Ninguna revolución jamás ha sido pacífica y el Islam no es la excepción. El mundo entero vive actualmente
el impacto de la violencia provocada por un amplio sector de islamistas que en
la fuerza de su rechazo a la modernidad
democrática e ilustrada reclaman una supuesta voluntad de Dios
manifiesta en el sagrado libro del Corán. Y se abrió un debate teológico sin
fin, acerca de que si el mensaje del profeta Mohamed al mundo es pacífico o no
lo es; debate que no conduce a ninguna parte…ningún entusiasmo religioso en el
fondo es pacífico…y punto.
¿Ser o No Ser? – esa pregunta
humanista – obtiene una única respuesta posible en el Islam y esta es “obedecer
la voluntad de Dios”. Esta voluntad es universal, indivisible, excluyente; el
profeta Mohamed es su exclusivo intérprete. Debido a tal exclusividad el lector
ha de ser exegético. Y en el texto
arriba citado sentencia lo que puede pasar a los que no obedecen. Es clarísimo,
y toda discusión al respecto me parece inútil. ¿Para qué sirven los monólogos?
Esa Revolución desde un lejano desierto
amenaza a quien se ubica a la sombra de humanistas ilustrados como Manuel Kant
y tantos más. Me parece que los que creemos en un mundo dialogante, pacífico,
no logramos convencer; ellos nos adelantaron con su mensaje violento totalitario:
¿Vencerán?
Resulta improbable su victoria: Perturbarán
nuestras vidas engreídas de paz y progreso; causarán dolor e inmensos
sacrificios humanos; nos obligarán a modificar las costumbres, eliminarán gran
parte de la calidad de nuestra vida habitual; nos quitarán libertad. Etc.…
Pero el sacrificio mayor lo imponen a su
área histórica de influencia directa; esta vive el hundimiento en un marasmo de
barbarie , el destino para millones de
seres humanos en esa zona es la pérdida de todo derecho como seres libres. ¿Qué desarrollo humano pueden esperar
mujeres, niños, intelectuales de esa Revolución?
La bandera negra islamista, tan parecida
a la de los piratas predica un totalitarismo sin límites; no es tan novedoso, pero sí es inesperado el entender que se mantiene sin caducar en el curso de los
tiempos. Es una Revolución que no precisa comentario, ni provoca diálogo,
simplemente exige decidida oposición y valiente control sin ilusiones.
fmpeter
septiembre 2017
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