
dice Herder. ¡Vaya cultura de la paz, ojalá sea un error!
A pesar de todas las diferencias los lingüistas
opinan que todos los idiomas tienen capacidad para decirlo todo. Naturalmente
es una capacidad en potencia. Un código puede ser evolucionado y otro lo puede
ser a menor grado. Pero eso no pone en duda la radical igualdad de todos los
idiomas a pesar de profundas diferencias gramaticales y léxicas existentes. Es
así porque los hombres somos genéticamente homogéneos aunque existan profundas
diferencias en cuanto a talento, carácter y habilidad entre una y otra persona.
Sólo dice que el código del ser humano para pensar y hablar está preestablecido,
nacimos con él, es invariable y nos acompaña hasta la muerte. Aquí también
encontramos la fuente de nuestras limitaciones. Podremos aprender varios
idiomas y lograr un dominio relativo en todos ellos. Pero esa posibilidad está
limitada. El plurilingüismo de algunas personas que se extiende a diez o más
idiomas suele ser un mito.
Además de eso somos la suma de todo lo que nos
sucede y de lo que queremos ser y eso lo definimos hablando. Existen regiones
en Europa que por la particularidad de su destino histórico parecen destinadas
a ser bilingües. La investigación, sin embargo, ha revelado un cuadro más
complejo. Un número notable de personas suelen huir del bilingüismo. Las
razones son múltiples, una de ellas se puede ilustrar a través de un proverbio
alsaciano. ( Alsacia, el lector recordará es la provincia que tantas veces ha
sido objeto de disputa entre Alemania y Francia )
“Llegó el Rey - Sol ( le Roi Soleil Luís XXIV
de Francia ) y dijo - quel beau jardin - hablando su hermoso idioma. Y tú,
campesino del país, si quieres continuar siendo un pobre aldeano, sigue
hablando tu dialecto ( alemán).“
En todas las regiones donde existen similares condiciones se
encuentran situaciones parecidas a la de Alsacia donde los individuos metidos
entre uno y otro idioma a menudo interpretan su situación como un dilema o como
una desgracia personal. En lugar de entender su situación como un privilegio,
huyen de ella. Toman la decisión de ser monolíngües, aunque en esta situación
tampoco se encuentran a gusto. Se dan cuenta que ahora algo les falta. Otro
refrán alsaciano ( “der Hans sitzt im Schnokeloch[2] “) lo demuestra:
“Y ahí está sentado Juanito y no sabe lo que
quiere, lo que tiene no lo quiere y lo que quiere no lo tiene.“ El Juanito
monolingüe cuando cree haber escapado de
ser una pobre diablo inculto, se da cuenta que no está contento, se encuentra
infeliz.
Hay una
minoría que sí entiende que esa
situación es una riqueza. El poder compartir dos o más culturas y
tradiciones europeas significa un tesoro para la persona que así lo decide. Esa
decisión no significa que sea gratuita. Cuesta esfuerzo y necesita el vivo
interés constante y a veces valentía por vivir contra la corriente de la masa
que prefiere la comodidad. Sucede también que hay que pagar un precio, el aislamiento
social por la desconfianza y la envidia de los demás.
Mi opinión es que los gobiernos europeos
deberían favorecer esa decisión y no actuar como algunos gobiernos regionales
que inclusive ponen impedimentos, como generalmente se había hecho en el pasado
y se sigue practicando en la actualidad en algunas regiones de España. La Unión
Europea necesitará personas formadas así, partícipes activos en diferentes
culturas nacionales. El convenio entre Francia y Alemania preve la
recomendación que en una franja de 100 km de la actual frontera la educación
deberá ser bilingüe.
¿En qué idioma se entenderán estos europeos de
las próximas generaciones?
Supongo que el actual panorama de casi treinta
lenguas habladas no cambiará esencialmente. Sin embargo, la comunicación
intereuropea por medio de veinte idiomas
oficiales - y más solicitudes están echadas - me parece un Babel monstruoso. Y
aunque todos los idiomas merezcan el mismo respeto, no habrá más remedio que
hacer una selección oficial. El ciudadano europeo de todos modos hará la suya
privada , pero esa decisión sólo le importa a él.
A mi opinión la razón práctica, el sencillo
pragmatismo insinúa lo siguiente:
El
inglés, como la lengua del imperio actual queda fuera
de toda competencia. No por el número de personas que lo hablan en el mundo -
más serán los que hablarán chino o hindi - sino por el poder económico,
político y su voluminosa presencia en las ciencias, así lo requerirán.
El
español, en un segundo lugar porque su auge bajo la
sombra del inglés a nivel internacional continuará y se acentúará más aún. Por
eso tiene máxima rentabilidad para los que lo hablan.
El
francés y el alemán estarán presentes, porque
ocupan el escenario central de Europa donde todas las líneas de comunicación se
cruzan, seguirán siendo los paises por tradición y geografía llamados a ser el
motor de Europa, y aunque su presencia
descenderá en el futuro, siempre serán lenguas principales de referencia para
toda la vida cultural europea. En el caso del alemán, su función como puente
lingüistico hacia el este continuará, aunque de forma disminuida por la
presencia del inglés.[3]
El
italiano que nunca abandanó su península tendrá su papel destacado más
allá de Italia.
Todas las demás lenguas ocuparán puestos
secundarios. Lo cual no significa que sean menos importantes. Pero la
pragmática impone una limitación y yo no veo otra que la expuesta.
Yo no veo el peligro que el inglés absorba a
todas las demás lenguas o que el grupo de las lenguas oficiales eliminen a las
demás regionales. Las regiones europeas seguirán siendo muy vivas y activas. Es
más, a mi opinión, el nacionalismo regionalista actual me parece un peligro
para progresar sobre el camino de la unión. Ojalá los políticos de la Unión
tengan el valor de tomar una decisión clara al respecto. Las generaciones del
futuro se lo agradecerán.
FMPeter, 20.09.04
[1] Término probable no confirmado en las fuentes
escritas en latín.
[2] Schnokeloch es una metáfora popular que
ironiza la situación especial de Alsacia con su clima húmedo que provoca la
presencia de innumerables mosquitos “Schnoke“.
[3] El escritor húngaro Konrád lo comentó
así:“hemos perdido nuestro idioma común, el de los pueblos de europa oriental,
el alemán, por culpa de los alemanes.“
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