miércoles, 12 de junio de 2019

"Deus lo volt"

<<¡Levantaos!  para dirigir vuestras armas, empapadas de sangre de vuestroshermanos, contra los enemigos de la fe cristiana. Sois violadores de huérfanoy viudas, sois asesinos traidores, delincuentes y abusadores de lugares sagrados. Sois ladrones de bienes ajenos, os pagan para verter sangre de cristianos. Iguales a buitres os atrae el olor de las batallas.
¡Levantaos! Si aun amáis vuestras almas de pecadores, uníos al comandante Cristo a la marcha para cubrir Jerusalén. Vosotros todos que tantos crímenes habéis cometido que os separan del Reino de Dios, pagad este precio y quedaréis libres. Esa es la voluntad de Dios…>>

        

                             
“Deus lo volt! Deus lo volt!” Con este grito respondieron los reunidos ante el sermón flamante del Papa Urban II. Sucedió en la ciudad francesa de Clermont en el siglo XI y ahí se formó el proyecto de la Primera Cruzada que terminó con la conquista de la ciudad de Jerusalén en el año 1099. La élite de los caballeros cristianos se vio motivada para emprender la hazaña del siglo que fue coronada por la toma de la ciudad de Jerusalén; a esta victoria le siguió una orgía de violencia que prácticamente exterminó la población entera de esa ciudad venerada. Los caballeros asesinaron a todos sin diferenciar  si eran musulmanes o cristianos. Sin embargo, la gloria sobre esa perla del Oriente duró poco. Ochenta años después tuvo que ser entregada a Saladino quien la ocupó sin derramamiento de sangre; cristianos y musulmanes en duradera y larga discordia, Cruzada y Djihad en mutua inspiración, hasta el siglo actual. Esto fue el resultado de este paseo armado a la Santa Tierra.

Mi intención no es comentar los sucesos históricos, consecuencia de esa ‘locura’ colectiva, producto del fanatismo religioso. Es el grito de “Deus lo volt”, declaración de magia poderosa que invadió Europa de aquella época con voz de grito que no se acallaría más. Y en voz árabe hace que retumben los escenarios casi mil años después. Urban II había creado esa fórmula mágica que sirvió a cristianos y a musulmanes al mismo tiempo:
‘Dios quiere que cometamos actos de violencia, crímenes en el nombre suyo, nos librarán de nuestros pecados.’Eso creyeron los que se unieron a la marcha militar bajo el mando de Cristo ‘Gran Capitán’ de la contienda. La réplica no tardó en pronunciarse: Reemplazando Cristo por Mohamed la vemos escrita en las banderas negras de los Daesh.

De las palabras del papa Urban brota una gran resignación. Para convencer a esa ‘elite’ de ladrones violentos no es apta la imagen de un Cristo – ‘cordero de Dios’ -; Urban construye la imagen de un Cristo – ‘Gran Capitán’ – y esa hubo de convencer a aquellos saqueadores violentos.
El ‘Reino de Dios’ se abre a los violentos; no tienen que renunciar a su actividad preferida que es la guerra. Si la ponen a servicio de ‘Dios’ toda crueldad, toda violación de los diez mandamientos les será perdonado. “Deus lo volt”, el grito que sacude a Europa medieval, retumba sobre los campos de batalla en el Oriente.
Los que nacimos siglos después, nos enteramos de este maravilloso remedio contra las crisis violentas que sacuden una sociedad: Simplemente se le pone una etiqueta nueva e ingeniosa, eso hizo Urban II y eso han hecho todos los dirigentes modernos cuando necesitaban el apoyo de la fuerza militar para crear imperios.
Los desfiles militares en su provocativa obscenidad exhiben esta falacia. Para integrar la fe cristiana en el seno de la sociedad, había que eliminar su mensaje esencial, había que reemplazar el cordero de Dios por el Capitán Cristo. Otros ‘evangelizadores’ más modernos encontraron sustitutos actuales como ‘La Raza Aria’ o ‘La Revolución’ o ‘América First’... etc.
¿Qué aprendemos de eso? – Las etiquetas van y vienen, porque el mundo cambia, pero el hombre, en su ‘cainismo original’, no cambia.

friedrichmanfred y anavictoria  junio de 2019



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