miércoles, 7 de junio de 2017

La fuerza del mito



En el año de 1.190 se inicia la Tercera Cruzada - los europeos, unánimes -   para reconquistar la ciudad santa de Jerusalén que había sido capturada por el musulmán Saladín, después de únicamente un siglo de dominio cristiano. Y nunca más, los cristianos europeos lograrían cumplir con éxitos sus numerosas cruzadas para hacer de Palestina tierra santa cristiana nuevamente.
Participó Friedrich Barbarossa, der Kaiser Rotbart, emperador de Sacro Imperio alemán, gobernante e ídolo de los alemanes. Pues Barbaroja  no volvió, se ahogó en el río Saleph (Turquía)  durante un baño en aguas frías. La noticia fue un impacto en el Sacro Imperio Alemán, la gente se negaba a  creerlo. Y tenía motivos para ello. Porque después de esa fecha todo  aparecía cambiado. EL mundo conocido había dado un vuelco total: donde antes reinaba la paz, irrumpió la guerra,  donde prosperaban el trigo y los viñedos, ahora solo imperaba lo frío y  seco, donde antes había ley y orden, ahora gobernaron los violentos. Hambre, peste, caos. El grito “¡Pobre de mí!” se hizo general, comenzó el tiempo sin Barbaroja,  tiempo terrible sin su sabio gobierno,  (“Es kam die kaiserlose, die schreckliche Zeit”). Se creó  entonces la leyenda de que Barbaroja  no estaba muerto y podría volver, que tal vez continuaba vivo durmiendo,  que sólo él podría detener el caos reinante. Esa leyenda  se  transformó en mito, un mito fundamental y duradero en el subconsciente colectivo. Sin este relato  reproducido millones de veces durante siglos en cuentos y narraciones para que los niños  duerman, o para darles “salero” y gravedad a las reuniones, la historia de Alemania no se entiende totalmente.


 Mucho después, en el siglo XIX durante la era de la constitución del Imperio Alemán moderno, le fue construido un monumento gigantesco a Barbaroja en la montaña del Harz, sobre el monte  Kyffhäuser.
Yo conocí esa leyenda a través de la voz de mi abuela, muchas veces.
Durante siglos se podía escuchar la narración oral sobre el poderoso Barbaroja y su esperado regreso por voces actorales profesionales que en aquel entonces se encargaron de que nadie olvidara. En efecto, en los lugares públicos, en mercados y fiestas donde se reuniera gente, mujeres ancianas narradoras (nunca un hombre) rodeadas del público; su profesión era contar cuentos tan antiguos como aquellos que  los Hermanos Grimm recopilaran.
Sin embargo, la historia de Barbaroja era un tema especial por su carácter misterioso y sobre todo por la secreta profecía de que algo definitivo habría de suceder. (Heinrich Heine, en tránsito por su amada Alemania –su exilio parisino duraría hasta la muerte-escuchó a una de estas narradoras y escribió en un bello poema lo que la anciana le había comunicado y así Barbaroja también saltaría a la literatura universal).

Nació una especie de mesianismo laico entre  los alemanes que empezaron a creer que un redentor tenía que aparecer para cambiarlo todo y para refundar la nación. Yo opino  que para entender la historia de este país, los exabruptos y vuelcos que daba, hay que conocer ese fenómeno social mítico transcendental, sin saber de eso no nos entenderán. Ya durante el siglo XIX los emperadores Guillermo I y Guillermo II del renovado Imperio Alemán habían tratado  de aprovechar este mensaje de  quien consideraban su mítico antecesor: Barbaroja, y mandaron erigir el monumento del hombre-mito.
Anualmente recibe miles de visitantes.
¿Por qué fue tan exitosa esta leyenda?
Es muy sencillo: porque corresponde al pensamiento común y simple desde siempre. Los pueblos que carecen de documentos escritos, suelen conservar recuerdos históricos en forma de mitos y leyendas. Los mitos son “discos grabados” de sucesos históricos cuyo origen real  ha caído en el olvido. El mito elimina tiempo y lugar de lo que pasó, los mezcla y los funde con otras tradiciones, toma prestados elementos de cuentos y se establece por encima de la misma realidad creando otra verdad nueva. Solamente un estudio serio histórico es capaz de revelar parte de su real contenido. Por eso se presta para la manipulación como  instrumento más de la propaganda política moderna.

El montaje de publicidad que más impresionó con falsos gestos e indumentaria fue el movimiento de Adolfo Hitler. Como surgido de la nada, se parecía este hombre a un redentor secular, personaje excepcional dotado de una especie de magia que se gana a un público de mente sencilla; la máquina propagandística nazi no tardó en explotar esa fuente para exigir adoración y culto. 



Lo que hoy  resultaría ridículo y cómico, ha sido real; presentar al político aventurero, surgido entre el caos social y político, disfrazado de caballero medieval con estandarte y metido en armadura montado sobre caballo; debió interpretar la ascensión al poder de Hitler como la resurrección del imperio medieval. Por eso se inventó el término del Tercer REICH que sugiere el fin de los tiempos, tras un imaginado “Ocaso de los Dioses”.

Bobadas, pensará el lector, y tiene razón. Pero la historia advierte que tales bobadas poseen fuerza real y no debemos subestimar el poder de los mitos. Las convicciones políticas sólo en parte son razonadas y transportadas de la mente ilustrada a la esfera del poder social y real. Antes de razonar la emoción humana está dispuesta a refugiarse a imágenes escondidas en mitos y leyendas.  La fuerza de tal convicción radica precisamente en el misterio, en lo que está oculto, lo que nos quita la respiración temporalmente y que nos obliga a creer antes que a entender y saber. Para apoyar a un “Mesías” somos capaces de olvidar nuestros propios intereses, votar en contra de nosotros mismos.
En este sentido, el mito de Barbaroja no es únicamente expresión de una creencia infantil o la práctica turística corriente de hacerse unas fotos en la cumbre del monte Kyffhäuser, posiblemente un poco emocionados,  porque allá abajo están esperando fantasmas de ayer y de anteayer para invadirnos de nuevo.
Y yo como alemán me pregunto: ¿En qué otro país de la tierra han levantado, un monumento a lo inexistente, a una imagen mítica del poder?
Y saco esa conclusión:
¡Cuidado con los mitos!  Falsear la realidad siempre crea usos y perversiones y siempre proclama soluciones definitivas, que acaban siendo violentas.

fmpeter  junio   2017

No hay comentarios:

Publicar un comentario