Quid est enim Tempus?
(San Agustín)
“Aún no era posible ahorrar tiempo; nadie podía ‘robar’ tiempo. El tiempo no era propiedad para contar; tampoco se podía perder tiempo o malgastarlo. Todavía el tiempo no era ‘dinero’.
Desde entonces el tiempo comenzó a hincharse lentamente: existían las horas de luz saturadas de sol y las hambrientas horas de invierno con luz menguante. El tiempo pasaba como en un desliz …y se quedaba quieto. ¿Qué importaba el recorrido del tiempo frente a la ‘eternidad’?
Nadie había medido aún el mundo entre la fantasía y la experiencia real oscilante. El tiempo todavía no se dividía en fragmentos, el tiempo era como un respirar de los hombres: Respirar, Expirar.”[i]
Os llevo a estos lejanos tiempos pasados cuando las leyendas y la realidad se confundieron, cuando para la gran mayoría de los hombres la vida era corta, pero intensa y plagada de gloria y de mil miserias.
Entre los siglos doce y trece de nuestra era nos encontraremos con el personaje que nos relata Wolfram von Eschenbach en su gran epopeya ‘Parzival’ en lengua alemana antigua, siguiendo un original francés de la época.
Estimados lectora y lector, ¿Porqué me gusta llevaros allá, atrás, a tiempos tan lejanos? Es que quiero insinuaros que nada es definitivo en el tiempo que vivimos, todo puede cambiar y cambiará.
¿Hacia mejor o peor? Nadie sabe eso, decimos.
El caballero Parzival pretendió haber hallado la respuesta, al final de un largo camino de errores, de un auténtico purgatorio medieval: tal era el símbolo del Santo Grial que durante siglos llegó a ‘contaminar’ la fantasía de la multitud errante.
Yo tallé en madera ese sueño: un tríptico de la vida errante en busca de un ‘puerto seguro’. --- sigue :